1.- Oración introductoria.
Señor, este día de Jueves Santo no es un día cualquiera. Es el día del amor derrochador. Nos habías querido mucho a lo largo de tu vida terrena, pero aún retenías para el final amores inauditos. Nos regalaste en este día dos grandes sacramentos íntimamente unidos: el sacramento del Altar y el sacramento de nuestros hermanos. Y el Sacerdocio al servicio de los dos .Gracias, Señor, por tanto amor.
2.- Lectura reposada del evangelio Juan 13, 1-15
Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Durante la cena, cuando ya el diablo había puesto en el corazón a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarle, sabiendo que el Padre le había puesto todo en sus manos y que había salido de Dios y a Dios volvía, se levanta de la mesa, se quita sus vestidos y, tomando una toalla, se la ciñó. Luego echa agua en un lebrillo y se puso a lavar los pies de los discípulos y a secárselos con la toalla con que estaba ceñido. Llega a Simón Pedro; éste le dice: «Señor, ¿tú lavarme a mí los pies?» Jesús le respondió: «Lo que yo hago, tú no lo entiendes ahora: lo comprenderás más tarde». Le dice Pedro: «No me lavarás los pies jamás». Jesús le respondió: «Si no te lavo, no tienes parte conmigo». Le dice Simón Pedro: «Señor, no sólo los pies, sino hasta las manos y la cabeza». Jesús le dice: «El que se ha bañado, no necesita lavarse; está del todo limpio. Y vosotros estáis limpios, aunque no todos». Sabía quién le iba a entregar, y por eso dijo: «No estáis limpios todos». Después que les lavó los pies, tomó sus vestidos, volvió a la mesa, y les dijo: «¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Señor y el Maestro, os he lavado los pies, vosotros también debéis lavaros los pies unos a otros. Porque os he dado ejemplo, para que también vosotros hagáis como yo he hecho con vosotros.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión. Sigamos el texto.
- “Se levantó de la mesa”. “Amor dinámico”. No es un amor sedentario, estático. Él está sentado como Señor, pero no permanece sentado. El amor es acción. Hay que ponerlo en movimiento. No se ama sólo con el corazón sino con los pies, con las manos…Hay que hacer el bien a los demás.
- “Se quitó el manto”… Era signo de poder. Ciertamente que él es el Señor, pero quiere quitarse el manto del poder para revestirse del manto del servicio. . Desde ahora la autoridad no será poder sino servicio, servicio humilde y desinteresado
- “Se ciñó la toalla” Esto era algo inaudito. Era oficio propio de esclavos. Sabemos que el emperador Calígula, cuando quería humillar a un Senador lo mantenía, durante un banquete, con la toalla puesta. Por eso San Pedro protesta: ¿Lavarme los pies Tú a mi? Yo a ti sí… pero ¿tú a mi? Era consciente de lo que esto significaba… Pero Jesús está dispuesto a hacerlo por encima de todo. “Si no lo hago tú no tendrás parte conmigo”… Dios de rodillas delante de unos pobres hombres… !Qué dignidad la de cada persona! Sea de la condición que sea, de la raza que sea, del lugar que sea.
- Se puso de nuevo el manto. ¿Y la toalla? No se la quitó, se la dejó puesta…Es una actitud a la que la Iglesia no podrá nunca renunciar…
- Se puso a secar los pies. No era necesario, pero es el detalle, el querer terminar la obra buena, el culminar… No podemos dejar las cosas a medio hacer, a medio acabar. El bien hay que hacerlo bien… Y dejamos las cosas a medio hacer cuando las hacemos sin amor…
Palabra del Papa.
“Dios nos lava de todos nuestros delitos”[…] De lo que se trata en el fondo es de que la culpa no debe seguir supurando ocultamente en el alma, envenenándola así desde dentro. Necesita la confesión. Por la confesión la sacamos a la luz, la exponemos al amor purificador de Cristo. En la confesión el Señor vuelve a lavar siempre nuestros pies sucios y nos prepara para la comunión de mesa con Él. Al mirar en retrospectiva al conjunto del capítulo sobre el lavatorio de los pies, podemos decir que en este gesto de humildad, en el cual se hace visible la totalidad del servicio de Jesús en la vida y la muerte, el Señor está ante nosotros como el siervo de Dios; como Aquel que se ha hecho siervo por nosotros, que carga con nuestro peso, dándonos así la verdadera pureza, la capacidad de acercarnos a Dios. (Joseph Ratzinger, Benedicto XVI, Jesús de Nazaret, segunda parte, p. 31).
4.- Propósito. No visitar muchos monumentos. Uno sólo: y allí caer de rodillas y estar largo rato adorando este admirable misterio de amor.
5.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio y adoro.)
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Gracias, Señor, por tantas gracias acumuladas en este día. Gracias porque tu amor hacia nosotros no tiene fin. Gracias por ese amor tan fiel, tan exquisito, tan delicado, tan servicial, tan sacrificado. Gracias porque contigo hemos aprendido lo que es amar y así podemos desprendernos de nuestros amores tan posesivos, tan interesados, tan ruines. En este día, danos un corazón grande para amar como Tú nos has amado.
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