Dos virtudes unidas, sobre las que se asienta la santidad. Sin humildad y sin caridad, nada somos y nada de lo que hagamos tiene sentido. En este tiempo cuaresmal bien nos hará meditar más sobre nuestra pequeñez y sobre el compromiso que tenemos adquirido por el bautismo para ser ejemplos vivos de amor a los demás. Cuanto más ejerzamos estas virtudes, más sólidos serán los cimientos sobre los que hemos de levantar nuestra vida de cristianos comprometidos.
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