1.- Oración introductoria.
Hoy, Señor, quiero aprender la gran lección de mi vida: Lo poco que yo puedo hacer sin ti: “no puedo hacer nada”. Y lo mucho que puedo hacer contigo: “puedo dar mucho fruto”. Siendo esto así, ¿A qué espero? ¿Cuándo voy a desconfiar de mí mismo y a confiar plenamente en Ti? ¿Cuándo te voy a tomar en serio? Yo no quiero ser un sarmiento seco, no quiero llevar una vida estéril. Quiero ser un sarmiento bien injertado en Ti. Quiero vivir una vida en plenitud.
2.- Lectura reposada del evangelio: Juan 15, 1-8
«Yo soy la vid verdadera, y mi Padre es el viñador. Todo sarmiento que en mí no da fruto, lo corta, y todo el que da fruto, lo limpia, para que dé más fruto. Vosotros estáis ya limpios gracias a la Palabra que os he anunciado. Permaneced en mí, como yo en vosotros. Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo, si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí. Yo soy la vid; vosotros los sarmientos. El que permanece en mí y yo en él, ése da mucho fruto; porque separados de mí no podéis hacer nada. Si alguno no permanece en mí, es arrojado fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen, los echan al fuego y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que queráis y lo conseguiréis. La gloria de mi Padre está en que deis mucho fruto, y seáis mis discípulos».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Está claro que unos sarmientos separados de la vid no pueden dar ningún fruto. Es la palabra explícita de Jesús. Pero ¿Hemos pensado en el fruto que puede dar una vid sin sarmientos? Implícitamente, Jesús nos quiere decir que, por voluntad suya, quiere nuestra colaboración. Y aquí radica nuestra gran responsabilidad. La savia, es decir, la vida, el amor, que viene de la Vid, ha de pasar por nosotros, sus sarmientos, para que llegue a todos los que todavía no conocen a Cristo. Somos la prolongación de Cristo en el mundo. Naturalmente que esto supone vivir en una intimidad, en una unidad con Jesús. Y esta unidad con Cristo es tan maravillosa que le hace exclamar a Jesús: “La gloria del Padre, el orgullo del Padre, la alegría del Padre es vernos unidos”. Cuando el Padre Dios nos ve unidos a su Hijo, compartiendo con Él la misma mesa, el mismo pan, y la misma misión, se emociona y nos dice: ¡Pedid lo que queráis! El Padre está tan contento que está dispuesto a entregarnos sus tesoros, su inmensa riqueza. Y me pregunto: ¿Puede haber mayor riqueza para nosotros que el ver a nuestro Padre Dios tan contento y tan feliz?
Palabra del Papa
Para realizar esto, debéis permanecer unidos a Cristo. Sus palabras son la base de vuestra eficacia: «Yo soy la vid. Vosotros los sarmientos… porque sin mí no podéis hacer nada» (Jn 15,5). Él os llama también hoy a un mayor amor, porque os invita a una permanente conversión del corazón. Os llama a una mayor unión con El en su Iglesia, pues es allí donde le encontráis. Y la unión con Cristo en su Iglesia es la condición esencial de toda vuestra eficacia apostólica. Es Cristo quien os confía vuestra misión, una misión que, sin embargo, está coordinada dentro de la unidad de su Cuerpo mediante los Pastores de la Iglesia. Esto explica el gran valor que tiene una amorosa comunión de fe y disciplina con vuestros obispos quienes, como dice la Carta a los Hebreos, «velan sobre vuestras almas, como quien ha de dar cuenta de ellas» (He 13,17). (Discurso en Filipinas de Juan Pablo II el 20 de febrero de 1981)
“Jesús es la vid y a través de Él –como la linfa en el árbol– hace llegar a los sarmientos el amor mismo de Dios, el Espíritu Santo. Es así: nosotros somos los sarmientos, y a través de esta parábola, Jesús nos quiere hacer entender la importancia de estar unidos con Él. Los sarmientos no son autosuficientes, sino que dependen totalmente de la vid, en la cual se encuentra el manantial de la vida de ellos. Así es para nosotros los cristianos. Insertados con el bautismo en Cristo, hemos recibido de Él gratuitamente el don de la vida nueva y podemos quedarnos en comunión vital con Cristo. (Homilía de S.S. Francisco, 3 de mayo de 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Guardo silencio).
5.- Propósito: Intentaré llevarme bien con mis hermanos con el fin de complacer a Dios.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, quiero agradecerte hoy especialmente tu palabra. Me has revelado los mismos sentimientos del Padre. Gracias porque ya sé lo que al Padre le agrada: que nos llevemos bien, que estemos unidos, que nos mantengamos bien injertados en la Vid, es decir, en tu hijo Jesús. Gracias porque has querido unirnos a tu Hijo para vernos a nosotros con la misma mirada y amarnos a nosotros con el mismo amor que le amas a Él.
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