«Señor, muéstranos al Padre y nos basta»
1.- Introducción.
Señor, necesito un mayor y mejor conocimiento del Padre. Él es el principio de todo bien y será el término final de todo. Él es la causa y origen de nuestra felicidad y también la meta final hacia la que nos dirigimos. Pero este origen y esta meta necesitan un camino. Y ese camino eres Tú, Señor, el hijo amado del Padre. Enséñanos a amar al Padre, a descansar en el Padre, a poner también, como Tú, nuestra alma en sus manos antes de morir.
2.- Lectura reposada del evangelio. Juan 14, 7-14
Si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre. Ahora ya lo conocéis y lo habéis visto». Felipe le dice: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». Jesús le replica: «Hace tanto que estoy con vosotros, ¿y no me conoces, Felipe? Quien me ha visto a mí ha visto al Padre. ¿Cómo dices tú: “Muéstranos al Padre”? ¿No crees que yo estoy en el Padre, y el Padre en mí? Lo que yo os digo no lo hablo por cuenta propia. El Padre, que permanece en mí, él mismo hace las obras. Creedme: yo estoy en el Padre y el Padre en mí. Si no, creed a las obras. En verdad, en verdad os digo: el que cree en mí, también él hará las obras que yo hago, y aun mayores, porque yo me voy al Padre. Y lo que pidáis en mi nombre, yo lo haré, para que el Padre sea glorificado en el Hijo. Si me pedís algo en mi nombre, yo lo haré.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Me entusiasman las palabras sencillas e ingenuas de Felipe: “Muéstranos al Padre y nos basta”. Para decir esto de una manera tan espontanea es que la palabra Padre no caía de los labios de Jesús. La gran lección que Jesús daba cada día a sus discípulos era sobre el Padre: El Padre-Dios es bondadoso, cercano, amigo de la vida, derrochador de amor. Con un Padre así, ya no cabe desear nada mejor. Jesús acepta esta respuesta de Felipe. Lo que le reprocha es que no haya entendido que Jesús es Revelador del Padre. Le reprocha que, en los ojos de Jesús, no haya visto la mirada del Padre; que en las manos de Jesús, no haya sentido la caricia del Padre; que en el trato exquisito de Jesús con los enfermos y los pecadores, no haya intuido el amor desbordante del corazón del Padre. Ver a Jesús es ver al Padre. Escuchar a Jesús es escuchar al Padre. Palpar a Jesús es palpar al Padre. Se trata de que Dios, el Invisible (Jn, 1,18), se ha hecho “visible” en Jesús. Y esto es suficiente para llenar una vida de felicidad plena, rebosante, y contagiosa. Para disfrutar de esta experiencia hay que conocer a Jesús. Y en la biblia el verbo conocer es algo más que saber cosas. Es hacer experiencia de relación, de amistad, de intimidad. El que escribe estas cosas es el discípulo amado que ha descansado su cabeza sobre el pecho de Jesús. Para ir al Padre solo hay un camino: JESÚS. Y como nunca podemos abarcar a Jesús, siempre estamos en camino, nunca podemos decir que ya hemos llegado. Debemos vivir en un conocimiento progresivo de desinstalación. No hay un cristiano hecho sino que cada día se va haciendo. A los apóstoles les llamamos “discípulos” porque siempre estaban aprendiendo de Jesús.
Palabra del Papa
«Felipe, casi ingenuamente, le pide: «Señor, muéstranos al Padre y nos basta». (…) Mientras que el Prólogo del evangelio de san Juan habla de una intervención explicativa de Jesús a través de las palabras de su enseñanza, en la respuesta a Felipe, Jesús hace referencia a su propia persona como tal, dando a entender que no sólo se le puede comprender a través de lo que dice, sino sobre todo a través de lo que él es. Para explicarlo desde la perspectiva de la paradoja de la Encarnación, podemos decir que Dios asumió un rostro humano, el de Jesús, y por consiguiente de ahora en adelante, si queremos conocer realmente el rostro de Dios, nos basta contemplar el rostro de Jesús. En su rostro vemos realmente quién es Dios y cómo es Dios”. Benedicto XVI, 6 de septiembre de 2006
4.- Que me dice hoy a mí esta palabra ya reflexionada. (Silencio)
5.- Propósito. Disfrutar en este día viviendo bajo la mirada cariñosa de Dios, mi Padre.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, sabía que me querías, pero no tanto. Nunca creía que tu amor me llevaba hasta el mismo corazón del Padre; que la felicidad que Tú has tenido junto al Padre me la has querido comunicar. Por eso me siento desbordado y ya no quiero seguir. Caigo de rodillas y ADORO.
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