1. Pérdidas y privación, que pueden ser múltiples. Ya la milenaria literatura clásica reconoce que no es sólo la muerte la que conduce a un sufrimiento, sino una variedad de pérdidas, carencias, privaciones, conflictos, omisiones, muerte; ya Cicerón indicaba: por la angustia, pobreza, vida sin honores ni gloria u otras como el exilio, la destrucción de la patria, la esclavitud, la ceguera, la muerte y «todo accidente al que se suele dar el nombre de calamidad»
Las pérdidas pueden ser las siguientes:
a) De bienes materiales: objetos y bienes económicos.
b) De bienes inmateriales: libertad, prestigio, posición social, identidad personal, autoestima, ilusiones, honor, verdad, posibilidades, raíces culturales, patria, trabajo, bienes axiológicos (valores), crisis espirituales-religiosas.
c) De la propia corporeidad: salud, integridad corporal y capacidades. También a la hora de afrontar las etapas evolutivas de la propia existencia.
d) De contactos, vínculos y relaciones afectivas: alejamiento o separación parcial/definitiva de alguien vinculado a través de lazos afectivos de compañerismo, amistad, amor, familiaridad, matrimonio (separaciones).
2. Carencia / Omisión: de lo que no se pudo tener, ser, hacer, vivir, amar, ser amado... El duelo nos demuestra que vamos siempre unos pasos detrás del ideal de nuestra vida.
Conflictos relacionales que con sus causas, circunstancias, formas y consecuencias (entre ellas la dificultad de perdonar) abren profundos surcos de sufrimiento que hay que elaborar.
- Crisis existenciales que hacen entrar en el “duelo a-virtuoso”, como es, entre otras, la crisis de esperanza, misión y sentido vital, que puede concluir en una severa depresión y hasta en suicidio1.
- Muerte de seres queridos y la propia muerte, en un proceso dialéctico de inadaptación-adaptación.
Desde que nacemos estamos expuestos a la posibilidad de pérdidas, privaciones, sufrimiento y muerte. «La vida terrena es continuo duelo», comentaba con agudeza santa Teresa de Jesús, porque «El amor mundano/ apega a esta vida». en Ayes del destierro, estrofas 6 y 5.
El sufrimiento es una experiencia primordial de quien se relaciona, ama, se apega afectivamente y debe decir adiós
El poeta Miguel Hernández escribió en su Cancionero y romancero de ausencia: «Con tres heridas yo: / la de la vida, / la de la muerte, / la del amor». No hay que olvidar que el trabajo de duelo para sanar una herida nos demuestra que estamos siempre detrás del ideal de nuestra vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario