El viaje en Dios” explora la rica tradición espiritual cristiana enfocándose en la oración y la meditación. Nos acerca a las experiencias y enseñanzas de santos célebres como Agustín de Hipona, Teresa de Ávila, Tomás de Aquino y Teresa de Lisieux.
Estos santos, aunque parecen inalcanzables, revelan en sus testimonios espirituales la sencillez de su oración y su humanidad.
San Agustín, en sus “Confesiones”, nos muestra su lucha interna y su conversión continua, un proceso de transformación y redención constante, apoyado en la oración humilde y confiada.
Teresa de Ávila destaca la simplicidad y humildad en la oración, conversando con Dios con la naturalidad y la sencillez de un amigo cercano.
Teresa de Lisieux, con su “caminito” de infancia espiritual, nos enseña la importancia de la confianza total en la bondad de Dios, que perdona nuestras imperfecciones siempre.
Tomás de Aquino, a través de sus profundas oraciones personales, nos recuerda la centralidad de la humildad y la dependencia y confianza en la misericordia divina.
“El viaje en Dios” es una invitación a contemplar la relación entre la fragilidad humana y la gracia divina. Nos enseña que la búsqueda de Dios es un camino continuo de conversión, humildad y confianza basado en la oración.
No nos desanimemos por nuestras imperfecciones. La oración no requiere complejidad, sino sinceridad y sencillez. A través de esta relación honesta con Dios, podemos encontrar paz interior y verdadera santidad.
“El viaje en Dios” muestra el testimonio poderoso de confianza, lucha y redención de personas normales que alcanzaron la santidad por medio de la oración. Una llamada al encuentro personal con Cristo en medio de la vida cotidiana.
La oración de Jesús recorre todos los Evangelios. Cada una de sus acciones, de los momentos decisivos de su vida, de sus decisiones, van precedidas de una oración constante, filial, confiada, segura.
En estos Apuntes sobre la oración, tres elementos: el contexto, el texto evangélico y la oración de Jesús en primera persona, configuran la estructura de una veintena de pequeñas meditaciones. Cada una de ellas permite ser testigo de la conversación amorosa de Jesús con su Abba, con su padre, y para aprender de ella: sirven para rezar y para aprender a rezar.
Acompañar a Jesús en su oración es aprender a rezar. Aprender a confiar. Aprender a hacer la voluntad de quien quiere lo mejor para nosotros.
Jesús con su oración es maestro de oración.
Decían los antiguos que la oración es la respiración del alma. Y por sí misma hace brotar, crecer y acompañar toda experiencia religiosa.
Entre las innumerables formas de oración, los salmos son la oración de Israel que asume la Iglesia. En ellos todo queda implicado en la alabanza a Dios, desde los animales hasta las estrellas del cielo. Los 150 salmos son como la voz de la esposa Iglesia que habla con su esposo, el Señor. Es una conversación profunda, a veces con dolor, con sufrimiento. Otras con alegría, con esperanza. También con confianza, con acción de gracias. Hay un salmo para cada circunstancia de tu corazón, capaz de expresar a Dios con precisión el sentimiento más profundo que lo habita. Ese salmo es, aquí y ahora, la palabra que Dios quiere escuchar de ti.
En los salmos, además de la oración personal para el diálogo íntimo con Dios, encontramos la oración de la Iglesia que se vive en la celebración, en la liturgia.
El pueblo entero que se reúne para la alabanza a Dios con los salmos es el gran aliento de la humanidad y de la creación, alabando a su Señor y Creador.
No hay comentarios:
Publicar un comentario