1.- Oración introductoria.
Señor, hoy vengo a rezar como a Ti te gusta: con la Biblia en la mano. Necesito que en este momento me envíes tu Santo Espíritu para perforar la corteza de la letra y saborear el significado profundo de tus palabras. Necesito que tu palabra me toque por dentro y me haga cambiar. Señor, quiero parecerme cada día un poquito más a ti.
2.- Lectura reposada del evangelio. Mc. 8,27-33
Salió Jesús con sus discípulos hacia los pueblos de Cesarea de Filipo, y por el camino hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que soy yo?» Ellos le dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que uno de los profetas» Y él les preguntaba: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?» Pedro le contesta: «Tú eres el Cristo» Y les mandó enérgicamente que a nadie hablaran acerca de él. Y comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, ser matado y resucitar a los tres días. Hablaba de esto con toda claridad. Entonces Pedro se lo llevó a parte y trataba de disuadirlo. Pero él, volviéndose y mirando a sus discípulos, reprendió a Pedro, diciéndole:¡Quítate de mi vista, Satanás!, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres».
3.- Qué dice la Palabra de Dios.
Meditación-reflexión.
En este evangelio hay que distinguir entre la opinión de la gente y la opinión de los discípulos. La gente puede opinar de Jesús lo que quiera. A Jesucristo le interesa mucho más la opinión de sus discípulos. Y quiere que le manifiesten no sólo lo que es Jesús sino el significado de Jesús para ellos. Jesús no puede ser una doctrina o una teoría. Jesús es aquel que es capaz que dar pleno sentido a nuestras vidas. Aparentemente San Pedro da una respuesta correcta: Tú eres el Mesías. Es lo que pretende probar San Marcos desde el principio del Evangelio: “Jesús-Mesías-Hijo de Dios”. Justamente, en la mitad del Evangelio, Pedro, en nombre del grupo, afirma que Jesús es el Mesías. Y, al final, el Centurión, después de ver morir a Jesús, dirá que es “el Hijo de Dios”. Con todo, la respuesta de Pedro es insuficiente porque la noción que tiene del Mesías no coincide con la de Jesús. De hecho, San Pedro no acepta un Mesías que termine en una Cruz. Jesús le llega a decir a Pedro: ¡Satanás! porque le quiere desviar del camino señalado por el Padre. Tú, Pedro, ponte detrás de mí. El camino lo marco yo y no tú. Se equivocaba Pedro y nos equivocamos también nosotros, los cristianos que queremos un cristianismo sin Cruz.
Palabra del Papa.
Ciertamente, son muchos en la actualidad los que se sienten atraídos por la figura de Cristo y desean conocerlo mejor. Perciben que Él es la respuesta a muchas de sus inquietudes personales. Pero, ¿quién es Él realmente? ¿Cómo es posible que alguien que ha vivido sobre la tierra hace tantos años tenga algo que ver conmigo hoy?
En el evangelio que hemos escuchado, vemos representados como dos modos distintos de conocer a Cristo. El primero consistiría en un conocimiento externo, caracterizado por la opinión corriente. A la pregunta de Jesús: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”, los discípulos responden: “Unos que Juan el Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas”. Es decir, se considera a Cristo como un personaje religioso más de los ya conocidos. Después, dirigiéndose personalmente a los discípulos, Jesús les pregunta: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Pedro responde con lo que es la primera confesión de fe: “Tú eres el Mesías, el Hijo del Dios vivo”. La fe va más allá de los simples datos empíricos o históricos, y es capaz de captar el misterio de la persona de Cristo en su profundidad. (Benedicto XVI, 21 de agosto de 2011).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.-Propósito: Aceptaré la cruz de este día, todo aquello que me desagrada, y se lo ofreceré a Jesús.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Te doy gracias, Señor, porque hoy he aprendido a valorar mi cristianismo, a ser discípulo tuyo, no de palabra, sino de verdad. Yo no puedo pedirte que me quites los sufrimientos, los malos ratos, las incomprensiones y todo lo que esta vida lleva de carga y de peso. Lo que te pido es que no me dejes solo, que me eches una mano, que me des tu gracia para que yo pueda cargar con la cruz de cada día.
EL MANANTIAL DE LA VIDA
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