Este mes, rezaremos de manera especial por las mujeres religiosas, las mujeres consagradas.
¿Qué sería la Iglesia sin las religiosas y laicas consagradas? No se puede entender la Iglesia sin ellas.
Animo a todas las consagradas a discernir y a elegir lo que conviene para su misión frente a los desafíos del mundo que estamos viviendo.
Las exhorto a seguir trabajando y hacer incidencia con los pobres, con los marginados, con todos los que están esclavizados por los traficantes; especialmente les pido que hagan incidencia en esto.
Y recemos para que puedan ellas mostrar la belleza del amor y la compasión de Dios como catequistas, teólogas, acompañantes espirituales.
Las invito a luchar cuando, en algunos casos, son injustamente tratadas, incluso dentro de la Iglesia; cuando su servicio que es tan grande se lo reduce a servidumbre. Y a veces por hombres de la Iglesia.
No se desanimen. Sigan dando a conocer la bondad de Dios a través de las obras apostólicas que hacen. Pero sobre todo a través del testimonio de consagración.
Recemos por las mujeres religiosas y consagradas, agradeciéndoles su misión y valentía, para que sigan encontrando nuevas respuestas frente a los desafíos del tiempo actual.
Gracias por lo que son, por lo que hacen y por cómo lo hacen.
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