La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”
INTRODUCCIÓN
A veces, nuestra fe y espiritualidad nos separan de la tierra y nos alejan de Él cuando Él hizo todo lo contrario. “La Palabra se hizo carne y acampó entre nosotros”. Dios ha bajado a lo profundo de nuestra existencia y la vida nos sigue pareciendo vacía. Dios ha acampado entre nosotros y parece estar totalmente ausente de nuestras relaciones. Dios ha asumido nuestra carne y seguimos sin saber vivir debidamente lo carnal. Dios se ha encarnado en un cuerpo humano y olvidamos que nuestro cuerpo es el templo del Espíritu. Su amor y lealtad se han hecho realidad, y nosotros sólo percibimos negatividad. Se nos ha comunicado la vida y la luz, y nosotros seguimos caminando por caminos de muerte y oscuridad. (Florentino Ulibarri).
TEXTOS BÍBLICOS
1ª lectura: Eclo.24,1.2,8-12. 2ª lectura: Ef, 1,3-6.15-18.
EVANGELIO
Jn.1,1-18
En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba junto a Dios, y el Verbo era Dios. 2Él estaba en el principio junto a Dios. 3Por medio de él se hizo todo, y sin él no se hizo nada de cuanto se ha hecho. 4En él estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. 5Y la luz brilla en la tiniebla, y la tiniebla no lo recibió. 6Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: 7este venía como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. 8No era él la luz, sino el que daba testimonio de la luz. 9El Verbo era la luz verdadera, que alumbra a todo hombre, viniendo al mundo. 10En el mundo estaba; | el mundo se hizo por medio de él, y el mundo no lo conoció. 11Vino a su casa, y los suyos no lo recibieron. 12Pero a cuantos lo recibieron, les dio poder de ser hijos de Dios, a los que creen en su nombre. 13Estos no han nacido de sangre, ni de deseo de carne, | ni de deseo de varón, sino que han nacido de Dios. 14Y el Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros, y hemos contemplado su gloria: gloria como del Unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad. 15Juan da testimonio de él y grita diciendo: «Este es de quien dije: el que viene detrás de mí se ha puesto delante de mí, porque existía antes que yo». 16Pues de su plenitud todos hemos recibido, gracia tras gracia. 17Porque la ley se dio por medio de Moisés, la gracia y la verdad nos han llegado por medio de Jesucristo. 18A Dios nadie lo ha visto jamás: Dios unigénito, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.
REFLEXIÓN
1.- Y EL VERBO SE HIZO CARNE. Y no se encarnó en una naturaleza pura, como la de Adán y Eva antes del pecado, sino en una naturaleza con las secuelas del pecado. A nosotros esto nos sigue pareciendo demasiado hermoso y nos cuesta creerlo. Un Dios hecho “carne” identificado con nuestra debilidad, nuestra fragilidad, nuestra vulnerabilidad. Un Dios que pisa nuestro suelo, come con nosotros el pan de los sudores, y experimenta el amargo sabor de nuestras lágrimas. Un Dios que respira nuestro aire, bebe nuestro vino, mira extasiado la multitud de estrellas por la noche, obra de las manos de su Padre, y muy de mañana contempla la belleza de los lirios del campo en primavera. Un Dios que “trabajó con manos de hombre, pensó con inteligencia de hombre, obró con voluntad de hombre, amó con corazón de hombre. Nacido de la Virgen María, se hizo verdaderamente uno de los nuestros, semejante en todo a nosotros excepto en el pecado” (G.S. 22).
2.- Y ACAMPÓ ENTRE NOSOTROS. Tal vez nadie como Pablo en la carta a los Efesios (2ª lectura) ha sabido captar todo lo que esto significa. En Cristo Resucitado, todos nosotros tenemos: a) Una preexistencia. b) Una nueva existencia. c) Una garantía de una existencia eterna.
Preexistencia. San Pablo nos hace esta manifestación: “En Él existimos antes de la Creación del mundo”. En Cristo existimos desde siempre. No habíamos nacido para este mundo y desde toda la eternidad ya habíamos sido objeto de unos sueños eternos de Dios. Por eso puede decir el profeta Jeremías “nos amó con amor eterno”. (Jr. 31,3). Durante toda la eternidad hemos sido acunados por los brazos cariñosos e invisibles del Padre.
Nueva existencia. “Nos ha destinado por medio de Jesucristo a ser sus hijos”. En la visión de Pablo, cada cristiano está destinado a ser “otro Cristo”. Ser cristiano, en la mentalidad de Pablo, es ser capaz de dar un espacio y un tiempo para que Cristo siga viviendo hoy en el mundo. Él repite hasta la saciedad que todo lo tenemos que vivir “En Cristo”.
Una garantía de una existencia eterna. San Pablo se rebela contra aquellos que se conforman con un Cristo “para esta vida”. Y llega a afirmar que, si Cristo no ha resucitado, somos los más desgraciados de todos los hombres. Estamos destinados a vivir con Cristo para siempre. Por eso a él no le hace ninguna extorsión la muerte, al contrario, la desea para estar ya “definitivamente con el Señor”. En esta carta a los efesios, nos habla de “una esperanza de gloria que da en herencia a los santos”. Los cristianos llevamos “el sello”, la marca del Espíritu. Esa es nuestra garantía.
3.- HEMOS VISTO SU GLORIA. En el evangelio de Juan es muy importante el verbo ver. Pero según él, hay un “ver” en minúscula, es decir, ver la vida y existencia de Jesús en un sentido meramente histórico y un VER con mayúscula que consiste en ver en profundidad los acontecimientos de Jesús y su Persona. A este VER con mayúscula nos invita el evangelio al principio: “Venid y ved” (Jn. 1,39). Y, al final, en una escena estremecedora, nos presenta a Cristo muerto en la Cruz, con una invitación: “Mirarán al que traspasaron” (Jn.19, 37). Todos los que lean este evangelio deben contemplar el misterio de un Dios que ha muerto por amor.
PREGUNTAS
1.- ¿Vivo las exigencias de un Dios encarnado, asumiendo la vida tal y como es, sin espiritualismos baratos? ¿Intento parecerme cada día un poco más a Jesús?
2.- ¿Doy gracias a Dios por Jesús, por haberle conocido, por poderle imitar, por todo lo que aporta a mi vida?
3.- ¿Soy una persona superficial, o intento mirar la vida en profundidad, descubriendo toda la belleza y riqueza que contiene?
ESTE EVANGELIO, EN VERSO, SUENA ASÍ:
Hoy San Juan, en su Evangelio,
nos describe a ciencia cierta,
las tres venidas preciosas
de la Palabra a la tierra.
Primero, «en la CREACIÓN»,
en nuestra «Naturaleza»,
derramando en cada ser
su bondad y su belleza.
Después se acercó a su Pueblo,
«en la LEY Y EN LOS PROFETAS».
Vino a su casa y los suyos
le cerraron todas puertas.
Por fin, «en la ENCARNACIÓN»,
nos dio la mayor sorpresa:
Se hizo carne y colocó,
entre nosotros, su tienda.
La Palabra tomó un nombre:
JESÚS, que con paz revela
quién es Dios y cómo es Dios,
al que cree en sus promesas.
La Palabra era la «LUZ»
y la «VIDA» verdadera,
pero los hombres del mundo
prefirieron las tinieblas.
Señor, que todos nosotros
acojamos su presencia.
En Jesús, por pura gracia,
somos tus hijos, tu «herencia».
(Escribió estos versos José Javier Pérez Benedí)
No hay comentarios:
Publicar un comentario