La Santa Sede nos pide intensa oración para la elección del nuevo pontífice.
Tras el fallecimiento del Papa Francisco, quien dirigió la Iglesia Católica durante 13 años, comienza un nuevo capítulo en la historia del Vaticano. El miércoles 7 de mayo de 2025 dará inicio el Cónclave, una asamblea solemne cuyo único objetivo es elegir al nuevo Pontífice. El Papa que resulte electo será el sucesor número 267 del apóstol Pedro.
La Iglesia Católica ha convocado a todos los fieles a unirse en oración, pidiendo luz para los electores y sabiduría para elegir al pontífice que marcará el rumbo de la Iglesia en los próximos años.
El Colegio Cardenalicio reunido en Roma, comprometido en las Congregaciones Generales de preparación al Cónclave, desea dirigir una invitación al Pueblo de Dios para que viva este momento eclesial como un acontecimiento de gracia y de discernimiento espiritual, a la escucha de la Voluntad de Dios.
Por ello, los Cardenales, conscientes de la responsabilidad a la que están llamados, perciben la necesidad de ser sostenidos por la oración de todos los fieles. Es la verdadera fuerza que en la Iglesia favorece la unidad de todos los miembros en el único Cuerpo de Cristo (1 Co 12, 12).
Ante la grandeza de la tarea inminente y las urgencias de los tiempos actuales, es necesario ante todo hacerse humildes instrumentos de la Sabiduría y de la Providencia infinitas del Padre celestial, en docilidad a la acción del Espíritu Santo. En efecto, Él es el protagonista de la vida del Pueblo de Dios, a quien debemos escuchar, acogiendo lo que dice a la Iglesia (cf. Ap 3, 6).
Oremos al Señor, Pastor eterno, para que conceda a su Iglesia el Sucesor de Pedro, pastor universal, que, con sabiduría, fortaleza y santidad, sea siempre principio y fundamento visible de la unidad de la fe y de la comunión del pueblo santo, al servicio de la salvación toda la humanidad.
“Madre Teresa, intercede ante Jesús para que también nosotros obtengamos la gracia de estar atentos al grito de los pobres, de los enfermos, de los marginados, de los últimos“
Oración preferida de Santa Teresa de Calcuta
Mateo 16, 13-20
Llegado Jesús a la región de Cesarea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Hades no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!ReflexiónTodos tenemos una tarea que cumplir.Cada hombre, cada uno de nosotros ha sido llamado por Dios para cumplir una tarea particular, una misión propia en este mundo.San Pablo nos explica este hecho por medio de la imagen del cuerpo humano y sus miembros. Los miembros del cuerpo son varios y cada uno de ellos por pequeño que sea, se precisa para el funcionamiento de todo el cuerpo. Y si un miembro falta o no funciona, todo el cuerpo está mutilado.
Así ocurre también con nosotros. Todos juntos formamos el cuerpo místico de Cristo, su Iglesia. Y cada uno es un miembro bien distinto dentro de este cuerpo espiritual.Porque cada uno de nosotros tiene una función diferente de la del otro, según su sexo y estado, su posición y profesión, su carácter y sus talentos.
Y si nos preguntamos por qué cada uno tiene justamente esta misión suya y no otra, quizás más interesante, más prestigiosa entonces nos queda sólo una respuesta: Es un misterio de Dios. Y recordando la segunda lectura de hoy, repetimos: Qué insondable son sus designios y qué incomprensibles sus caminos.
La vocación de Pedro.Hay que decir esto, sobre todo, cuando se trata de una vocación extraordinaria, como la del sacerdote, o, más todavía, la del papa. El Evangelio de hoy nos cuenta la elección de Pedro. En una hora trascendental en su vida y en la historia del cristianismo: Él es llamado primer papa y así nace el papado.
Precede a ello la confesión de Pedro que le es revelada por inspiración divina: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y a esta confesión de Pedro, Jesús le responde con una revelación: Pedro es la roca sobre la que se levantará la Iglesia, la comunidad del pueblo de Dios.
Él recibirá el cargo de mayordomo en el Reino de Cristo, como lo insinúa la primera lectura de hoy. Símbolo de este poder son las llaves, que Cristo va a entregar a Pedro. Las llaves indican potestad, indican la facultad de poder disponer, abrir y cerrar por encargo del dueño de casa.
La entrega de las llaves es, pues, la investidura del poder sobre el Reino de Dios. Las decisiones de Pedro, realizadas en la tierra, quedan ratificadas en el cielo. Pedro, y con él sus sucesores, son intermediarios indispensables para el acceso normal al Reino de los Cielos. Cristo sigue siendo cabeza de la Iglesia, pero los papas son sus vicarios, sus representantes visibles en la tierra.
La nuestra es una época de crisis de autoridad.¡Qué potestad inmensa está en las manos de un hombre mortal y frágil como nosotros! En nuestra época de crisis de autoridad es más difícil todavía entender y aceptar esta tremenda delegación del poder. Sólo es aceptable si une una verdadera personalidad, a una profunda paternidad. Pablo sexto dijo en una ocasión: Lo más esencial de un papa es ser padre.
La elección de Pedro en el Evangelio de hoy es, por el momento, sólo una promesa. Se va realizando recién desde el día de Pentecostés. Antes, Pedro es preparado y educado por Jesús para su gran misión.Cumbre de la educación de San Pedro parece ser su triple negación en la noche del Jueves Santo. Allí Pedro se nos manifiesta con toda su fragilidad humana. Todavía confía, traicionado por su entusiasmo, demasiado en sí mismo, en sus propias fuerzas. Y así el demonio prevalece sobre él, haciéndole negar tres veces al Señor.Es una experiencia triste y profunda para él para nosotros, débiles y culpables como él, un signo de consuelo. Este acto lamentable quizás, nos lo hace más simpático y nos lo acerca más que todo el resto de su vida.
Por su debilidad.Pero, a pesar de su debilidad, mejor dicho, a causa de su debilidad, es elegido el primer jefe de la Iglesia. Por su fragilidad es apropiado para ser un auténtico apóstol. Sería terrible, tener al frente de la Iglesia a alguien, que cree ser llamado por sus propios méritos. Y así San Pedro llevará el testimonio del Señor a los demás, no debido a su propia fuerza o capacidad, sino debido al poder de Dios, de ese Dios que prefiere como sus instrumentos a los pequeños y débiles.
Sobre Pedro pesa la cruz de su gran responsabilidad para toda la Iglesia.Esta carga de responsabilidad permanece y aumenta durante los siglos, es común a todos los papas. Cada uno de ellos tiene que llevar la cruz de Cristo.
Él trabaja, sufre y reza para la Iglesia y el mundo, hasta el agotamiento. El papa merece nuestro respeto, nuestro compartir y, sobre todo, nuestra oración para su tarea sumamente difícil, en la sucesión de San Padro.
Oración por la elección del Papa
Señor Jesús, Hijo de Dios vivo
Tú eres el Señor,
el único Salvador.
Mira a tu pueblo en esta hora de orfandad
y manda a tu Espíritu Santo a renovar
la faz de la Iglesia.
Concédenos un Papa santo, con el suave
olor de Cristo que santifique al rebaño, que
lo gobierne con la verdad y la caridad, que lo
enseñe con la claridad de tu perenne
Evangelio y doctrina.
Danos un Papa que predique con pasión y
ardor tu Evangelio, que proclame que Tú eres
el único Señor y Salvador, que atraiga
suavemente a las naciones a tu Reino,
que dé testimonio valiente de la única
verdad que eres Tú.
Danos un Papa lleno de amor y misericordia
con los pobres y los pecadores, un pastor
que cure las heridas y que sea incansable
en llamar a la conversión, pues sin
arrepentimiento tampoco hay perdón.
Danos un Pastor que nos lleve a volver la
mirada a lo alto y nos haga entender que
nuestro destino no es esta tierra sino la gloria
del Cielo donde reinaremos contigo.
Ilumina a los Cardenales, que huyan de la
tentación de la mundanidad y del poder,
que busquen solo tu Gloria y el bien de la
Iglesia y que se abran la inspiración
de tu Santo Espíritu. Amén
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