“Le presentan un ciego y le suplican que le toque”
Ven Espíritu Santo hoy a mí y haz que vea, que vea las cosas como las ves Tú, que cambie mi mirada, que vea a las personas con la mirada del corazón, que sepa descubrir los dones, los valores, la riqueza interior que hay en cada una de las personas. Tú, Señor, no quieres que haya ciegos; no quieres que haya personas que se van de este mundo sin ver y menos quieres que se vayan sin haber sido vistas por nadie. Haz, Señor, que vea. Haz que te vea a Ti y sea capaz de ver al mundo y las personas con tu mirada.
2.- Lectura reposada del Evangelio. Marcos 8, 22-26
Llegan a Betsaida. Le presentan un ciego y le suplican que le toque. Tomando al ciego de la mano, le sacó fuera del pueblo, y habiéndole puesto saliva en los ojos, le impuso las manos y le preguntaba: «¿Ves algo?» Él, alzando la vista, dijo: «Veo a los hombres, pues los veo como árboles, pero que andan» Después, le volvió a poner las manos en los ojos y comenzó a ver perfectamente y quedó curado, de suerte que veía de lejos claramente todas las cosas. Y le envió a su casa, diciéndole: «Ni siquiera entres en el pueblo».
Es una suerte para nosotros que este ciego no tenga nombre. Tiene valor simbólico y ese ciego puedes ser tú, puedo ser yo. Y resulta curioso el cuidado de Jesús que, lleno de paciencia, pone las manos, pregunta, escucha, y vuelve a utilizar de nuevo sus poderes curativos hasta que el ciego ya puede ver las cosas con perfección. Es todo un proceso en el camino de la fe. Y esa paciencia que tuvo Jesús con sus discípulos la tiene también el Señor hoy conmigo. Me impresiona la visión de este ciego: “Veo a los hombres como árboles que andan”. Ni siquiera ve a los hombres como animales que “sienten” sino como “árboles que andan”. El hombre, rey y señor de toda la creación, se ha deteriorado tanto que se ha convertido en un “vegetal”. No puede caer más bajo. Hace falta que Jesús, “tomando barro como una nueva creación” nos restituya la dignidad primera de estar hechos a “imagen y semejanza de Dios”.
Palabra del Papa
“Inmediatamente pasa a la acción: con un poco de tierra y de saliva hace barro y lo unta en los ojos del ciego. Este gesto alude a la creación del hombre, que la Biblia narra con el símbolo de la tierra modelada y animada por el soplo de Dios. De hecho, «Adán» significa «suelo», y el cuerpo humano está efectivamente compuesto por elementos de la tierra. Al curar al hombre, Jesús realiza una nueva creación. […]En el hombre es fuerte la tentación de construirse un sistema de seguridad ideológico: incluso la religión puede convertirse en un elemento de este sistema, como el ateísmo o el laicismo, pero de este modo uno queda cegado por su propio egoísmo. Queridos hermanos, dejémonos curar por Jesús, que puede y quiere darnos la luz de Dios. Confesemos nuestra ceguera, nuestra miopía y, sobre todo, lo que la Biblia llama el «gran pecado»: el orgullo. Que nos ayude en esto María santísima, la cual, al engendrar a Cristo en la carne, dio al mundo la verdadera luz”. (Benedicto XVI, 2 de marzo de 2008).
5.-Propósito:
Haré un esfuerzo en este día por mirar a las personas con una mirada de profundidad. Cada hombre, cada mujer es un hijo, una hija de Dios.
Quisiera acabar mi oración dando gracias al Padre, fuente de todo bien, por habernos hecho el más precioso regalo: el regalazo de su propio Hijo Jesucristo. Sus manos “creadoras” restituyen a este mundo toda su belleza y toda su grandeza. ¿Qué sería de este mundo sin Ti? Y ¿qué sería de cada uno de nosotros sin la fe? ¡Gracias, Señor!
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