Levántate, toma tu camilla y camina
1.-Oración introductoria.
Señor, me impresiona la paciencia y la tenacidad de ese hombre que llevaba 38 años enfermo y no había perdido la esperanza. Treinta y ocho años esperando a un hombre que le bajara a la piscina. Me da vergüenza decir que yo llevo más de esos años con el alma enferma y no he sentido necesidad de buscar en ti, al hombre que necesito. Pero hoy quiero cambiar. Quiero que seas Tú ese hombre que me diga: ¡Levántate, y anda!
2.- Lectura reposada de la Palabra del Señor. San Juan 5, 1-16)
Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén, junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, paralíticos y lisiados, que esperaban la agitación del agua. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?». El respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina». En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar. Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla». Él les respondió: «El que me curó me dijo: «Toma tu camilla y camina». Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te dijo: «Toma tu camilla y camina?». Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía». El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado.
3.- Qué dice el texto.
Se cuenta que el cínico Diógenes que vivió en el s. V antes de Cristo, salió a las doce del día por las calles de Atenas con un candil en la mano, diciendo: “Busco un hombre”. Hombres había muchos, pero “un hombre bueno y honesto” no lo encontró. El paralítico de la piscina se pasó 38 años buscando un hombre que lo metiera en la piscina. Por fin encontró no un hombre sino ¡El hombre! El hombre cabal, el hombre perfecto, el canon y modelo de hombre: ¡Jesús! Se acercó a él y le dijo: ¿quieres curarte? En aquellas circunstancias, la pregunta es obvia. Lleva ya enfermo 38 años. No tiene un hombre que le meta en la piscina. Lo lógico es que ya hubiera perdido todas las esperanzas. Con esta pregunta Jesús pretende movilizar no sólo su cuerpo sino también el alma. También a nosotros, con el tiempo, se nos paraliza el alma: no pensamos, no crecemos, no evolucionamos, no estamos dispuestos a cambiar.
“Levántate, toma tu camilla y camina”. Ese hombre, tendido en el suelo, enfermo, limitado, frágil y necesitado, eres tú y soy yo. Y ese otro Hombre que pasa a tu lado y se te acerca, te levanta y te hace caminar es Jesús. Qué distinto el comportamiento de los judíos y el de Jesús. Los judíos tenían que celebrar el sábado, era fiesta para ellos. Y uno se pregunta: Estando rodeados de gente enferma, que lo está pasando mal, ¿todavía tienen ganas de fiesta? Para Jesús, la fiesta es precisamente eso: sanar las dolencias, curar las enfermedades, ayudar al que lo necesita, hacer el bien a todos. Esa debería ser nuestra fiesta de Domingo.
Palabra del Papa
“Sobre la Iglesia que el papa sueña: Veo con claridad que la Iglesia hoy necesita con mayor urgencia la capacidad de curar heridas y dar calor a los corazones de los fieles, cercanía, proximidad. Veo a la Iglesia como un hospital de campaña tras una batalla. ¡Qué inútil es preguntarle a un herido si tiene altos el colesterol o el azúcar! Hay que curarle las heridas. Ya hablaremos luego del resto. Curar heridas, curar heridas… Y hay que comenzar por lo más elemental”. Yo sueño con una Iglesia madre y pastora. Los ministros de la Iglesia tienen que ser misericordiosos, hacerse cargo de las personas, acompañándolas como el buen samaritano que lava, limpia y consuela a su prójimo. Esto es Evangelio puro. Dios es más grande que el pecado. Las reformas organizativas y estructurales son secundarias, es decir, vienen después. La primera reforma debe ser la de las actitudes. Tenemos que anunciar el Evangelio en todas partes, predicando la buena noticia del Reino y curando, también con nuestra predicación, todo tipo de herida y cualquier enfermedad.» (Entrevista a S.S. Francisco, 19 de septiembre de 2013).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio).
5.- Propósito. Hoy me comprometo a ayudar o acompañar a una persona que lo esté pasando mal.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, te agradezco este rato de oración, de diálogo, de encuentro. Porque siempre que me encuentro contigo tengo ganas de ser mejor, me animas, me ayudas, y, como al paralítico de la piscina, me empujas a caminar. Sí, quiero caminar, pero no de cualquier modo ni por cualquier camino. Quiero caminar como lo hacías Tú “fijándote en el que sufre y se lo pasa mal”.
Oración por la paz
«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar». (Parolín, Secretario del Estado Vaticano).
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