¡Alabado sea Jesucristo!
La resurrección de Jesús es lo que da sentido a nuestra fe. Y
lo que hace que podamos caminar con confianza hacia nuestra meta. (
Se cuenta que una vez fue a visitar una leprosería de África una actriz muy famosa. Llevaba sus fotógrafos y periodistas para que la sacaran al día siguiente en todos los diarios del mundo. Visitando una de las salas, la actriz vio a una monja joven que estaba limpiando las llagas a uno de los leprosos. La actriz, horrorizada, dijo a la monja. <<Yo no haría eso por todo el dinero del mundo<<. Y la monja le respondió. <<Ni yo tampoco>>
Los dos caminos (Jer. 17, 5-8 )
Creo que en el ejemplo anterior podemos descubrir los dos
caminos que traza Jeremías. El camino de los que se fían de las cosas del
mundo, y el camino de los que se fían de Dios.
Los primeros serán como un cardo en el desierto. Los
segundos, como un árbol plantado junto a las corrientes de agua: dará fruto.
2. Bienaventuranzas y malaventuranzas
En la Biblia, Dios llama <<dichosos>> o
<<bienaventurados>> a los que se fían de él. Abrahán, Moisés, los
profetas. A la Virgen María se le llama <<bienaventurada>>, porque
siempre puso su confianza en Dios. Y Jesús es el bienaventurado por
antonomasia: estuvo siempre pendiente de la voluntad del Padre.
En su vida, Jesús se encontró con muchas personas que eran insensatas porque se fiaban de sí
mismas y de los bienes de este mundo. Y también encontró gente sencilla, que
ponían a Dios por encima de todo: se confiaban a él.
Jesús predicó las bienaventuranzas y las malaventuranzas. E
hizo que cada cual viviera su propia situación.
Los discípulos debían ser hombres de las bienaventuranzas,
que son lo sencillos y los humildes que no ponen su confianza en el dinero, ni
en las cosas de la tierra, sino que tienen a Dios como único tesoro. Porque
donde uno tiene su tesoro, allí tiene su corazón.
3. Compartir con los que nada tienen (Manos Unidas: "Nuestra Indiferencia los condena al olvido")
En el mundo hay muchos pobres, abandonados, enfermos, que no
tienen a nadie. Para ser bienaventurados, Jesús nos dice: hay que compartir.
Por eso los buenos cristianos comparten y reparten. Ponen su
vida y sus cosas al servicio de los demás. ¿Qué hacemos nosotros? ¿En qué grupo
estamos?
Nosotros compartimos cada domingo la eucaristía, cuerpo y
sangre de Jesús. Si la eucaristía es algo importante para nosotros, también
tenemos que estar dispuestos a compartir.
Dichosos nosotros si seguimos el camino de las
bienaventuranzas.
El Señor nos
bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. Amén.
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