TEMA
1º: ESCUCHAR
1.
Como miembro de la Iglesia, ¿te sientes
escuchado?, ¿escuchas a los demás?
Desgranando respuestas
comunes, se repite con frecuencia que cada uno escucha lo que le interesa, que
se tiene miedo a hablar, que nos cuesta admitir la pluralidad y eso dificulta
la escucha recíproca., que algunos tienen la sensación de ser grupos burbuja,
tanto a la hora de ser escuchados como de escuchar.
Otra
de las insistencias coincidentes es la de que nos faltan cauces de encuentro
personal y de participación. Y los que hay (Consejos parroquiales, etc.)
funcionan a medias, con poca participación.
Los
grupos de ideología semejante se sienten escuchados en sus grupos de
referencia, pero no en los demás. Y reconocen también no escuchar apenas a los
grupos que no se identifican con sus ideas
Hay
grupos que echan en falta una atención mayor a los laicos y a las mujeres, a
los que califican de minusvalorados a nivel eclesial.
2.- ¿Escuchamos lo que sucede a nuestro alrededor:
acontecimientos y cambios sociales y culturales, emergencias humanitarias,
etc.? ¿Escuchamos la voz de las minorías y de los descartados?
Se
insiste en la necesaria conexión entre escuchar al Señor y escuchar al hermano,
sobre todo al más necesitado.
Aunque
se valora la atención que se da al pobre, se reconoce en general la falta de un
compromiso mayor en favor de los necesitados. No es lo mismo oír que actuar.
Se
echa en falta una mayor sintonía con los signos de los tiempos. Aunque se
reconoce la dificultad de lograr una información “objetiva” en medio de tanta
ideologización informativa, así como la dificultad para entablar un diálogo con
la actualidad en igualdad de condiciones.
Se
destaca también cómo el exceso de información nos dificulta la asimilación
serena y nos habitúa a los sucesos, por más dramáticos que sean, lo que, junto
al excesivo individualismo, nos contagia de insensibilidad e indiferencia.
Estamos abiertos a personas y atentos a los
acontecimientos, cercanos, sensibles y también a la iglesia y al Papa, obispos
y curas. Pero palpamos un desánimo muy generalizado y no sabemos cómo iniciar a
la experiencia del sínodo en los ambientes en los que vivimos
Vemos
la necesidad de la participación con otras personas y nos parece rica la
pluralidad de la Iglesia, pero no creemos en la pluralidad sin criterios. Se
puede ser plural, pero vemos que la Iglesia debe avanzar o confluir en unos
mismos criterios que nos haga mirar a todos desde donde miraba Jesús: los
empobrecidos, los más vulnerables, los que necesitan ser liberados de
injusticias, es decir, desde las Bienaventuranzas.
TEMA 2º: TOMAR LA
PALABRA: DIÁLOGO IGLESIA-SOCIEDAD
1.
Como cristiano ¿te atreves a hablar
de forma libre, abierta y respetuosa dentro de la Iglesia y en medio de la
sociedad? ¿Dónde y con quién te resulta más fácil o difícil dar testimonio de
la fe?
Nos sentimos libres
para expresar nuestras opiniones, pero nos damos cuenta de que nos falta más
formación para manifestar y razonar mejor nuestra fe en los ambientes sociales más
secularizados. En general nos resulta
difícil el diálogo con los interlocutores no creyentes. Nos hemos hecho
cristianos cómodos, clandestinos.
También nos resulta
costoso dar razón de nuestra fe en los temas cuestionados y/o discutidos de
teología o de Iglesia, y también con personas de diferente religión y/o
ideología.
Los cristianos
hablamos poco de las cosas de Dios y de la Iglesia por la vergüenza de ser
señalados o juzgados. Nadamos a contracorriente, pero no por ello debemos dejar
de dar testimonio en todo momento. Nunca ha sido fácil, pero no podemos escudarnos
en que no nos hacen caso; siempre hay momentos en los que aprovechar para
exponer la fe.
El ámbito de los
jóvenes es donde nos resulta más difícil construir caminos de diálogo.
Se constata la
existencia de fracciones y rivalidades dentro de la Iglesia, el clericalismo,
las luchas internas por el poder, socavando así la comunicación, el diálogo, y
generando muchas crisis de confianza y de libertad.
Es necesario crear
cauces de encuentro y comunicación distintos a las celebraciones litúrgicas:
grupos, asambleas, lectura creyente, etc.
2. 2. ¿A qué problemáticas importantes de nuestra
sociedad (cultura, economía, política, educación, etc.) crees que la Iglesia
debería prestar más atención? ¿Qué propuesta de comunicación y diálogo ves más
necesaria hoy?
El aspecto más
importante que la Iglesia debería atender es el de la educación; en dos
sentidos. El primero, en la transmisión de la fe en las familias; el segundo,
en la presencia de la enseñanza de la religión católica en los centros
educativos, cuidando mucho la formación adecuada del profesor o profesora de
religión.
La
educación y la cultura son factores a los que la Iglesia debería prestar más
atención, priorizando la comunicación y adaptando el mensaje al tiempo que
vivimos, con creatividad, claridad de ideas, en diálogo estrecho con la realidad.
Debiéramos
estar más abiertos a los avances científicos y culturales de la sociedad e
incorporarlos en nuestra acción pastoral educativa y cultural.
Se señala también que
la Iglesia tiene que prestar más atención y dialogar más con la sociedad en los
siguientes temas: el valor de la persona, los derechos humanos, la familia, el trabajo,
la paz que nace de la justicia, el compromiso por la caridad hacia los
descartados y la política como servicio al bien común.
El
dialogo más profundo y transcendental con el hombre de hoy debe tener en cuenta
primordialmente el Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.
Es
un objetivo imprescindible conseguir un diálogo fluido con los gobernantes y
organizaciones sociales, desde los empobrecidos y desde la Doctrina Social de
la Iglesia. Para ello necesitamos formarnos en Doctrina Social de la Iglesia.
No podemos olvidar
en ese diálogo la presencia liberadora de la mujer a la que la misma Iglesia ha
tenido marginada. Debería prestar atención a dejar de lado las estructuras de
poder. La Iglesia tiene que encontrar
su lugar siendo más “profética”.
También urge dar a conocer la gran
aportación que realiza la Iglesia a la sociedad en temas de caridad, de
educación y de justicia, especialmente con las personas más necesitadas.
Falla
la utilización de los medios de comunicación para llevar el discurso
argumentativo de lo que piensa y quiere la Iglesia, así como un lenguaje claro
y expresivo, para que el mensaje cristiano pueda llegar a todos, usando los
medios y las redes sociales. Siempre desde el diálogo respetuoso, sin prepotencia ni exclusiones. Hay
que formar buenos comunicadores del mensaje cristiano.
Debemos
acentuar en la comunicación social el estilo y vida de Jesús, conectar con los
problemas reales de las personas, simplificar las estructuras eclesiales y dar
más protagonismo a todos los bautizados.
La
Iglesia debería prestar más atención a la política en general, puesto que
está íntimamente relacionada con otros muchos aspectos de la vida como la
cultura, la economía, la educación, etc. en los que la Iglesia es atacada
constantemente. Las declaraciones del Papa Francisco en torno a la sociedad y la
presencia de la Iglesia nos pueden servir para formar nuestros criterios de
acción social (La encíclica “Fratelli Tutti”).
Hay que difundir en la sociedad nuestros valores con claridad y firmeza, y nuestras actividades, con una mayor interacción entre las parroquias y la sociedad, con propuestas religiosas más atractivas en las familias y en el ámbito cultural, saliendo del confort de los “iguales” y exponiendo sin miedo nuestras creencias a los alejados e indiferentes.
TEMA 3º: LA CELEBRACIÓN
1. 1.
¿Qué
frutos renovadores tienen la oración y la celebración litúrgica en nuestra vida
concreta, para "caminar juntos" como miembros activos de la Iglesia?
La
oración y la celebración litúrgica producen frutos tanto a nivel de vida
personal como de vinculación con la Iglesia: paz, perdón, fuente de vida,
renovación, disponibilidad, etc.
La
oración personal y la celebración comunitaria siempre son una ayuda personal y
espiritual; es la experiencia de Dios que entra en nosotros, que nos conecta
con Cristo, en la que aprendemos a escuchar y a vivir los signos de los
tiempos, que nos descubre al hermano y nos ayuda a tener esperanza.
Cuando
la oración y la celebración son comunitarias, evitando el individualismo
religioso, se potencia más el sentido comunitario de la celebración. Hemos de favorecer
todo lo que nos ayuda a sentirnos más comunidad.
Se
considera necesario potenciar la oración en familia, y se resalta la
importancia de enseñar a orar en la catequesis de iniciación cristiana.
Debe haber
integración entre el culto a Dios y el amor al hermano. No podemos caer en un
culto exterior que se practica por costumbre, pero al que le faltan los frutos
de una vida fiel a Dios y al mandamiento del amor que nos enseñó el Señor.
2. 2. ¿Nos tomamos todos en serio la
participación activa de los cristianos en las celebraciones litúrgicas, y
fomentamos los diferentes ministerios laicales: lectores, acólitos, animadores
del canto, etc.?
Desde las parroquias
se fomenta la participación y colaboración, pero siempre recae todo en las
mismas personas. No hay savia nueva, porque no se está dispuesto al compromiso
o porque se participa en las celebraciones de forma pasiva.
Esta
participación podría ser más activa, no únicamente en aspectos como leer o
cantar, sino en ayudar a personas que necesitan de nuestro aliento y escucha en
el entorno cercano a la parroquia. Algunos sacerdotes no ayudan demasiado y
frenan la participación de los fieles en la liturgia de la comunidad
parroquial.
Algunos
consideran que se ha convertido a los laicos en espectadores de una liturgia
que a muchos aburre, y se ha producido un divorcio entre las celebraciones
litúrgicas y la vida.
En épocas anteriores
los sacerdotes tenían que hacer casi todo en la liturgia; hoy los laicos se
tienen que incorporar más en los diversos servicios, sintiendo que todos somos
necesarios, pero ninguno imprescindible. Nos hace falta concienciarnos más en
este sentido, porque el futuro de la Iglesia es laical.
Es necesaria una
mayor formación y explicación de la liturgia para poder participar con más
profundidad. Las
celebraciones litúrgicas requieren una preparación que hemos de cuidar más. La
lectura de la Palabra exige una preparación anterior a la celebración: lectores
preparados, formación bíblica, al menos elemental, cuidar el lenguaje
adecuándolo a tiempos, lugares, circunstancias, participantes, etc. Es muy importante la participación activa de
los niños y jóvenes en las celebraciones, para que no sean solo meros
espectadores, fomentando en la catequesis la explicación de los ritos, signos y
partes de la Misa.
Debemos esforzarnos
en revitalizar tanto la escucha activa de la Palabra, como una lectura crítica
y actual del evangelio, para dejarnos interpelar seriamente por él, haciendo de
la oración un encuentro comunitario con el Señor.
Es importante que
los presbíteros preparen la homilía y ésta sea siempre de animación a la
vivencia cristiana de la fe, con gozo y alegría; no puede convertirse en una
moralina descafeinada del gran mensaje del Evangelio, que siempre es Buena
Noticia.
Es
necesario crear nuevos grupos de liturgia que dinamicen las celebraciones para una
mayor vivencia y oración. Cuidar la acogida como medio para ayudar a otros a sentirse parte de la
celebración.
En
las celebraciones en comunidades o grupos de fe se facilita más la participación
activa de todos los ministerios: lectores, acólitos, animadores del canto, etc. La Iglesia va perdiendo este sentir de comunidad y por ello los momentos
de oración y celebración litúrgica están perdiendo el sentido del “caminar
juntos”. También hay
fieles que ven con tristeza y preocupación que apenas hay gente joven en las
iglesias.
La Eucaristía dominical
ayuda a las personas mayores, sobre todo en el mundo rural, a vivir los días
festivos de forma diferente al resto de los días de la semana, y es una ocasión
incomparable para encontrarse con los vecinos y hacer comunidad.
La
Vida Consagrada se toma en serio la participación activa, según las
posibilidades de cada comunidad para participar en la liturgia de las
parroquias, y según la capacidad personal de cada religioso o religiosa.
Se podrían
establecer celebraciones para fomentar las vocaciones para la vida consagrada y
la participación de los jóvenes en ellas. Así como suscitar y cultivar la
vocación al diaconado permanente y a los ministerios laicales. Muchos cristianos
no saben qué son los ministerios laicales. Deberían prepararse a los laicos
para esos ministerios.
TEMA 4º: CORRESPONSABILIDAD EN LA MISIÓN
1. 1. Como
bautizados y discípulos misioneros, ¿nos sentimos corresponsables y protagonistas
de la misión de la Iglesia?
En general sí nos sentimos corresponsables
progresivamente en la misión de la Iglesia. Vamos tomando conciencia de ser
discípulos misioneros. Aunque todavía necesitemos más implicación laical, tanto
en lo interno eclesial como en la relación hacia afuera.
Constatamos que nos resulta más difícil dar
testimonio en nuestros ámbitos profesionales, sindicales y de relación con
personas alejadas, aunque en nuestra forma de trabajar tratamos de ser fieles a
nuestro ser cristiano.
Hay un gran tanto por ciento de los bautizados
que no se siente implicado en la corresponsabilidad. Hay mucho bautizado
pasivo, tanto de cara al testimonio misionero como al posicionamiento ante
cuestiones y situaciones que vive la sociedad actual y que se contraponen al mensaje de Jesús
Los que estamos en grupos o colaboramos
prácticamente en las parroquias o movimientos sí nos sentimos implicados, aunque
deberíamos implicarnos más: iglesia somos todos los bautizados.
Nos sentimos más corresponsables cuando
estamos participando activamente en la pastoral. Vamos aprendiendo a asumir
nuestra corresponsabilidad en la oración, en nuestras conversaciones, en
nuestra manera de interpretar la realidad, en nuestros ambientes (laborales,
estudiantiles), en el apoyo a los pobres y en nuestra defensa de los Derechos
Humanos.
Necesitamos un encuentro personal con Jesús y
un trato permanente con Él. Eso nos impulsa al trato cercano y generoso con la
realidad en su conjunto. Él es quien convoca siempre, a través de nuestros
medios. Él es el protagonista y no nosotros. A veces nos cuesta darle su
espacio, dejarle que se exprese en nosotros. Usurpamos a veces su puesto y eso
perjudica nuestra credibilidad eclesial.
2. 2. ¿Cómo somos convocados, acompañados y formados
para discernir y realizar nuestro servicio en la sociedad (en el compromiso
social y político, en la investigación científica y en la enseñanza, en la
promoción de la justicia social, en la tutela de los DD HH y en el cuidado de
la Casa común, etc.)?
Somos convocados
desde el Bautismo. Y a lo largo de la vida: en el testimonio, la formación, la
familia, la ecología, el trabajo, la economía, la justicia social, el trabajo
decente, el cuidado de la casa común, la enseñanza…
Cada uno es convocado
también desde su circunstancia concreta, interpelado por su situación y ámbito
particular, en el que aportar sus carismas.
Somos convocados por
la Eucaristía, por la Palabra de Dios, por las Bienaventuranzas, por la
Doctrina Social de la Iglesia, por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes
en las parroquias, por los Movimientos Apostólicos, Grupos de Apostolado,
Cofradías y Hermandades, Grupos de Biblia, de Adoración y contemplación, Camino
Neocatecumenal, Movimiento Rural Cristiano, Comunidades de Base, Consejos y
grupos parroquiales, desde las situaciones concretas de la vida, desde los
problemas sociales e individuales.
Se nos convoca para
iniciar un proceso de primer anuncio, de catequesis específica, de
acompañamiento e integración en la comunidad, para ser fermento en el mundo.
Pero la manera de
convocar es a veces demasiado genérica, no llega a involucrarnos en serio,
salvo en grupos reducidos y especializados. Hace falta una forma de convocar
más viva y testimonial.
Nos falta un acompañamiento
continuado. No estamos cualificados para responder ante determinadas
situaciones. Nos falta formación, tanto a nivel personal como a nivel
político-social, en la Doctrina Social de la Iglesia. Nos falta creatividad
para salir hacia afuera, para dialogar con el “Mundo”, con la cultura,
aparentemente distante del evangelio.
Se echan en falta oportunidades
de discernimiento grupal o comunitario. Nos cuesta dejarnos interpelar por
opiniones diversas a las nuestras, muchas veces manipulamos al Espíritu.
Trabajar en grupo la
revisión de vida o el proyecto de vida nos ayuda mucho a la hora de discernir
nuestra vocación y acción misionera.
Se requiere una
mayor colaboración entre el clero y el laicado, una mayor potenciación de las
asambleas arciprestales, de los Consejos Pastorales y parroquiales…
Nos falta aprender a
acompañar y dejarnos acompañar. Hay un exceso de individualismo y un excesivo
clericalismo estructural.
Nos falta un discernimiento cultural, así como
interpelar a la sociedad sobre el sentido de Dios y hacernos oír en los Medios
de Comunicación.
TEMA
5º DISCERNIR, DECIDIR Y FORMARSE EN SINODALIDAD
1.
Siendo conscientes de los dones recibidos en el bautismo para
el servicio de todos, ¿cómo podemos mejorar los procedimientos y métodos que utilizamos
para discernir y tomar decisiones juntos? ¿Cómo podemos promover una mayor
participación en la toma de decisiones dentro de la Iglesia (Consejos
Parroquiales, Juntas de Gobierno, asambleas, etc.)?
Los
distintos grupos parroquiales con frecuencia ni siquiera se conocen, y desconocen
su funcionamiento, por lo que es necesario fomentar encuentros con todos los
miembros de la comunidad parroquial. También se solicita más participación en
los Consejos Parroquiales de todas las realidades eclesiales presentes en las
parroquias (colegios católicos, comunidades religiosas, movimientos, etc.).
Es necesario fomentar no solo que los laicos
accedan a cargos de coordinación o responsabilidad eclesial, sino que lo
sientan como algo suyo. Para ello es necesario formar al laicado en una corresponsable,
en una “Iglesia en salida”.
Los
consejos parroquiales de pastoral y de economía son una forma idónea de
corresponsabilidad, respetando la autoridad del párroco, que es el que debe
tomar la decisión correcta, iluminada por las respuestas y opiniones de los
miembros del Consejo Parroquial. Es importante, para que se dé la participación
en la Iglesia, el liderazgo de los sacerdotes. Y una vez que se participa, la
escucha y la apertura de los sacerdotes; si no hay escucha se retrae la
participación. Lo mismo en las Juntas de
Gobierno y en las asambleas parroquiales, tras la escucha e iluminación de las
opiniones de los participantes, la última palabra la tendrá el Obispo.
Algunos
consideran que los bautizados somos sujetos pasivos, sin capacidad de tomar
decisiones. En parte, porque somos poco participativos y cómodos, pero en parte
también, porque en la Iglesia la voz y el voto la tienen los ordenados. Por
ello, es difícil caminar juntos cuando no hay un diálogo de iguales.
Es
muy importante pertenecer a un grupo o comunidad para hacer el discernimiento
comunitario en la escucha compartida de la Palabra, que es la que nos
proporciona los criterios para discernir. De aquí surgirá la actuación en nuestras
vidas.
En
las comunidades y grupos de fe se realizan convivencias que fomentan el diálogo
y la corresponsabilidad, y que ayudan a mejorar el caminar juntos. Es necesario
afianzar y potenciar los grupos de reflexión y de colaboración que existen en
las parroquias, abiertos a la participación de todos, y acoger en ellos a las
personas que más necesiten sentirse respaldadas y ayudadas.
La
democracia en la vida pública nos muestra el camino a seguir en nuestras
organizaciones eclesiales: todos convocados, todos discerniendo y opinando
desde la libertad y el respeto mutuo.
Participar
en esta reflexión sinodal ha hecho tomar conciencia a un grupo de su ignorancia
en la formación sobre métodos y procedimientos que nos faciliten una mayor
implicación en el discernimiento y toma de decisiones en las competencias
parroquiales y diocesanas.
Algunos
desconocen los organismos y estructuras de la Diócesis, Arciprestazgos y
Parroquias. Se reclama que se den a conocer y se favorezca una mayor fluidez a
la hora de ejercer el discernimiento de la pastoral y gobierno de la Iglesia.
Tal vez habría que repensar la actual organización de las parroquias y de los organismos
diocesanos.
Un grupo apunta que tiene poco conocimiento del discernimiento espiritual y de los métodos y procedimiento para realizarlo. Podemos promoverlo mediante comunidades cristianas enclavadas en las parroquias o en estructuras interparroquiales, en las que se imparta formación para el despertar de la vida interior, fomentando la oración personal y comunitaria y el conocimiento profundo de la Palabra de Dios, para nacer a la vida del Espíritu.
2.
¿Qué formación se ofrece a las personas, a cada una en su
particular responsabilidad dentro de la comunidad cristiana, para ampliar y
mejorar el “caminar juntos”, garantizando el diálogo respetuoso, la
participación de todos y la corresponsabilidad?
Los
profesores y catequistas valoran los encuentros, los cursos y las jornadas
diocesanas que fomentan la formación. Se solicitan más encuentros de formación
diversificada. Otros apuntan que debería empezarse por una catequesis seria de
adultos e incluso, a veces, por un primer anuncio.
En la
Iglesia, para el que quiere hay mucha formación. Hay que aprovecharla. Para
formarse es necesario comprometerse, dedicar tiempo, generar espacios
periódicos, y no lo solemos hacer. Por otro lado, hay muchos documentos
eclesiásticos que, hoy en día, son accesibles para todos. El problema está en
que “me quiera formar”.
Los grupos
parroquiales, de Biblia, de Cáritas, Euntes y otros, son un buen ámbito para la
oferta de formación e intercambio espiritual. Es importante en su
funcionamiento la persona y la preparación del líder.
La formación
se vive mejor participando asiduamente en pequeñas comunidades cristianas que
se reúnen en asambleas celebrativas de la Palabra, de la Eucaristía, de las
Convivencias, etc.
Debemos
formar a laicos para que sean coordinadores y formadores de grupos de laicos.
La formación laical ayudará a que los cristianos transmitamos el mensaje
cristiano en la vida de los pueblos o barrios en las que están insertas las parroquias.
Un grupo de pastoral de colegio católico
desconoce la realidad de la formación en la Diócesis, si la hay de una forma
continua, reglada y asequible para todos. Valoran la que se imparte para
adultos, pero solicitan más formación para los jóvenes cristianos.
Se
apunta que hay un analfabetismo
espiritual que debe ser atajado por toda la Iglesia mediante el
compromiso e implicación de los seglares, y el estímulo y formación impartido
por los sacerdotes y por los responsables de la Iglesia.
Además
de la formación catequética se debe fomentar la formación en la dimensión pública
de la fe, para poder entrar en dialogo con la sociedad sin complejos. Cuidar
una formación en la sensibilidad caritativa, así como mantenernos en los valores evangélicos en
nuestro día a día.
Solicitan
de nuevo a los sacerdotes una buena preparación en las homilías, sobre todo las
dominicales, que nos iluminan la Palabra de Dios y son una magnífica ocasión
para la formación en lo esencial de la fe de todo el Pueblo de Dios.
Deberíamos
formarnos más en la Doctrina Social de la Iglesia, que nos ayuda a encarnar el
Evangelio en el entorno social en el que trabajamos y vivimos, y nos compromete
y motiva a desarrollar la dimensión política de la fe, con planteamientos y
decisiones al alcance de todos.
Se solicita fomentar y cuidar los
encuentros de todos los Movimientos y Asociaciones de Apostolado Seglar,
convocando Jornadas Diocesanas de Pastoral que fomenten la formación y comunión
de todos los cristianos, así como
una mayor oferta de charlas y cursos organizados desde la Diócesis.
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