Juan era la lámpara que ardía y brillaba
1.- Oración introductoria.
Señor, se acerca la Navidad y yo quiero prepararme para recibirte como a ti te gusta. No necesito las grandes luces con las que se adornan las ciudades. Yo, al estilo de Juan, quiero ser una pequeña lámpara “que arda e ilumine”. Que arda por dentro e ilumine por fuera. Que arda en un amor encendido hacia ti y manifieste este amor a mis hermanos con obras concretas.
2.- Lectura reposada del evangelio: Juan 5, 33-36
Vosotros enviasteis mensajeros a Juan, y él ha dado testimonio en favor de la verdad. No es que yo dependa del testimonio de un hombre; si digo esto es para que vosotros os salvéis. Juan era la lámpara que ardía y brillaba, y vosotros quisisteis gozar un instante de su luz. Pero el testimonio que yo tengo es mayor que el de Juan: las obras que el Padre me ha concedido llevar a cabo, esas obras que hago dan testimonio de mí: que el Padre me ha enviado.
3.- Qué dice el texto
Reflexión
En el Evangelio de hoy, Cristo nos lanza un reto: el de ser lámparas como Juan el Bautista. Lámparas que arden y brillan. En la parábola de las vírgenes, todas fueron a esperar al Señor. Las necias llevaban lámparas, pero “apagadas” por no llevar aceite. Lámparas apagadas somos nosotros cuando no hacemos las cosas con amor. Podemos lucir, incluso brillar, como los fuegos artificiales, pero se apagan enseguida. Y es una pena ofrecer al Señor una lámpara apagada. Queda negra, fea. Así no nos podemos presentar al Señor. El que no arde por dentro no puede iluminar, ni menos incendiar. En cambio las vírgenes prudentes llevaban las lámparas encendidas con el aceite del verdadero amor. Éstas ponen fuego, ardor, entusiasmo, en la vida. Y éstas siempre están preparadas para recibir al esposo. Ellas sí que entraron con el Esposo a la fiesta, al banquete de unas bodas eternas.
Palabra del Papa
«Aunque sea una lucecita en medio de tantos fuegos artificiales». De este modo, queridos hermanos y hermanas, toda vuestra existencia debe ser, como la de san Juan Bautista, un gran reclamo vivo, que lleve a Jesucristo, el Hijo de Dios encarnado. Jesús afirmó que Juan era «una lámpara que arde y alumbra» (Jn 5, 35). También vosotros debéis ser lámparas como él. Haced que brille vuestra luz en nuestra sociedad, en la política, en el mundo de la economía, en el mundo de la cultura y de la investigación. Aunque sea una lucecita en medio de tantos fuegos artificiales, recibe su fuerza y su esplendor de la gran Estrella de la mañana, Cristo resucitado, cuya luz brilla -quiere brillar a través de nosotros- y no tendrá nunca ocaso”. (Benedicto XVI, sábado 8 de septiembre de 2007)
5.- Propósito: Hablaré de las cosas de Dios con entusiasmo, con gozo, con cara sonriente.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra y ahora yo le respondo con mi oración.Señor, después de este encuentro contigo, siento dentro de mí aquella impresión de los discípulos de Emaús: su corazón ardía por dentro. Haz que yo nunca hable de ti de una manera aséptica, fría, rutinaria, poco convincente. Haz que mis palabras acerca de ti, de tu Reino, de tu Proyecto, sean briosas, ardientes, apasionadas, como son siempre las palabras de los enamorados.
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