¡Cuánto más el Padre el cielo dará el Espíritu Santo!
1.- Oración introductoria.
Hoy, Señor, te pido más que nunca que me envíes tu Espíritu Santo. Sin Él yo no puedo rezar la oración del Padre Nuestro. Es verdad que en este día nos hablas de la necesidad que tenemos de rezar; pero déjame que te agradezca especialmente el detalle que has tenido de dejarnos esa maravillosa oración del Padre Nuestro. Es el compendio de la vida cristiana. Lo que caracteriza nuestra vida de cristianos es el sentirnos amados, atraídos, abrazados, envueltos en la ternura de un Dios que es Amor. Gracias, Señor, por tu desmedida, por tu despilfarro.
2.- Lectura reposada del evangelio: Lucas 11, 5-13
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: Si uno de vosotros tiene un amigo y, acudiendo a él a medianoche, le dice: «Amigo, préstame tres panes, porque ha llegado de viaje a mi casa un amigo mío y no tengo qué ofrecerle», y aquél, desde dentro, le responde: «No me molestes; la puerta ya está cerrada, y mis hijos y yo estamos acostados; no puedo levantarme a dártelos», os aseguro, que si no se levanta a dárselos por ser su amigo, al menos se levantará por su importunidad, y le dará cuanto necesite. Yo os digo: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá. ¿Qué padre hay entre vosotros que, si su hijo le pide un pez, en lugar de un pez le da una culebra; o, si pide un huevo, le da un escorpión? Si, pues, vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más el Padre del cielo dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan!
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Es interesante conocer los tres verbos que usa Jesús para la oración. El que ora pide, busca y llama. En este pasaje no se dice qué es lo que se pide, qué es lo que se busca, por qué y dónde se llama. Lo importante es la actitud de pedir, de buscar, de llamar. El hombre recurre a Dios como un pobre, que necesita de la riqueza de Dios; como extraviado, que necesita volver al verdadero camino; como un descartado, sin techo y sin hogar, que necesita volver a la casa del Padre donde encuentra: comprensión, ternura, y lo que no podía imaginar: banquete, alegría, música, fiesta. Notemos la diferencia de este evangelio con relación a la versión de Mateo. Aquí se dice: “Cuanto más el Padre dará cosas buenas a los que se lo pidan” (Mt. 7,11). Lucas, ha cambiado el “cosas buenas” por el Espíritu Santo. La comunidad de Lucas ha descubierto que, entre las cosas buenas que el Padre nos puede dar, nada mejor que el Espíritu Santo. Hay una verdadera unión entre el Espíritu Santo y la auténtica oración. Nosotros no sabemos pedir. Es el Espíritu de Jesús, que habita dentro de nosotros, el que clama desde nuestro interior y nos ayuda a decir ABBA-PAPA (Ro. 8,15). Es el Espíritu Santo el que nos lleva a la auténtica y verdadera oración: la de sentir el gozo, el estremecimiento, de poder hablar con Dios como un niño pequeño con su papá. Sin la ayuda del Espíritu Santo, incluso la oración del Padre Nuestro se puede convertir en una oración más, sin profundizar en la novedad que le dio Jesús.
Palabra del Papa
“Porque todo el que pide recibe, y el que busca encuentra y al que llama, se le abrirá’. Pero se necesita, buscar y tocar a la puerta. Nosotros, ¿nos involucramos en la oración? ¿Sabemos tocar el corazón de Dios? En el evangelio Jesús dice: ‘Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más su Padre celestial dará el Espíritu Santo a quienes se lo pidan!’ Esto es algo grande. Cuando oramos valientemente, el Señor nos da la gracia, e incluso se da a sí mismo en la gracia: el Espíritu Santo, es decir, ¡a sí mismo! Nunca el Señor da o envía una gracia por correo: ¡nunca! ¡La lleva Él mismo! ¡Él es la gracia! Lo que pedimos es un poco como el papel en que se envuelve la gracia. Pero la verdadera gracia es Él que viene a traérmela. Es Él. Nuestra oración, si es valiente, recibe lo que pedimos, pero también aquello que es lo más importante: al Señor”. (Cf. S.S. Francisco, 10 de octubre 2013, homilía en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar. (Silencio)
5.- Propósito: Hoy rezaré un Padre Nuestro, como si fuera la primera vez que lo hago. Y para ello, invocaré antes al Espíritu Santo.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Hoy, Señor, te quiero agradecer el haber entendido la necesidad que tengo del Espíritu Santo para rezar. Los judíos no se atrevían a rezar el Padre Nuestro. Esa familiaridad con Dios, era inaceptable para ellos. Fue necesaria la fuerza del Espíritu Santo para poder hablar con Dios como un niño: con esa sencillez, con esa cercanía, con ese encanto. Nunca te daremos gracias suficientes por el inmenso regalo de habernos revelado el verdadero rostro de Dios.
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