¡Yo te alabo Padre, Señor del cielo y de la tierra!
1.- Introducción.
Hoy, Jesús, vengo a rezar no para pedirte nada, sino para agradecerte todo lo que has hecho conmigo. Y quiero unir mi alabanza a la tuya y dar gracias al Padre por ser tan bueno y tan generoso. Sólo le interesa que lo pasemos bien, que disfrutemos de todo lo que Él ha creado para nosotros, que vivamos alegres y seamos felices.
2.- Lectura sosegada del evangelio: Mateo 11, 25-27
Por aquel tiempo tomó Jesús la palabra y dijo: Yo te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque ocultaste estas cosas a los sabios y discretos y las revelaste a los pequeñuelos. Sí, Padre, porque así te ha parecido bien. Todo me ha sido entregado por mi Padre y nadie conoce al Hijo sino el Padre y nadie conoce al Padre sino el Hijo y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Jesús ha unido la alabanza al Padre con el Señor del cielo y de la tierra. Si sólo hubiera alabado al Padre, Señor del cielo, hubiéramos pensado que Dios sólo quiere que seamos felices después de la muerte. Pero el Padre quiere que seamos también felices en esta tierra. Es Él quien ha creado este mundo maravilloso para que lo disfrutemos. El Padre Dios goza cuando nosotros disfrutamos de la inmensidad de los mares, de la arena de las playas, de las montañas nevadas, de la belleza de los lirios del campo, de la higuera que echa yemas y anuncia la cercanía de la primavera. Jesús nos enseñó a disfrutar de la Naturaleza porque detrás de cada árbol, de cada animal, de cada brisa, de cada canto de pájaro, está el Padre Dios. Todas las criaturas son huella del amor del Padre. Y, sobre todo, quiere que descubramos el rostro de Dios en el rostro benévolo de nuestros hermanos (Gn. 33,10). De todo esto sólo pueden disfrutar aquellos que son “sencillos y pequeños”. Es más, sólo a éstos Dios les hace la máxima revelación de sí mismo. Sólo a los pequeñitos Jesús revela el verdadero rostro de Dios.
Palabra del Papa
Dios ha ocultado estas cosas a «sabios y entendidos», dándolas a conocer a los pequeños, a los humildes, a los sencillos de corazón. Por su «sí» a la llamada de Dios, la Virgen María manifiesta entre los hombres el amor divino. En este sentido, Ella, con sencillez y corazón de madre, sigue indicando la única Luz y la única Verdad: su Hijo Jesucristo, que «es la respuesta definitiva a la pregunta sobre el sentido de la vida y a los interrogantes fundamentales que asedian también hoy a tantos hombres y mujeres del continente americano». Asimismo, Ella «continúa alcanzándonos por su constante intercesión los dones de la eterna salvación. Con amor maternal cuida de los hermanos de su Hijo que todavía peregrinan y se debaten entre peligros y angustias hasta que sean llevados a la patria feliz». Benedicto XVI, 12 de diciembre de 2011.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto que acabo de meditar.
5.-Propósito: Mirar el mundo como creación de Dios y disfrutar en este día como un niño que cae en la cuenta de lo maravilloso que es el tener a Dios como Padre.
6.-Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Hoy, Padre bueno, quiero darte gracias, necesito darte gracias porque cuando creabas este mundo ya estabas pensando en mí y te alegrabas de que yo lo pudiera disfrutar. Gracias, Padre, porque te lo pasas bien viendo que nosotros, tus hijos, nos lo pasamos bien. Gracias por ese amor tan grande y desinteresado. ¿Cuándo voy a caer en la cuenta de que el fiarme plenamente de Ti es la causa de mi verdadera alegría?
Señor Jesús, ten piedad de nosotros y concédenos la paz y la unidad, no permitas que nos soltemos de tus manos y danos un corazón capaz de amar como tú nos amas. María Madre nuestra, auxílianos en estas difíciles horas de la tribulación, se nuestra fuerza y consuelo. Cúbrenos con tu manto y que la sangre de tu bendito Hijo nos proteja de todo mal.
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