TIEMPO DE ADVIENTO, TIEMPO DE ESPERANZA
El Adviento es tiempo de esperanza. Esperamos el Nacimiento de Jesús, de nuestro Dios, de nuestro Hermano Mayor, de nuestro Guía. Y para ello debemos estar preparados, mejorando nuestra vida en atención a Jesús y a los hermanos. Y esperamos el inicio del Reino. La presencia del Hijo de Dios en la historia cambió el siguiente devenir de la humanidad. Es una frontera muy importante a partir de la cual los hombres y mujeres pudieron contemplar el rostro visible del Dios invisible. Entendieron que eran libres ante la omnipotencia de Dios. Y supieron, asimismo, que el amor es el ingrediente fundamental que une a la Trinidad entre sí. A Dios con el género humano y a los hombres entre las Personas trinitarias. Se abre pues un tiempo de definición esperanzadora que tiene que ayudar a mejorar nuestras vidas. No podemos --¡una vez más!-- desaprovechar este Adviento. Debe constituir el primer paso de nuestra conversión o de fortalecimiento del camino emprendido.
CAMINO INICIAL
Por ello debemos preparar bien el Tiempo de Adviento como camino inicial de todo lo que nosotros somos. Y hay que hacerlo en lo interior y en lo exterior. Lo interno, lo personal, necesita de conversión, de mejora, de entrega. Lo exterior –los signos—son ayuda para abrir el espíritu a los necesarios incrementos de amor, hacia Dios y para los hermanos. Se trata de llegar al día 25 de Diciembre con una mayor limpieza interior y con un renovado anhelo de conocer más y más a Jesús. La grandeza de Dios es tal que nuestra conversión ha de mejorar siempre, constantemente. Porque la conversión definitiva solo se completa el día que tengamos a Jesús frente a frente y no "reflejado como en un espejo".
LA CORONA DE ADVIENTO
Cada domingo de Adviento se irá prendiendo una vela que permanecerá encendida junto a las que esperan ser fuego. Y así en el altar habrá cuatro velas diferentes --el color puede diferenciarlas-- para realizar este signo. El Primer Domingo Se encenderá la primera de las cuatro.
Pero, sobre todo, que en todos nuestros gestos –personales y comunitarios—que se aprecie que nos queremos convertir al Señor. Que su llegada en ese pequeño y lejano pueblo de Belén, en Palestina, sea para nosotros como el inicio de una vida nueva. Necesitamos convertirnos al Señor y desprendernos de todo aquello que no sea digno de la condición de cristianos. El Niño va a llegar al Portal de Belén. Pues que nos encuentre alegres, limpios y esperanzados… ¡Feliz Adviento para todos!
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