“Lo de Jesús es una fiesta; es de gente bien alimentada, que dispone de agua abundante y vino a discreción, a plena luz, en medio de amigos, disfrutando de la invitación y la presencia del Padre. Esto es una imagen del mundo definitivo, y Jesús alude a ese Banquete definitivo en varias ocasiones, pero es también una imagen de la situación interior de los que siguen a Jesús. Tener la vida llena de sentido, sentirse liberado de tantas necesidades que no hacen más que encadenarnos, sentirse estimulado por el amor, no por el miedo, saberse querido, útil, necesario, atender a valores válidos para la humanidad entera, vivir comprometido, compartiendo, humanizando y humanizándose, fundar la esperanza de vida eterna en el amor de un Padre” (J.E. Galarreta).
Lecturas de la Misa: Gen. 14,18-20; 1Cor, 11,23-26; Lc. 9, 11b-17
Nos preguntamos: ¿Qué cualidades debe tener el amor cristiano?:
1.- El amor no se va. El amor se queda. Los enamorados apuran todo el tiempo que pueden para seguir estando juntos. Y, cuando se separan, se llevan en el corazón las palabras, los signos de afecto, el recuerdo de aquellos momentos bonitos. La madre que lleva a su hijo al hospital no se separa del hijo hasta que no la echan o le dan el alta.…Se dice, con mucha razón, que estamos más cerca donde amamos que donde vivimos. A miles de kilómetros de distancia podemos estar muy unidos. Estando muy juntos, podemos estar muy distantes…(Matrimonios que se llevan mal)…El amor tiene tanta fuerza que ni la muerte puede con él. Nos arrebata a la persona que tanto amamos, pero no puede arrebatarnos su cariño. Jesús, como era Dios, inventó la manera de quedarse siempre con nosotros a pesar de irse definitivamente al cielo. Eso es el Sacramento de la Eucaristía. Se quedó para estar con nosotros, para ayudarnos, para consolarnos, para alimentarnos, para abrazarnos íntimamente Y también para que sigamos haciendo lo que Él nos mandó. Siempre que celebramos este Sacramento le hacemos presente y recordamos todo lo que nos amó.
2.- El amor da y se da. Hoy celebra la Iglesia el día de la Caridad. Es el día en que recordamos que nadie debe ser extraño ni forastero en la gran familia humana. En este día el Señor nos pone en guardia frente a las excusas que siempre solemos poner. Son las que dieron los discípulos a Jesús cuando les dijo que les dieran ellos de comer a la gente en el desierto: !Manda que se vayan!… En esto no hemos avanzado. Los pobres, los emigrantes, los descartados…nos estorban. Pero el amor no consiste sólo en dar. El amor cristiano consiste también en darse. En la bonita parábola del Samaritano, propia de Lucas, si éste se hubiera limitado a dar lo que tenía: el aceite, el vinagre, el dinero… ¿Que hubiera pasado con aquel que estaba tendido en el suelo? Pues que se hubiera muerto. !Eso sí! teniendo ahí con él el aceite, el vinagre, y la cartera.. Tuvo que ser el buen Samaritano el que lo montara a caballo, lo llevara al posadero, y se preocupara personalmente de él. El amor no es estático, sino dinámico. El corazón tiene la función de enviar constantemente al organismo sangre arterial, roja, purificada. En el momento que deja de cumplir su función, se para y se muere. Y el corazón del buen Samaritano de todos los tiempos, cuando ya no puede dar sangre, dar vida, darse a los demás, se paraliza y se muere.
3.- El amor se manifiesta. Y éste es el sentido de la procesión. Jesús hoy sale por las calles y las plazas del pueblo para bendecir a todos: a los niños, a los mayores; a los sanos, a los enfermos; a los que creen y a los que no creen; a los que le adoran y a los que blasfeman contra Él. Sólo sabe amar y perdonar. Por eso manda la lluvia y el sol sobre buenos y malos. A este derroche de amor sólo se puede contestar con amor. Y eso es lo que nosotros queremos hacer: manifestar nuestro amor con las flores de los niños inocentes que han hecho su primera comunión. Las flores son besos en la distancia. Hoy la Misa es completa. No decimos ITE MISSA EST. La Misa termina en la calle. Por eso la continuamos en una procesión. A este respecto son bonitas las palabras del Papa Benedicto: “Caminamos por las calles del mundo sabiendo que Él va a nuestro lado, apoyados por la esperanza de poderle ver un día con el rostro descubierto en el encuentro definitivo”. Con este gesto el Papa quiso sumergir a Cristo «en la cotidianidad de nuestra vida” para que Él camine donde nosotros caminamos, para que viva donde nosotros vivimos.
PREGUNTAS
1.- ¿Agradezco a Dios su presencia en medio de nosotros? ¿La descubro como un regalo de amor , en el pobre, en el discapacitado, en el enfermo, en aquel que me necesita?
2.- ¿Acostumbro a dar sin darme? ¿Caigo en la cuenta que lo que más espera el pobre de mí es mi presencia, es decir, que le escuche, que le acoja, que le trate como persona?
3.- ¿Soy como el corazón que no puede retener la sangre sino que necesita enviarla a todo el organismo para seguir vivo?
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