He aquí que yo envío a mi mensajero para que vaya delante de ti
y te prepare el camino.
INTRODUCCIÓN
“Seria monstruoso pensar en un Dios que se acerca a los hombres precisamente para agravar nuestra situación e impedir nuestra felicidad. Cuando Jesús se presenta al bautista lo hace como alguien que ayuda a ver, que ofrece apoyo para caminar, que limpia nuestra existencia, que pone vida y Buena Noticia en nuestras vidas. Pero el Dios de la ternura y de la vida también puede defraudar: Hay personas que se han hecho un Dios a su imagen y semejanza, y por nada del mundo quieren desprenderse. El Dios encarnado rompe sus parámetros. De ahí que el mismo Jesús dijera: ¡Dichoso el que no se escandalice de mí! Dios siempre es el mismo: perdón sin límite, comprensión en la debilidad, consuelo en la mediocridad, esperanza en la oscuridad, amistad en la soledad, ternura en la lucha, vida siempre. Dichosos los que descubren que ser creyente no es odiar la vida sino amarla; no es bloquear o mutilar nuestro ser, sino abrirlo a sus mejores posibilidades”. (F. Ulibarri)
LECTURAS DEL DÍA
Primera lectura: Is 35, 1-6.8.10. Segunda lectura: Sant 5, 7-10
EVANGELIO
San Mateo 11, 2-11
Todos los textos de este tercer Domingo de Adviento nos hablan de la alegría. Una alegría desbordante que incluso adquiere proporciones cósmicas: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrarán el páramo y la estepa, florecerá como flor de narciso, se alegrará con gozo y alegría”. (1ª lectura). ¿Cuál es el motivo de la alegría?
1.- Alegraos porque el Señor está cerca. Es curioso descubrir cómo todos los acontecimientos que tienen una relación con el Nacimiento de Jesús están llenos de alegría.
– Alegría rezuman las palabras del Ángel a María en la Anunciación. “Alégrate, María, la llena de gracia”.
– Alegría las palabras de su prima Isabel cuando ésta sale al encuentro de María: ¿De dónde a mí la dicha que venga a visitarme la Madre de mi Señor? “Feliz tú, María, porque has creído”…
– Alegría del niño Juan que, en el vientre de su madre, da un salto de júbilo…
– Alegría del ángel que anuncia al salvador en Belén: “Os anuncio un gran gozo: os ha nacido un Salvador”.
– Y alegría del anciano Simeón que cuando tiene en sus brazos al Salvador dice que ya no le tiene ningún miedo a la muerte. El Mesías que aquí aparece es un Mesías que viene al mundo a traernos la alegría.
Hoy, a más de 20 siglos de distancia de los hechos, nos preguntamos: ¿Se nota que el Mesías está con nosotros? ¿Vivimos los cristianos una alegría especial? ¿Se nota que somos una raza distinta? ¿De verdad que salta de gozo nuestro corazón por dentro, como saltó de gozo Juan en el seno de su madre? La alegría, la verdadera alegría capaz de convertir el páramo y la estepa de nuestro corazón en “flor de narciso” es el Emmanuel, el Dios con nosotros. Ni los filósofos ni los sabios; ni los políticos ni los técnicos son capaces de traernos “salvación”, es decir, “solución” a nuestros problemas vitales. Sólo Jesús es nuestro Salvador. Sólo Él es capaz de darnos una “paz paradisíaca”. En Él podemos encontrar el paraíso perdido y esperar la caricia de Dios que se acerca a pasear con nosotros “a la brisa de la tarde”.
2.- ¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro? A la cárcel de Maqueronte donde está preso Juan Bautista, le llegan noticias de Jesús que a Juan le dejan desconcertado. Jesús no habla de ira, de venganza, de desquite por parte de Dios. En los labios de Jesús afloran palabras de bondad, de dulzura, de cercanía, de perdón y de misericordia. A Juan Bautista le viene una duda existencial: ¿Será o no será el Mesías? Juan es el último de los profetas, siempre con resabios de una mentalidad que esperaba a un Mesías “bueno para los buenos” pero “vengativo para los malos”. Con Jesús comienza “El Reino de Dios”. Coincidiendo con lo mejor de los profetas, Jesús apela a las obras. Es curioso que Jesús, a la pregunta de Juan, no contesta con palabras, sino que apela a los hechos concretos: Decidle lo que estáis viendo: “Los ciegos ven, los sordos oyen, los inválidos andan, los leprosos quedan limpios, los muertos resucitan y los pobres reciben buenas noticias”. Jesús viene a desplegar en nosotros todas nuestras capacidades:
– De ver más allá de lo que ven los ojos materiales…
– De oir los lamentos de la gente que sufre…
– De sanar a los infectados de la tierra…
– De hacer caminar a pie a los que necesitan muletas…
– De resucitar lo que está muerto o a punto de morir…
Más aún: los pobres reciben buenas noticias…
“Veo con claridad que lo que la Iglesia necesita hoy es una capacidad de curar heridas y dar calor, cercanía y proximidad a los corazones”. (Papa Francisco).
3.– Dichoso del que no se escandalice de mí: Jesús con sus gestos y palabras era un provocador. La gente religiosa de entonces no estaba acostumbrada a ese lenguaje ni a ese modo de comportarse. Jesús es un escándalo. Pero “un bonito escándalo de amor”. Él ha sido enviado para hacer la vida más digna y dichosa para todos hasta alcanzar su plenitud en la gran fiesta final del Padre. Que nadie espere otro Mesías. ¿A qué Mesías seguimos hoy los cristianos? ¿Qué ve la gente en nuestras vidas? ¿Les convence lo que estamos haciendo?
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