Reflexión del Papa Francisco
La Virgen va a visitar a Isabel, e Isabel le dice: «He aquí, apenas oí tu saludo, el niño saltó de alegría en mi seno».
Todo es alegría. Pero nosotros cristianos no estamos muy acostumbrados a hablar de alegría, de gozo. Creo que muchas veces nos gustan más los lamentos. ¿Qué es la alegría? La clave para comprender esta alegría es lo que dice el Evangelio: "Isabel fue colmada de Espíritu Santo".
Es el Espíritu Santo quien nos da la alegría. En la primera oración de la misa hemos pedido también la gracia de la docilidad al Espíritu Santo, quien nos da la alegría.
[...] A mí me gusta pensar: los jóvenes cumplen la Ley; los ancianos tienen la libertad de dejar que el Espíritu les guíe. Es hermoso esto. Es precisamente el Espíritu quien nos guía. Él es el autor de la alegría, el creador de la alegría. Y esta alegría en el Espíritu nos da la verdadera libertad cristiana. Sin alegría, nosotros, cristianos, no podemos llegar a ser libres. Nos convertimos en esclavos de nuestras tristezas.
No se puede llevar adelante el Evangelio con cristianos tristes, desesperanzados, desalentados; no se puede. Esta actitud es un poco funeraria. En cambio, la alegría cristiana deriva precisamente de la alabanza a Dios.
[...] Es precisamente ella, la Virgen quien trae las alegrías. La Iglesia la llama causa de nuestra alegría, causa nostrae letitiae.¿Por qué? Porque trae nuestra alegría más grande, trae a Jesús. Y trayendo a Jesús hace que este niño salte de alegría en el seno de la madre. Ella trae a Jesús. Ella con su oración hace que el Espíritu Santo irrumpa. Irrumpe ese día de Pentecostés; estaba allí.
Debemos rezar a la Virgen para que al traer a Jesús nos dé la gracia de la alegría, de la libertad; nos dé la gracia de alabar, de hacer oración de alabanza gratuita, porque Él es digno de alabanza, siempre. (Homilía en Santa Marta, 01 de junio de 2013)
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