Al principio no entendía el porqué. Cada día ese silencio se hacia más agudo y se me hacía
más difícil comprender el porque de las cosas, ¿porque Dios callaba? Volvía a pedir lo que necesitaba y luchaba por ello, pero, no recibía respuesta alguna. Pronto Dios me enseño que ese silencio, eran sus manos obrando.
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