“Cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis
1.-Oración introductoria.
Señor, vengo a rezar, a conversar contigo. Quiero que tus palabras se ahonden cada vez más en mi corazón y se conviertan en norma de mi vida. A la hora de obrar, ni me interesan las palabras de los políticos, ni de los filósofos, ni de los periodistas. Sólo me interesa lo que me digas Tú. Y hoy tus palabras son fuertes, recias. Me pides que te vea a ti en el rostro de mis hermanos. Si no me ayudas, si no me das tu gracia, yo no me siento con fuerzas para realizar esa gran transformación dentro de mí. Por eso vengo a rezar, a pedirte ayuda, porque te necesito.
2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 25, 31-46
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria. Serán congregadas delante de él todas las naciones, y él separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos. Pondrá las ovejas a su derecha, y los cabritos a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los de su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, recibid la herencia del Reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; era forastero, y me acogisteis; estaba desnudo, y me vestisteis; enfermo, y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a verme.» Entonces los justos le responderán: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; o sediento, ¿y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos forastero, y te acogimos; o desnudo, ¿y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o en la cárcel, y fuimos a verte?» Y el Rey les dirá cuanto hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí me lo hicisteis dirá: «En verdad os digo que.» Entonces dirá también a los de su izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el Diablo y sus ángeles. Porque tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; era forastero, y no me acogisteis; estaba desnudo, y no me vestisteis; enfermo y en la cárcel, y no me visitasteis.» Entonces dirán también éstos: «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento o forastero o desnudo o enfermo o en la cárcel, y no te asistimos?» Y Él entonces les responderá: «En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también conmigo dejasteis de hacerlo.» E irán éstos a un castigo eterno, y los justos a una vida eterna.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
No dice el Señor: lo que hicisteis con uno de estos… “es como si” me lo hicierais a mí. Dice: “conmigo lo hicisteis”. Hay que tomarse en serio el misterio de la Encarnación. Ese al que llamamos “el otro” no es una imagen, una estatua o una fotografía de Jesús. Es el mismo Jesús que vive en él “como debajo de una tienda”. Dios es amor. Y ama a todos. Cuando yo amo a una persona cualquiera, amo ese amor que Dios ha depositado en él. Por eso Dios hace a todos dignos de amor. Lo expresaba muy bien San Juan de la Cruz: “Cuando Tú me mirabas, su gracia en mí tus ojos imprimían: por eso me adamabas, y en eso merecían los míos adorar lo que en ti veían”. Constantemente el evangelio nos alerta que tenemos que ser “vigilantes”. ¿Qué tenemos que vigilar? ¿Nuestra propia salvación? Sí, pero ante todo y sobre todo, el amor que debemos dar a nuestros hermanos. Aquella pregunta altanera de Caín a Dios: ¿Acaso soy yo el guardián de mi hermano? (Gn. 4,9) se convierte en el Nuevo Testamento en la afirmación más rotunda por parte de Jesús: Efectivamente debemos ser custodios, defensores, guardianes entusiastas de “nuestros hermanos”. Sin olvidar nunca que cuando defendemos, apoyamos, y guardamos la vida de nuestros hermanos como “un tesoro o perla preciosa” estamos defendiendo y cuidando con mimo, al mismo Jesucristo.
Palabra del Papa
“Sabiduría del corazón es salir de sí hacia el hermano. A veces nuestro mundo olvida el valor especial del tiempo empleado junto a la cama del enfermo, porque estamos apremiados por la prisa, por el frenesí del hacer, del producir, y nos olvidamos de la dimensión de la gratuidad, del ocuparse, del hacerse cargo del otro. En el fondo, detrás de esta actitud hay con frecuencia una fe tibia, que ha olvidado aquella palabra del Señor, que dice: “A mí me lo hicisteis”. Por esto, quisiera recordar una vez más “la absoluta prioridad de la ‘salida de sí hacia el otro’ como uno de los mandamientos principales que fundan toda norma moral y como el signo más claro para discernir acerca del camino de crecimiento espiritual como respuesta a la donación absolutamente gratuita de Dios” (Exhort. ap. Evangelii gaudium, 179). De la misma naturaleza misionera de la Iglesia brotan “la caridad efectiva con el prójimo, la compasión que comprende, asiste y promueve”» (Mensaje del Papa Francisco para la Jornada Mundial del Enfermo 2015).
4.- ¿Qué me dice este texto hoy para mí? (Guardo silencio).
5.-Propósito. Hoy le prometo a Jesús acercarme a mis hermanos con la devoción que me acerco a recibirle en la comunión eucarística.
6.- Dios me ha hablado hoy por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, confieso que tu palabra hoy es muy exigente para mí. Me cuesta verte en mis prójimos, en los que están cerca de mí: amigos y familiares. Y se me hace imposible descubrirte en los pobres, los enfermos, los pecadores. Dame tu mirada para verles como Tú los ves. Dame tu corazón para amarlos como Tú los amas.
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