“A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos”
1.- Oración introductoria
Señor, hoy siento una alegría grande en mi corazón al llegar a la oración y leer tu Palabra. Como a Pedro, también me haces a mí la entrega “de las llaves”. No las llaves de la Iglesia, pues soy pequeño y no pretendo dirigir nada. Me das las llaves de tu “propio corazón”. Con esas llaves puedo abrir y asomarme al misterio de tu amor. Y, al mismo tiempo, yo también te entrego las llaves de mi corazón para que puedas invitar a entrar en él a los pobres, tus preferidos.
2.- Qué dice el texto. Mateo 16, 13-19
Meditación-Reflexión
Mateo coloca la escena en territorio gentil, fuera de una concepción del Mesías demasiado nacionalista, para dar a entender que estamos en una apertura a los gentiles. Jesús, antes de entregar a Pedro las “llaves de la Iglesia”, le entrega “las llaves de su corazón”. Y ese corazón es tan grande que en él caben todos los pueblos. Jesús nos habla de un Padre Bueno que “hace salir el sol y manda la lluvia” para todos. En verdad, Pedro ha de ser “la roca” donde Jesús edifique su Iglesia. Pero no será una roca construida a base de “leyes y de dogmas”. Será una “roca” construida sobre el amor. De hecho, lo único que el Señor le exige después de la Resurrección, es que le ame. ¿Me amas?…Apacienta mis ovejas. El alimento que deben dar los pastores en la Iglesia es el alimento del amor. No un amor cualquiera, sino el amor recibido de Jesús. “Sólo el que sirve por amor sabe custodiar la Iglesia de Jesús” (Papa Francisco). Y es hermosa la misión de todo cristiano: abrir la puerta, dejar entrar, acoger, escuchar, comunicar. “Si miras a la cátedra de Pedro, no busques en ella a un vice-Cristo, sino a un hermano que, débil como tú. Necesita recobrarse a un hermano que el Señor te ha regalado para que te afiance en la fe. Demos gracias al Padre que, en la cátedra de Pedro nos ha dejado una luz que nos oriente en la noche, un hermano que, por su preeminencia en el amor, sea siervo de todos” (Fr. Agrelo).
Palabra del Papa.
“Pedro responde: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Acto seguido, Jesús pronuncia la declaración solemne que define, de una vez por todas, el papel de Pedro en la Iglesia: «Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia (…). A ti te daré las llaves del reino de los cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Las tres metáforas que utiliza Jesús son en sí muy claras: Pedro será el cimiento de roca sobre el que se apoyará el edificio de la Iglesia; tendrá las llaves del reino de los cielos para abrir y cerrar a quien le parezca oportuno; por último, podrá atar o desatar, es decir, podrá decidir o prohibir lo que considere necesario para la vida de la Iglesia, que es y sigue siendo de Cristo. Siempre es la Iglesia de Cristo y no de Pedro. Así queda descrito con imágenes muy plásticas lo que la reflexión sucesiva calificará con el término: «primado de jurisdicción». Benedicto XVI, 7 de junio de 2006.
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)
5.- Propósito. Dedicaré un tiempo para visitar algún enfermo o alguna persona que vive sola y necesita comunicarse con alguien.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, después de este rato de oración, me voy contento. Contento de conocerte un poco más, y contento de pertenecer a una Iglesia fundada por ti. Una Iglesia de “puertas abiertas”, dando acogida a tantas personas que están fuera, a la intemperie, sin recibir el cariño de nadie. En esta Iglesia, como Santa Teresita, yo quiero ser “corazón”. Y enviar amor a todos los miembros de este Cuerpo Místico.
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