1.- Oración Introductoria.
Señor, en este rato de oración, yo también quiero verte, estar contigo, gozar de tu presencia y compañía. Pero no quiero verte como pretendía Herodes, desde la curiosidad, desde la frivolidad. Quiero verte desde mi indigencia, desde mi incapacidad para llenar de sentido mi vida si Tú no te haces presente.
2.- Lectura sosegada del evangelio. Lucas 9, 7-9
En aquel tiempo se enteró el tetrarca Herodes de todo lo que pasaba, y estaba perplejo; porque unos decían que Juan había resucitado de entre los muertos; otros, que Elías se había aparecido; y otros, que uno de los antiguos profetas había resucitado. Herodes dijo: A Juan, le decapité yo. ¿Quién es, pues, éste de quien oigo tales cosas? Y buscaba verle.
3.- Qué dice el texto.
A Jesús se le quiere ver encarnado en uno de los personajes famosos del A. T. Aquí Herodes está perplejo porque la gente lo considera como Elías o un profeta. Todos los profetas y personajes famosos de la Antigua Alianza apuntan a Jesús, pero Jesús no se identifica con ninguno de ellos. Jesús no cabe en ellos. Es mucho más. Cuando nos empeñamos en querer realizarnos en la posesión de las criaturas o identificarnos con personajes importantes, dentro del corazón se oye una voz íntima: “no saben decirme lo que quiero”. Por eso, un camino para ir a un encuentro con Jesús puede ser el del descontento, la frustración, el vacío del corazón, la insatisfacción existencial. Alguien tiene que haber que pueda llenar mi vacío, que pueda saciar mi sed, que pueda calmar mis aspiraciones. La respuesta a estas preguntas tan inquietantes, tan punzantes, no la pueden dar unos libros, unas charlas, unas ideas. Tiene que ser un encuentro con la persona de Jesús. Para eso se necesitan testigos y no simples maestros; gente que no nos hable de Dios, sino que haya estado con Él. La gente de hoy ya no nos pregunta sobre lo que sabemos de Dios, sino que quiere que les digamos a qué sabe Dios, es decir, a qué sabe la vida cuando Él ha irrumpido en ella. Herodes buscaba a Jesús por frivolidad, por entretenimiento, por pasatiempo. Quería verle hacer algún milagro. Jesús no le dijo ni una sola palabra. A Jesús no hay que buscarlo por curiosidad, sino por necesidad.
Meditación del Papa Francisco
“Queremos ver a Jesús”: estas palabras, al igual que muchas otras en los Evangelios, van más allá del episodio particular y expresan algo universal; revelan un deseo que atraviesa épocas y culturas, un deseo presente en el corazón de muchas personas que han oído hablar de Cristo, pero no lo han encontrado aún. “Yo deseo ver a Jesús”, así siente el corazón de esta gente. Respondiendo indirectamente, de modo profético, a aquel pedido de poderlo ver, Jesús pronuncia una profecía que revela su identidad e indica el camino para conocerlo verdaderamente: “Ha llegado la hora de que sea glorificado el Hijo del hombre”. ¡Es la hora de la Cruz! Es la hora de la derrota de Satanás, príncipe del mal, y del triunfo definitivo del amor misericordioso de Dios. […] La hora de la Cruz, la más oscura de la historia, es también la fuente de salvación para todos los que creen en Él. (Homilía de S.S. Francisco, 22 de marzo de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que he meditado. (Silencio).
5.-Propósito Darme un tiempo para estar con Jesús no por curiosidad sino por necesidad.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Al terminar esta oración te quiero agradecer, Señor, los deseos de verte, de buscarte, de estar contigo, que has puesto en mi corazón. Y te pido que estos deseos se cumplan, estas inquietudes se calmen, estos anhelos terminen en un encuentro al vivo contigo. Señor, te lo he dicho ya un montón de veces: Para mí Tú no eres un lujo. Eres una necesidad.
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