Seamos manifestación pública del amor de Dios. Seamos, allá donde estemos, “magos” que de palabra y de obra ofrezcamos, de nosotros, lo mejor al Dios que sale a nuestro encuentro.
Que nuestras personas, además del incienso, oro y mirra, sean las mejores ofrendas para que el Niño Dios, que no puede caminar; el Niño Dios que no puede hablar o el Niño Dios que todavía no puede expresarse, cuente con colaboradores para que su Reino, su mensaje y su luz llegue a todos los rincones de la tierra.
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