Hoy leemos en el Evangelio de Mateo el bello episodio de la Transfiguración del Señor. Jesús quiso dar ánimos a sus apóstoles para los tiempos difíciles que vendrían después, pero los discípulos no entendieron nada. Ya Pedro creyó que había llegado a la gloria y decidió dar continuidad a ese momento construyendo tres chozas… para Jesús, para Moisés, para Elías… Nosotros, por el contrario, si debemos entender ese esfuerzo del Señor Jesús por hacerse comprender, aunque, muchas veces, nosotros tenemos los ojos tan cerrados como los apóstoles hace más de dos mil diecisiete años.
EVANGELIO
LECTURA DEL SANTO EVANGELIO SEGÚN SAN MATEO 17, 1-9
En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan, y subió con ellos aparte a un monte alto. Se transfiguró delante de ellos, y su rostro resplandecía como el sol, y sus vestidos se volvieron blancos como la luz. De repente se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
«Señor, ¡qué bueno es que estemos aquí! Si quieres, haré tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías».
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
«Este es mi Hijo, el amado, en quien me complazco. Escuchadlo».
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y, tocándolos, les dijo:
«Levantaos, no temáis».
Al alzar los ojos, no vieron a nadie más que a Jesús, solo.
Cuando bajaban del monte, Jesús les mandó:
«No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos».
Palabra del Señor.
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