Hoy, en este Domingo de Ramos, acompañamos a Jesús hasta Jerusalén. En esa ciudad, el Señor, recibirá el desprecio de muchas personas, la traición de uno de sus amigos y la negación de San Pedro. Pero, para nosotros, vitorearle en esta mañana con nuestras ramas, palmas y cánticos, significa que EL es nuestro Rey. Que EL vencerá a la muerte y que, después, a todos nos dará una vida para siempre.
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