Hoy, Miércoles Santo, trae consigo una reflexión muy importante que debemos llevar grabada siempre en el corazón: ¡Mejor morir que pecar!
En nuestro caminar, muchas veces olvidamos que hay cosas más importantes que la misma vida y otras peores que la muerte. Judas olvidó esto cuando traicionó a Jesús por 30 monedas de plata. Por su pecado de traición, traicionó al mismo Dios, rompiendo así su relación con Dios, que es mucho más importante que la vida misma.
Hoy, la Lectura nos trae unas palabras de Jesús que pueden sonar duro, pero que en el fondo invitan a meditar cómo es nuestra relación con Dios:
"¡Ay de aquel por quien el Hijo del Hombre va ser entregado! Más le valiera a ese hombre no haber nacido". (Mateo 26,24)
Como decía aquel joven Santo discípulo de San Juan Bosco:
"Prefiero morir que pecar" (Santo Domingo Savio)
Esta es una enseñanza difícil, sobre todo porque, a menudo, nos damos excusas por nuestros propios pecados diciendo cosas como: "mis pecados no son tan graves como el de Judas, así que estoy bien".
Debemos de tener cuidado, el pecado nos separa de Dios, de su gracia, de su amor. Morir, separado del amor de Dios por toda la eternidad, es un destino peor que cualquier cosa que podamos imaginar
Todo el dolor y sufrimiento que sintamos, o quizás, las alegrías y momentos llenos de éxitos que atravesemos en este mundo, terminará con la muerte física, pero la eternidad es infinita y nuestros actos definirán cuál eternidad viviremos, la del Cielo y la del infierno
Jesús no nos prometió una vida fácil, de hecho, Él nos dijo que tomáramos nuestra cruz diariamente y lo siguiéramos; pero seguirlo no es fácil, mucho menos en el sufrimiento.
Cuando afrontemos los sufrimientos debemos ofrecerlos a Dios y confiar en que Él nos dará su asistencia divina para superarlos, Dios estará con nosotros, Él nunca falla
También, es bueno recordar que Judas no fue el único apóstol que traicionó a Jesús; Pedro también lo hizo. Sin embargo, después de que Pedro pecó, se arrepintió y volvió a Dios con un corazón contrito y se convirtió en un gran santo.
Si rompemos nuestra relación con Dios por medio del pecado, si realmente sentimos nuestros pecados, podemos repararlo mediante el hermoso regalo de la confesión y obtener así una segunda oportunidad de vida eterna con Dios.
Todo esto, nos deja tres preguntas para la reflexión:
- ¿No crees que es mejor morir que pecar?
- ¿Cuándo pecas, te sientes tan avergonzando que inmediatamente corres a reparar tu relación con Dios?
- ¿Entregas hoy a Jesús de alguna manera? ¿Con tu indiferencia hacia el prójimo quizás, o con hacerlo a un lado para ir tras los éxitos del mundo?
Te invitamos ahora a apartarte un momento de todo lo que estás haciendo, encontrar un lugar tranquilo y disfrutar cada palabra de esta oración de sanación
Oración para el Miércoles Santo
Mi Dios, mi Señor y mi Todo, te agradezco porque sé que estás pronto a escucharme y a darme las gracias que me hacen falta para continuar firme en mis luchas por este camino angosto de salvación.
Quiero tener los ojos abiertos para no tropezar, saber discernir lo que es correcto y lo que no para mi vida, por eso, me dejo guiar por tu Palabra, porque en ella encuentro paciencia y consuelo para no desesperarme.
Necesito de tu fuerza y de tu amor para poder realizar las cosas bien. No quiero fiarme por lógica del mundo, sino que quiero sentirte, palparte y encontrarte en cada situación, que a diario me regalas.
Quiero desprenderme de ese materialismo mundano que me lleva por los caminos de mi propia vanagloria, un camino lleno de egoísmo y soberbia que poco a poco me distancia de la felicidad que quieres darme.
No permitas que mi apego a los bienes y la búsqueda de triunfos mundanos sean las 30 monedas de plata por las que yo pretenda cambiarte. Te pido que sanes mi corazón de esas malas inclinaciones.
No quiero contarme entre los traidores que han antepuesto sus logros y éxitos personales antes que servirte y amarte por sobre todas las cosas. Líbrame de la aspereza y dureza del corazón.
Que seas Tú mi primera prioridad. Confío en la certeza de tu Palabra de que si te elijo como centro de mi vida todo lo demás se me dará por añadidura.
Toda mi vida te la encomiendo a tu presencia porque a través de ella quedan pulverizadas mis inseguridades. Confío en tu gracia santificante.
Amén.
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