En la tarde del Domingo, 19 de junio, a las 17:30 en la Catedral de Teruel, la Diócesis despedirá a Don Carlos Escribano, quien ha sido nuestro obispo desde 2010. Os invitamos a todos a acompañar a Don Carlos y despedirnos celebrando una Eucaristía en Acción de Gracias por su trabajo al frente de nuestra Diócesis.
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QUE DIOS OS BENDIGA
Doy gracias a Dios por los años que he podido compartir con vosotros en la diócesis de Teruel y Albarracín. Sí, la Providencia guía nuestras vidas. Muchas veces necesitamos distancia y tiempo para comprender sus designios… pero siempre, al final, constatamos que son para bien.
Puede sonar a tópico, pero me será imposible olvidar nuestra Catedral, donde fui ordenado obispo hace casi seis años. Aquel momento de gracia e incertidumbre personal fue dando paso a unos años de trabajo e ilusión en los que muchos de vosotros os habéis convertido en compañeros de camino y de vida. Debo confesar sin rubor que después de estos años de ministerio en tierras turolenses me voy con el corazón cargado de gratitud.
Como ya os dije cuando se anunció mi nombramiento como nuevo obispo de la diócesis de Calahorra, La Calzada - Logroño, quiero dar gracias a mis hermanos sacerdotes. Tanto a los españoles como a los que han venido desde Colombia y Camerún a ayudarnos en nuestras tareas pastorales. A todos los he sentido cercanos. Han sido leales colaboradores que, a pesar de las dificultades, siguen buscando caminos para anunciar el Evangelio. Reconozco que la Visita Pastoral a los arciprestazgos de la diócesis ha sido un gran regalo a la hora de poder compartir con mis curas momentos de trabajo y franca fraternidad. Gracias a nuestros seminaristas por su compromiso con nuestra tierra y nuestra Iglesia. Recuerdo con especial cariño a todos los sacerdotes que estos años han fallecido y que como obispo he tenido el privilegio de presidir sus exequias y agradecer su entrega a favor de esta Iglesia diocesana.
Gracias también a los religiosos y religiosas de nuestra diócesis. Me he encontrado muy a gusto en todos nuestros encuentros y doy gracias por haber podido conocer más de cerca vuestras congregaciones y carismas. Os lo he dicho muchas veces, pero creo que enriquecéis enormemente a esta porción del pueblo santo de Dios que peregrina en tierras de Teruel y Albarracín. También con dolor y gratitud hemos tenido que despedir en estos años a algunas órdenes religiosas y con alegría hemos recibido a otras. Gracias a los misioneros, sacerdotes y religiosos, que con tanto orgullo llevan a los pueblos de Teruel en el corazón cuando van a otros lugares a anunciar a Jesucristo y su mensaje de salvación.
Gracias a los seglares de toda la diócesis. A tantos fieles que vivís vuestra fe en medio de los avatares de la historia con sencillez y perseverancia y que participáis asiduamente en la vida de la Iglesia. Gracias a los que habéis descubierto la grandeza del bautismo y con constancia intentáis ser servidores de los demás, trabajando en distintas tareas en vuestras parroquias, movimientos, asociaciones, cofradías y hermandades. Especialmente gracias a los que trabajáis a favor de los más pobres y débiles: ellos son los preferidos del Señor. He tenido la oportunidad de conoceros a muchos de vosotros, queridos seglares, en la visita pastoral, en mi visita a las parroquias de la diócesis y en tantas actividades que se han desarrollado en estos años en la vida diocesana: en temas de caridad, liturgia, catequesis, peregrinaciones, religiosidad popular, fundaciones… Y sin importar la edad: niños, jóvenes y adultos. ¡Cuánto he aprendido de vosotros! ¡Cuánta ilusión, buen hacer y compromiso generoso!
Gracias también a los que formáis parte de las Delegaciones y organismos diocesanos y al personal del obispado que os esforzáis, en el día a día, en hacernos a todos las cosas más fáciles. Gracias al personal del Seminario Conciliar y del Colegio diocesano. Y a mis Vicarios y equipos de gobierno: buenos colaboradores y excelentes amigos. Gracias también a las autoridades civiles con quienes hemos intentado colaborar en estos años con lealtad.
Os decía al principio que me será difícil olvidar nuestra Catedral de Teruel. La otra noche, paseando, los andamios que hoy la rodean y que facilitan los trabajos para rejuvenecer sus fachadas vetustas, me evocaban la trasformación permanente a la que está sujeto este organismo vivo que es la diócesis de Teruel y Albarracín. Es verdad, entramos en tiempo de andamios, de aparente provisionalidad hasta la llegada de un nuevo Obispo. Pero basta traspasar la puerta de la Catedral para redescubrir la serena belleza interior de nuestro templo que evoca lo perenne, lo que permanece, en definitiva nuestra fundamentación en Cristo, que es el mismo ayer hoy y siempre y que en el hoy de nuestra Iglesia se nos presenta como rostro de la Misericordia del Padre. Sí, esta es una Iglesia viva, asentada en Cristo, que sigue funcionando con vigor, esperanza y alegría. Estoy seguro que con la ayuda del Espíritu Santo, la intercesión de nuestros mártires y el trabajo de todos los que formáis esta gran Iglesia diocesana, encontrareis los caminos adecuados para dar respuesta a las necesidades que existen hoy en la evangelización de nuestro querido Teruel.
Hasta siempre queridos hermanos. Os pido perdón si en algo os he ofendido y muchas gracias. Con afecto, mi bendición:
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