El fuego de una mirada.
1.-Oración introductoria.
Hoy, Señor, vengo a pedirte en este rato de oración, que me des una cura de humildad. A veces, como el joven rico, presumo de ser bueno, de cumplir normas y preceptos, de pasar por el mundo como buena gente. Y esto me pasa hasta que no me encuentro contigo y me dejo preguntar: ¿quieres ir un poco más allá de lo humanamente correcto? ¿Dejas que te lleve a una vida más exigente pero maravillosa? Señor, dame tu gracia para saber decirte que sí.
2.- Lectura reposada del evangelio. Marcos 10, 17-27
Se ponía ya en camino cuando uno corrió a su encuentro y arrodillándose ante él, le preguntó: «Maestro bueno, ¿qué he de hacer para tener en herencia vida eterna?» Jesús le dijo: «¿Por qué me llamas bueno? Nadie es bueno sino sólo Dios. Ya sabes los mandamientos: No mates, no cometas adulterio, no robes, no levantes falso testimonio, no seas injusto, honra a tu padre y a tu madre». El, entonces, le dijo: «Maestro, todo eso lo he guardado desde mi juventud». Jesús, fijando en él su mirada, le amó y le dijo: «Una cosa te falta: anda, cuanto tienes véndelo y dáselo a los pobres y tendrás un tesoro en el cielo; luego, ven y sígueme». Pero él, abatido por estas palabras, se marchó entristecido, porque tenía muchos bienes. Jesús, mirando a su alrededor, dice a sus discípulos: «¡Qué difícil es que los que tienen riquezas entren en el Reino de Dios!» Los discípulos quedaron sorprendidos al oírle estas palabras. Mas Jesús, tomando de nuevo la palabra, les dijo: «¡Hijos, ¡qué difícil es entrar en el Reino de Dios! Es más fácil que un camello pase por el ojo de la aguja, que el que un rico entre en el Reino de Dios». Pero ellos se asombraban aún más y se decían unos a otros: «Y ¿quién se podrá salvar?» Jesús, mirándolos fijamente, dice: «Para los hombres, imposible; pero no para Dios, porque todo es posible para Dios».
3.- Qué dice el texto bíblico.
Meditación-Reflexión
Me impresiona la actitud de Jesús con aquel joven: “fijando en él su mirada, le amó”. Es difícil sustraerse a la mirada de Jesús. Miró a Zaqueo y cambió de vida. Miró a Leví y lo convirtió en apóstol. Miró al buen ladrón y se lo llevó inmediatamente al paraíso. ¡Qué fuerza de seducción tenía la mirada de Jesús! ¿Por qué aquel joven no se fue detrás de Jesús? Porque era muy rico. Jesús nunca le reprochó sus riquezas. Y le amó siendo rico. Pero Jesús nunca obliga, siempre respeta nuestra libertad, llama a nuestra casa, pero no tira la puerta. Llama y espera la respuesta. Aquel día Jesús se lo pasó mal. Descubrió el poder de la riqueza que de tal manera avasalla el corazón de las personas que no les deja ya libertad para decidirse por Jesús. Aquel joven “se marchó entristecido”. ¿Por qué? Jesús no le ha quitado nada de lo que antes tenía. Pero aquel joven se dio cuenta de que había perdido la gran oportunidad de su vida. Se quedó con su dinero, pero se quedó sin Jesús. Y ese dinero que antes le producía felicidad, desde ahora le produce tristeza. Y ya durante toda su vida tuvo que soportar, sin poder ahogarlo, el fuego de una mirada.
Palabra del Papa.
Una vez les pregunté: ¿Dónde está su tesoro? ¿En qué descansa su corazón? (cf. Entrevista con algunos jóvenes de Bélgica, 31 marzo 2014). Sí, nuestros corazones pueden apegarse a tesoros verdaderos o falsos, en los que pueden encontrar auténtico reposo o adormecerse, haciéndose perezosos e insensibles. El bien más precioso que podemos tener en la vida es nuestra relación con Dios. ¿Lo creen así de verdad? ¿Son conscientes del valor inestimable que tienen a los ojos de Dios? ¿Saben que Él los valora y los ama incondicionalmente? Cuando esta convicción desaparece, el ser humano se convierte en un enigma incomprensible, porque precisamente lo que da sentido a nuestra vida es sabernos amados incondicionalmente por Dios. ¿Recuerdan el diálogo de Jesús con el joven rico? El evangelista Marcos dice que Jesús lo miró con cariño, y después lo invitó a seguirle para encontrar el verdadero tesoro. Les deseo, queridos jóvenes, que esta mirada de Cristo, llena de amor, les acompañe durante toda su vida.» (S.S. Francisco, Mensaje para la Jornada Mundial de la Juventud 2015).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.-Propósito Analizar mi vida para ver si hay algo que le doy más importancia que a Jesús.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Hoy, Señor, te doy gracias porque, a pesar de mis pecados, mis errores, mis debilidades, Tú nunca te has cansado de mirarme con amor. Y ésta es mi verdadera riqueza. Yo sé que Tú nunca te cansas de amarme y, aunque te he defraudado tantas veces, siempre me has esperado con cara sonriente, sin reprocharme nada. ¡Eres maravilloso! ¿Cómo no voy a seguirte?
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