La Campaña del Enfermo de este año nos invita a poner nuestra mirada en los miles de voluntarios que cuidan de los enfermos y ayudan a los familiares y demás cuidadores. Ellos hacen visible el amor de Dios por los enfermos y son una parte esencial de la caridad de Cristo que la Iglesia está llamada a realizar, respondiendo así a la invitación de Jesús: “Gratis habéis recibido, dad gratis”, que es el lema propuesto por el Dicasterio para la Promoción Humana Integral de la Persona.
1. Los voluntarios de Pastoral de la Salud están comprometidos en hacer presente aquí y ahora, que el Reino de los cielos está en medio de nosotros, se saben enviados por Cristo: “Id y proclamad que ha llegado el reino de los cielos. Curad enfermos, resucitad muertos, limpiad leprosos, arrojad demonios. Gratis habéis recibido, dad gratis” (Mt 10, 7-8). Ser voluntarios constituye una oportunidad única de acercarse al que sufre, descubrirse a sí mismo, ser portador de esperanza. En esta elección de vida, el voluntario descubre pronto que es él quien resulta ayudado.
2. El número de personas enfermas a las que acompañar y cuidar es cada vez mayor. Esto implica la necesidad de animar a más hombres y mujeres a involucrarse en esta tarea. El Papa Francisco en el Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo de este año nos exhorta a todos a promover la cultura de la gratuidad y del don: “Os exhorto a todos, en los diversos ámbitos, a que promováis la cultura de la gratuidad y del don, indispensable para superar la cultura del beneficio y del descarte”, recordándonos que es un camino especialmente fecundo de evangelización: “La Iglesia, como Madre de todos sus hijos, sobre todo los enfermos, recuerda que los gestos gratuitos de donación, como los del Buen Samaritano, son la vía más creíble para la evangelización. (…) Frente a la cultura del descarte y de la indiferencia, deseo afirmar que el don se sitúa como el paradigma capaz de desafiar el individualismo”.
3. En este mismo Mensaje, el Papa Francisco nos recuerda un aspecto esencial: “el cuidado de los enfermos requiere profesionalidad y ternura, expresiones de gratuidad, inmediatas y sencillas como la caricia, a través de las cuales se consigue que la otra persona se sienta querida”. Su cometido no es el de realizar gratuitamente el trabajo que corresponde al personal sanitario, pero si requiere una formación específica en función de las tareas que vayan a desarrollar. Así, si la labor fundamental va a ser acompañar a personas solas será, preciso una particular formación en técnicas de escucha; si se trata de coordinar un grupo de oración por los enfermos, requerirán una más atenta formación bíblico-litúrgica; si su misión fundamental es acoger a las personas enfermas, o a sus familiares, que puedan solicitar algún tipo de ayuda, será importante cuidar más las técnicas de comunicación; si su misión va a ser acompañar a personas que están en cuidados paliativos o en situaciones al final de la vida, requerirán una mayor preparación para ayudar en el duelo y en las necesidades espirituales en las etapas finales de la vida, etc.
4. Quienes prestan ayuda han de ser formados para poder hacer las cosas del modo más adecuado, para “hacer bien el bien”. Pero esto no es suficiente, precisamente, porque se trata de personas y estas necesitan una atención que sea no sólo técnicamente correcta. Necesitan humanidad, una atención cordial. Esto supone distinguirse por su dedicación al enfermo con una atención que sale del corazón. Se hace necesario una formación del corazón, para que el otro experimente su riqueza de humanidad. Habrá, por tanto, que cuidar esta dimensión de la formación, para que los voluntarios sean hombres y mujeres movidos, ante todo, por el amor de Cristo, personas cuyo corazón ha sido conquistado por Cristo, despertando en ellos el amor al prójimo .
5. Entre los elementos esenciales de la formación habrá que considerar también el acompañamiento a los voluntarios. Un acompañamiento que permita la comunicación de experiencias y el modo en que la viven. Es preciso tener en cuenta que ninguna formación es capaz de contemplar todos los escenarios posibles, todos los contextos y situaciones que se pueden dar en un domicilio, en la habitación de un hospital, en una parroquia o en un grupo de personas. Los voluntarios han de ser acompañados para poner en práctica lo aprendido, reflexionar sobre la experiencia y evaluar para mejorar. Al tiempo, el acompañamiento colabora a generar procesos de participación del voluntariado en la organización, escuchar su opinión y dar respuesta a algunas demandas.
6. El voluntario cristiano no se distingue únicamente por la gratuidad de su entrega o su buen hacer. La razón por la que realiza su labor como voluntario en el cuidado de los enfermos es un elemento esencial, porque ésta le sostiene y anima, en una labor no siempre sencilla, y confiere un talante, que es el de Jesucristo. El Dios que se nos manifiesta en Jesucristo siente como propios los dolores, las miserias y sufrimientos de los hombres. El voluntario encuentra la motivación para la caridad en el haber sido amados por Jesucristo.
7. Es decisivo recordar la importancia de no perder nuestra identidad en aras de una mayor eficiencia. Esto implica el necesario respeto a las distintas creencias de quienes son objeto de la solicitud de los voluntarios, pero sin que esto suponga “esconder” que es la caridad de Cristo quien les mueve. No hay ninguna persona que no sea objeto de la caridad de Cristo, por tanto, nadie queda excluido de sus cuidados. Sin embargo, siempre habrán de estar dispuestos a dar razón de su esperanza a todo el que se lo pidiere (cf. 1 Pe 3, 15).
Los Obispos de la Comisión Episcopal de Pastoral
D. Braulio Rodríguez Plaza, Arzobispo de Toledo
D. Francesc Pardo Artigas, Obispo de Girona
D. José Vilaplana Blasco, Obispo de Huelva
D. Santiago Gómez Sierra, Obispo auxiliar de Sevilla
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