“Y me dejaréis solo”
1.-Oración introductoria.
Señor, qué hermosas palabras las que nos dices en tu evangelio: Has rogado para que tengamos paz en Ti. Yo no vengo a rezar. ¡Pobre de mí! Yo vengo a que seas Tú mismo el que reces dentro de mí. Yo tampoco quiero mi paz, sino la tuya, la que Tú me das. Mi paz es movediza, como las aguas superficiales del mar. La tuya es estable, oceánica, como las aguas profundas. Señor, dame siempre de esa paz.
2.- Evangelio. Juan 16, 29-33
En aquel tiempo dijeron los discípulos a Jesús: Ahora sí que hablas claro, y no dices ninguna parábola. Sabemos ahora que lo sabes todo y no necesitas que nadie te pregunte. Por esto creemos que has salido de Dios. Jesús les respondió: ¿Ahora creéis? Mirad que llega la hora (y ha llegado ya) en que os dispersaréis cada uno por vuestro lado y me dejaréis solo. Pero no estoy solo, porque el Padre está conmigo. Os he dicho estas cosas para que tengáis paz en mí. En el mundo tendréis tribulación. Pero ¡ánimo! yo he venido al mundo.
Meditación-reflexión
Jesús, en este evangelio, nos habla de soledad. Y hay dos tipos de soledad. La soledad normal, la que nos acompaña en algún momento de nuestra vida y la “soledad amarga”, la que no esperamos, la que proviene de aquellos que no están con nosotros cuando deberían estar. De ésta ha participado el Señor cuando se queda sin la compañía de aquellos a quienes llamó “para que estuvieran con Él” (Mc. 3,14) y en el momento en que más los necesitaba lo han dejado solo. Y Jesús se siente solidario de tantas personas abandonadas por sus hijos, por sus nietos, por sus mejores amigos. Pero, en estas circunstancias, Jesús nos abre un camino de esperanza. ¡EL PADRE! A Jesús nunca le ha abandonado. Como hombre ha tenido “sensación” de abandono, pero en realidad siempre ha estado con Él. Incluso nos ha dicho que de ese Padre uno se puede fiar no sólo hasta la muerte sino hasta “más allá de la muerte”. La Resurrección es la gran respuesta del Padre a la pregunta de Jesús en la Cruz: ¿Por qué me has abandonado?
Palabra del Papa
“La vida es una milicia. La vida cristiana es una lucha, una lucha bellísima, porque cuando el Señor vence en cada paso de nuestra vida, nos da una alegría, una felicidad grande: esa alegría porque el Señor ha vencido en nosotros, con la gratuidad de su salvación. Pero sí, todos somos un poco vagos en la lucha y nos dejamos llevar adelante por las pasiones, por algunas tentaciones, es porque somos pecadores, ¡todos! Pero no se desanimen. Valentía y fuerza, porque el Señor está con nosotros”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 30 de octubre de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)
5.- Propósito: Al final de la jornada me preguntaré: ¿Me he fiado plenamente de Dios, mi Padre?
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, quiero acabar mi oración dándote inmensas gracias por haber conocido lo importante que es en la vida “descubrir su sentido”, “no sentirse nunca solo”, fiarme de un Dios que estará conmigo hasta la muerte y hasta más allá de la muerte. Pero, para todo eso, necesito pararme, detenerme y escuchar al Señor que nos dice: MIRAD. Tengo que mirar a Dios con una mirada nueva y profunda. Señor, haz que me deje mirar por Ti y, con esa misma mirada, mirar también a mis hermanos.
ORACIÓN DEL PAPA FRANCISCO POR UCRANIA
Tú que nos enseñaste que a la diabólica insensatez de la violencia se responde con las armas de Dios, con la oración y el ayuno, ten piedad de nosotros, aleja la guerra y demás violencias malignas y permítenos llegar a soluciones aceptables y duraderas a esta crisis, basadas no en las armas, sino en un diálogo profundo.
San Fernando rey nació cerca de Salamanca en 1198. Era hijo del rey Alfonso IX de León y de Berenguela de Castilla y primo hermano del rey san Luis de Francia. Fue rey de Castilla y de León, uniendo los dos reinos, y un verdadero modelo de gobernante, creyente, padre, esposo y amigo. Propagaba por todas partes la devoción a la Santísima Virgen a la que dedicaba las iglesias que se reconstruían sobre las mezquitas. Conquistó a los árabes varias ciudades (Córdoba y Sevilla, entre otras) y fundó obispados, catedrales (entre éstas la de Burgos), y monasterios. También fundó la célebre Universidad de Salamanca y protegió las artes y la cultura. Practicaba el ayuno con frecuencia y a menudo se pasaba la noche rezando. Siempre llevaba un cilicio áspero y su mayor gozo era la gloria de la Iglesia y la felicidad de sus súbditos, pues gobernaba con prudencia. Murió en Sevilla el 30 de mayo de 1252 y fue enterrado en su catedral, frente a la imagen de la Virgen, vestido, como él había pedido, con el hábito de la Tercera Orden de San Francisco, de la que era miembro. Fue canonizado por Clemente X en 1871 y su cuerpo se conserva incorrupto.
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