1.- Introducción.
Hoy, Jesús, vengo a la oración a escuchar unas sabias palabras que salieron de tu boca: “Aprended de mí”. En la vida hemos tenido muchos maestros, pero “uno solo es el Maestro” (Mt. 23,10). Ni siquiera los Apóstoles se llamaron maestros sino “discípulos”. Todos somos discípulos, aprendices de cristianos; siempre nos queda mucho que aprender de este gran Maestro que es Jesús.
2.- Lectura reposada del Evangelio Mateo 11, 28-30
En aquel tiempo, tomó Jesús la palabra y dijo: Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Tomad sobre vosotros mi yugo, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es suave y mi carga ligera.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión.
La tradición ha puesto a Jesús muchos títulos: el Mesías, el Señor, el Hijo del Hombre…pero la gente sencilla que acudía a Jesús cuando caminaba por las calles de Palestina le llamaría así “Jesús, el quita pesos”; “Jesús el quita cargas”. Porque todo el que se acercaba a Jesús notaba que su vida se aliviaba, se aligeraba. Jesús se dedicaba a eso: a curar, sanar, aliviar, levantar, animar. Lo dice muy bien el libro de los Hechos de los Apóstoles en un precioso resumen de la vida de Jesús: “Pasó por la vida haciendo el bien y curando a todos los oprimidos” (Hech. 10,38). No cabe duda que Jesús disfrutaba haciendo el bien. Jesús quiere que evitemos el mal, lo que hace sufrir, y nos dediquemos a aliviar la vida de los que llevan cargas demasiado pesadas que no pueden soportar. Porque hay ocasiones en las que a todos “nos pesa la vida”. ¿Qué hacer? Acudir a Jesús. En realidad sólo descansamos cuando estamos con las personas que nos quieren: el niño con su mamá, el enamorado con su enamorada. Y Jesús, el hombre del amor, el que vive henchido de la ternura del Padre, quiere que nos acerquemos a Él porque sabe que sólo en Él está nuestro verdadero descanso.
Palabra del Papa
Jesús pide que vayamos a Él, que esta es la verdadera sabiduría, a Él que es «manso y humilde de corazón»; propone «su yugo», el camino de la sabiduría del Evangelio, que no es una doctrina que hay que aprender o una propuesta ética, sino una Persona a la que hay que seguir: Él mismo, el Hijo Unigénito en perfecta comunión con el Padre.
Queridos hermanos y hermanas, hemos gustado la riqueza de esta oración de Jesús. Que también nosotros, con el don de su Espíritu, podamos dirigirnos a Dios en la oración, con confianza de hijos, invocándolo con el nombre de Padre, Abbá. Pero debemos tener el corazón de los pequeños, de «los pobres en espíritu», para reconocer que no somos auto-suficientes, que no podemos construir nuestra vida solos, que necesitamos de Dios, necesitamos encontrarle, escucharle y hablarle. La oración nos abre a recibir el don de Dios, su sabiduría, que es Jesús mismo, para llevar a cabo la voluntad del Padre en nuestra vida y encontrar así reposo en las fatigas de nuestro camino. ¡Gracias!. Benedicto XVI, 7 de diciembre de 2011.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio)
5.-Propósito: Este día lo voy a emplear no sólo a no hacer mal a nadie sino a hacer el bien a todos.
6.- Dios me ha habado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, una cosa es dormir y otra descansar. A veces me rinde el sueño y me quedo dormido, pero no descanso. El verdadero descanso no se obtiene simplemente porque tengo salud y en mi cuerpo no me duele nada. El verdadero descanso es más profundo y es necesario que el alma esté en paz. En paz paradisíaca, como cuando nuestros padres, antes del pecado, estaban en paz con Dios, con ellos mismos y con toda la creación.
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