1.- Introducción.
Señor, estas pequeñas parábolas siempre me han entusiasmado. Me han dado la clave para entender el evangelio. Es muy arriesgado vender nada sin antes haber encontrado el tesoro. Y encontrar el tesoro es encontrar la ilusión, la alegría, las ganas de trabajar, las ganas de vivir. Yo no puedo entender el cristianismo como un peso, una obligación o una ascética. Quiero vivirlo como una “mística”, como una atracción, como una seducción.
2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 13, 44-46
En aquel tiempo dijo Jesús a la gente: El Reino de los Cielos se parece a un tesoro escondido en el campo: el que lo encuentra, lo vuelve a esconder, y, lleno de alegría, va a vender todo lo que tiene y compra el campo. El Reino de los Cielos se parece también a un comerciante en perlas finas, que, al encontrar una de gran valor, se va a vender todo lo que tiene y la compra.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
No es fácil, ni tiene aliciente para nosotros, salir a buscar tesoros materiales escondidos en alguna parte del mundo. Pero todos somos testigos de haber encontrado personas que han sido y son “verdaderos tesoros”. Una buena familia es un tesoro; un buen amigo es un tesoro; una pareja de enamorados es un tesoro; un matrimonio ilusionado es un tesoro. Estas personas nos ayudan a crecer, a ver la vida de otra manera, a saber disfrutar de esta vida. Y, como cristiano, me pregunto. ¿Ha sido Jesucristo para mí un verdadero tesoro? ¿Lo es hoy día? Jesucristo, ¿me ha ayudado a cambiar? ¿He pasado horas felices con Él? El evangelio dice que, una vez descubierto el tesoro, por el gozo que siente, vende todo. Mi pertenencia a Jesús, ¿está motivada por el gozo? ¿Me siento feliz por la alegría de haberle conocido? ¿Me cuesta vender mi dinero, mi comodidad, mi prestigio, mi instalación? ¿De verdad que le creo a Jesucristo capaz de hacerme plenamente feliz? O, de otra manera, ¿Qué pasaría en mi vida si me quitaran a Jesucristo? ¿Sería un verdadero trauma? ¿O seguiría mi vida sin más?
Palabra del Papa
Es importante que se creen en la Iglesia las condiciones favorables para que puedan aflorar tantos «sí», en respuesta generosa a la llamada del amor de Dios. Será tarea de la pastoral vocacional ofrecer puntos de orientación para un camino fructífero. Un elemento central debe ser el amor a la Palabra de Dios, a través de una creciente familiaridad con la Sagrada Escritura y una oración personal y comunitaria atenta y constante, para ser capaces de sentir la llamada divina en medio de tantas voces que llenan la vida diaria. Pero, sobre todo, que la Eucaristía sea el «centro vital» de todo camino vocacional: es aquí donde el amor de Dios nos toca en el sacrificio de Cristo, expresión perfecta del amor, y es aquí donde aprendemos una y otra vez a vivir la “gran medida” del amor de Dios. Palabra, oración y Eucaristía son el tesoro precioso para comprender la belleza de una vida totalmente gastada por el Reino. Benedicto XVI, 13 de febrero de 2012.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado.
5.- Propósito. Hoy voy a estar contento pensando en que Jesús es mi amigo, me quiere y se fía de mí.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor-Jesús, te quiero agradecer estas parábolas que son auténticas perlas que me lleva a descubrir mis motivaciones más profundas a la hora de decirte que sí. Creo que soy sincero al decirte que, a pesar de mis muchas limitaciones y pecados, he podido mantener a lo largo de mi ya larga vida, un amor apasionado a tu persona. He sido muy feliz contigo y, cuando me he apartado de ti, me he sentido muy triste y solo; la vida se me hacía insoportable. Gracias, Señor. Porque he experimentado una bonita manera de decirte que sí: el no poder ya decirte que no.
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