sábado, 4 de junio de 2022

INFORME FINAL SÍNODO DE LOS OBISPOS / DIÓCESIS DE CALAHORRA Y LA CALZADA-LOGROÑO

 

TEMA 1º: ESCUCHAR

1.      Como miembro de la Iglesia, ¿te sientes escuchado?, ¿escuchas a los demás?

 La mitad de las respuestas se reparten casi equitativamente entre “el sí y el no escucho” y “el sí y el no me siento escuchado”.  Hay personas que agradecen sentirse escuchadas en general, otras que expresan sentirse escuchadas en sus grupos pero no por parte de otros grupos; personas que agradecen la escucha de la jerarquía y otras que critican su falta de escucha, sobre todo en las demandas de la sociedad actual, en temas doctrinales o en  las reivindicaciones  (democratización eclesial, acceso de la mujer al diaconado y sacerdocio ministerial, etc.).

Desgranando respuestas comunes, se repite con frecuencia que cada uno escucha lo que le interesa, que se tiene miedo a hablar, que nos cuesta admitir la pluralidad y eso dificulta la escucha recíproca., que algunos tienen la sensación de ser grupos burbuja, tanto a la hora de ser escuchados como de escuchar.

Otra de las insistencias coincidentes es la de que nos faltan cauces de encuentro personal y de participación. Y los que hay (Consejos parroquiales, etc.) funcionan a medias, con poca participación.

Los grupos de ideología semejante se sienten escuchados en sus grupos de referencia, pero no en los demás. Y reconocen también no escuchar apenas a los grupos que no se identifican con sus ideas

Hay grupos que echan en falta una atención mayor a los laicos y a las mujeres, a los que califican de minusvalorados a nivel eclesial.


2.- ¿Escuchamos lo que sucede a nuestro alrededor: acontecimientos y cambios sociales y culturales, emergencias humanitarias, etc.? ¿Escuchamos la voz de las minorías y de los descartados?

 También aquí se reproduce lo anterior: “escuchamos, no escuchamos”, a partes iguales. Se coincide en que no es lo mismo escuchar que oír, en que  no se escucha igual al que coincide con nosotros que al que no coincide. Hay prejuicios por parte de todos.

Se insiste en la necesaria conexión entre escuchar al Señor y escuchar al hermano, sobre todo al más necesitado.

Aunque se valora la atención que se da al pobre, se reconoce en general la falta de un compromiso mayor en favor de los necesitados. No es lo mismo oír que actuar.

Se echa en falta una mayor sintonía con los signos de los tiempos. Aunque se reconoce la dificultad de lograr una información “objetiva” en medio de tanta ideologización informativa, así como la dificultad para entablar un diálogo con la actualidad en igualdad de condiciones.

Se destaca también cómo el exceso de información nos dificulta la asimilación serena y nos habitúa a los sucesos, por más dramáticos que sean, lo que, junto al excesivo individualismo, nos contagia de insensibilidad e indiferencia.  

Estamos abiertos a personas y atentos a los acontecimientos, cercanos, sensibles y también a la iglesia y al Papa, obispos y curas. Pero palpamos un desánimo muy generalizado y no sabemos cómo iniciar a la experiencia del sínodo en los ambientes en los que vivimos

Vemos la necesidad de la participación con otras personas y nos parece rica la pluralidad de la Iglesia, pero no creemos en la pluralidad sin criterios. Se puede ser plural, pero vemos que la Iglesia debe avanzar o confluir en unos mismos criterios que nos haga mirar a todos desde donde miraba Jesús: los empobrecidos, los más vulnerables, los que necesitan ser liberados de injusticias, es decir, desde las Bienaventuranzas.


TEMA 2º: TOMAR LA PALABRA: DIÁLOGO IGLESIA-SOCIEDAD

 

1.      Como cristiano ¿te atreves a hablar de forma libre, abierta y respetuosa dentro de la Iglesia y en medio de la sociedad? ¿Dónde y con quién te resulta más fácil o difícil dar testimonio de la fe?

 

Nos sentimos libres para expresar nuestras opiniones, pero nos damos cuenta de que nos falta más formación para manifestar y razonar mejor nuestra fe en los ambientes sociales más secularizados. En general nos resulta difícil el diálogo con los interlocutores no creyentes. Nos hemos hecho cristianos cómodos, clandestinos.

 

También nos resulta costoso dar razón de nuestra fe en los temas cuestionados y/o discutidos de teología o de Iglesia, y también con personas de diferente religión y/o ideología.

 

Los cristianos hablamos poco de las cosas de Dios y de la Iglesia por la vergüenza de ser señalados o juzgados. Nadamos a contracorriente, pero no por ello debemos dejar de dar testimonio en todo momento. Nunca ha sido fácil, pero no podemos escudarnos en que no nos hacen caso; siempre hay momentos en los que aprovechar para exponer la fe.

 

El ámbito de los jóvenes es donde nos resulta más difícil construir caminos de diálogo.

 

Se constata la existencia de fracciones y rivalidades dentro de la Iglesia, el clericalismo, las luchas internas por el poder, socavando así la comunicación, el diálogo, y generando muchas crisis de confianza y de libertad.

 

Es necesario crear cauces de encuentro y comunicación distintos a las celebraciones litúrgicas: grupos, asambleas, lectura creyente, etc.

 

2.     2.  ¿A qué problemáticas importantes de nuestra sociedad (cultura, economía, política, educación, etc.) crees que la Iglesia debería prestar más atención? ¿Qué propuesta de comunicación y diálogo ves más necesaria hoy?

 

El aspecto más importante que la Iglesia debería atender es el de la educación; en dos sentidos. El primero, en la transmisión de la fe en las familias; el segundo, en la presencia de la enseñanza de la religión católica en los centros educativos, cuidando mucho la formación adecuada del profesor o profesora de religión.

 

La educación y la cultura son factores a los que la Iglesia debería prestar más atención, priorizando la comunicación y adaptando el mensaje al tiempo que vivimos, con creatividad, claridad de ideas, en diálogo estrecho con la realidad.

Debiéramos estar más abiertos a los avances científicos y culturales de la sociedad e incorporarlos en nuestra acción pastoral educativa y cultural.

 

Se señala también que la Iglesia tiene que prestar más atención y dialogar más con la sociedad en los siguientes temas: el valor de la persona, los derechos humanos, la familia, el trabajo, la paz que nace de la justicia, el compromiso por la caridad hacia los descartados y la política como servicio al bien común.

 

El dialogo más profundo y transcendental con el hombre de hoy debe tener en cuenta primordialmente el Amor de Dios manifestado en Cristo Jesús.

 

Es un objetivo imprescindible conseguir un diálogo fluido con los gobernantes y organizaciones sociales, desde los empobrecidos y desde la Doctrina Social de la Iglesia. Para ello necesitamos formarnos en Doctrina Social de la Iglesia.

 

No podemos olvidar en ese diálogo la presencia liberadora de la mujer a la que la misma Iglesia ha tenido marginada. Debería prestar atención a dejar de lado las estructuras de poder. La Iglesia tiene que encontrar su lugar siendo más “profética”.

 

También urge dar a conocer la gran aportación que realiza la Iglesia a la sociedad en temas de caridad, de educación y de justicia, especialmente con las personas más necesitadas.

 

Falla la utilización de los medios de comunicación para llevar el discurso argumentativo de lo que piensa y quiere la Iglesia, así como un lenguaje claro y expresivo, para que el mensaje cristiano pueda llegar a todos, usando los medios y las redes sociales. Siempre desde el diálogo  respetuoso, sin prepotencia ni exclusiones. Hay que formar buenos comunicadores del mensaje cristiano.

 

Debemos acentuar en la comunicación social el estilo y vida de Jesús, conectar con los problemas reales de las personas, simplificar las estructuras eclesiales y dar más protagonismo a todos los bautizados.

 

La Iglesia debería prestar más atención a la política en general, puesto que está íntimamente relacionada con otros muchos aspectos de la vida como la cultura, la economía, la educación, etc. en los que la Iglesia es atacada constantemente. Las declaraciones del Papa Francisco en torno a la sociedad y la presencia de la Iglesia nos pueden servir para formar nuestros criterios de acción social (La encíclica “Fratelli Tutti”).

 

Hay que difundir en la sociedad nuestros valores con claridad y firmeza, y nuestras actividades, con una mayor interacción entre las parroquias y la sociedad, con propuestas religiosas más atractivas en las familias y en el ámbito cultural, saliendo del confort de los “iguales” y exponiendo sin miedo nuestras creencias a los alejados e indiferentes.

TEMA 3º: LA CELEBRACIÓN

1.    1.   ¿Qué frutos renovadores tienen la oración y la celebración litúrgica en nuestra vida concreta, para "caminar juntos" como miembros activos de la Iglesia?

 

La oración y la celebración litúrgica producen frutos tanto a nivel de vida personal como de vinculación con la Iglesia: paz, perdón, fuente de vida, renovación, disponibilidad, etc.

 

La oración personal y la celebración comunitaria siempre son una ayuda personal y espiritual; es la experiencia de Dios que entra en nosotros, que nos conecta con Cristo, en la que aprendemos a escuchar y a vivir los signos de los tiempos, que nos descubre al hermano y nos ayuda a tener esperanza.

 

Cuando la oración y la celebración son comunitarias, evitando el individualismo religioso, se potencia más el sentido comunitario de la celebración. Hemos de favorecer todo lo que nos ayuda a sentirnos más comunidad.

 

Se considera necesario potenciar la oración en familia, y se resalta la importancia de enseñar a orar en la catequesis de iniciación cristiana.

 

Debe haber integración entre el culto a Dios y el amor al hermano. No podemos caer en un culto exterior que se practica por costumbre, pero al que le faltan los frutos de una vida fiel a Dios y al mandamiento del amor que nos enseñó el Señor.

 

2.     2.  ¿Nos tomamos todos en serio la participación activa de los cristianos en las celebraciones litúrgicas, y fomentamos los diferentes ministerios laicales: lectores, acólitos, animadores del canto, etc.?

 

Desde las parroquias se fomenta la participación y colaboración, pero siempre recae todo en las mismas personas. No hay savia nueva, porque no se está dispuesto al compromiso o porque se participa en las celebraciones de forma pasiva.

 

Esta participación podría ser más activa, no únicamente en aspectos como leer o cantar, sino en ayudar a personas que necesitan de nuestro aliento y escucha en el entorno cercano a la parroquia. Algunos sacerdotes no ayudan demasiado y frenan la participación de los fieles en la liturgia de la comunidad parroquial.

 

Algunos consideran que se ha convertido a los laicos en espectadores de una liturgia que a muchos aburre, y se ha producido un divorcio entre las celebraciones litúrgicas y la vida.

 

En épocas anteriores los sacerdotes tenían que hacer casi todo en la liturgia; hoy los laicos se tienen que incorporar más en los diversos servicios, sintiendo que todos somos necesarios, pero ninguno imprescindible. Nos hace falta concienciarnos más en este sentido, porque el futuro de la Iglesia es laical. 

 

Es necesaria una mayor formación y explicación de la liturgia para poder participar con más profundidad. Las celebraciones litúrgicas requieren una preparación que hemos de cuidar más. La lectura de la Palabra exige una preparación anterior a la celebración: lectores preparados, formación bíblica, al menos elemental, cuidar el lenguaje adecuándolo a tiempos, lugares, circunstancias, participantes, etc. Es muy importante la participación activa de los niños y jóvenes en las celebraciones, para que no sean solo meros espectadores, fomentando en la catequesis la explicación de los ritos, signos y partes de la Misa.

 

Debemos esforzarnos en revitalizar tanto la escucha activa de la Palabra, como una lectura crítica y actual del evangelio, para dejarnos interpelar seriamente por él, haciendo de la oración un encuentro comunitario con el Señor.

 

Es importante que los presbíteros preparen la homilía y ésta sea siempre de animación a la vivencia cristiana de la fe, con gozo y alegría; no puede convertirse en una moralina descafeinada del gran mensaje del Evangelio, que siempre es Buena Noticia.

 

Es necesario crear nuevos grupos de liturgia que dinamicen las celebraciones para una mayor vivencia y oración. Cuidar la acogida como medio para ayudar a otros a sentirse parte de la celebración.

 

En las celebraciones en comunidades o grupos de fe se facilita más la participación activa de todos los ministerios: lectores, acólitos, animadores del canto, etc.  La Iglesia va perdiendo este sentir de comunidad y por ello los momentos de oración y celebración litúrgica están perdiendo el sentido del “caminar juntos”. También hay fieles que ven con tristeza y preocupación que apenas hay gente joven en las iglesias.

 

La Eucaristía dominical ayuda a las personas mayores, sobre todo en el mundo rural, a vivir los días festivos de forma diferente al resto de los días de la semana, y es una ocasión incomparable para encontrarse con los vecinos y hacer comunidad.

 

La Vida Consagrada se toma en serio la participación activa, según las posibilidades de cada comunidad para participar en la liturgia de las parroquias, y según la capacidad personal de cada religioso o religiosa.

 

Se podrían establecer celebraciones para fomentar las vocaciones para la vida consagrada y la participación de los jóvenes en ellas. Así como suscitar y cultivar la vocación al diaconado permanente y a los ministerios laicales. Muchos cristianos no saben qué son los ministerios laicales. Deberían prepararse a los laicos para esos ministerios.


TEMA 4º: CORRESPONSABILIDAD EN LA MISIÓN

1.      1. Como bautizados y discípulos misioneros, ¿nos sentimos corresponsables y protagonistas de la misión de la Iglesia?

En general sí nos sentimos corresponsables progresivamente en la misión de la Iglesia. Vamos tomando conciencia de ser discípulos misioneros. Aunque todavía necesitemos más implicación laical, tanto en lo interno eclesial como en la relación hacia afuera.

Constatamos que nos resulta más difícil dar testimonio en nuestros ámbitos profesionales, sindicales y de relación con personas alejadas, aunque en nuestra forma de trabajar tratamos de ser fieles a nuestro ser cristiano.

Hay un gran tanto por ciento de los bautizados que no se siente implicado en la corresponsabilidad. Hay mucho bautizado pasivo, tanto de cara al testimonio misionero como al posicionamiento ante cuestiones y situaciones que vive la sociedad actual y que  se contraponen al mensaje de Jesús

Los que estamos en grupos o colaboramos prácticamente en las parroquias o movimientos sí nos sentimos implicados, aunque deberíamos implicarnos más: iglesia somos todos los bautizados.

Nos sentimos más corresponsables cuando estamos participando activamente en la pastoral. Vamos aprendiendo a asumir nuestra corresponsabilidad en la oración, en nuestras conversaciones, en nuestra manera de interpretar la realidad, en nuestros ambientes (laborales, estudiantiles), en el apoyo a los pobres y en nuestra defensa de los Derechos Humanos.

Necesitamos un encuentro personal con Jesús y un trato permanente con Él. Eso nos impulsa al trato cercano y generoso con la realidad en su conjunto. Él es quien convoca siempre, a través de nuestros medios. Él es el protagonista y no nosotros. A veces nos cuesta darle su espacio, dejarle que se exprese en nosotros. Usurpamos a veces su puesto y eso perjudica nuestra credibilidad eclesial.

 

2.    2.   ¿Cómo somos convocados, acompañados y formados para discernir y realizar nuestro servicio en la sociedad (en el compromiso social y político, en la investigación científica y en la enseñanza, en la promoción de la justicia social, en la tutela de los DD HH y en el cuidado de la Casa común, etc.)?

Somos convocados desde el Bautismo. Y a lo largo de la vida: en el testimonio, la formación, la familia, la ecología, el trabajo, la economía, la justicia social, el trabajo decente, el cuidado de la casa común, la enseñanza…

Cada uno es convocado también desde su circunstancia concreta, interpelado por su situación y ámbito particular, en el que aportar sus carismas.

Somos convocados por la Eucaristía, por la Palabra de Dios, por las Bienaventuranzas, por la Doctrina Social de la Iglesia, por el Papa, por los obispos, por los sacerdotes en las parroquias, por los Movimientos Apostólicos, Grupos de Apostolado, Cofradías y Hermandades, Grupos de Biblia, de Adoración y contemplación, Camino Neocatecumenal, Movimiento Rural Cristiano, Comunidades de Base, Consejos y grupos parroquiales, desde las situaciones concretas de la vida, desde los problemas sociales e individuales.

Se nos convoca para iniciar un proceso de primer anuncio, de catequesis específica, de acompañamiento e integración en la comunidad, para ser fermento en el mundo.

Pero la manera de convocar es a veces demasiado genérica, no llega a involucrarnos en serio, salvo en grupos reducidos y especializados. Hace falta una forma de convocar más viva y testimonial.

Nos falta un acompañamiento continuado. No estamos cualificados para responder ante determinadas situaciones. Nos falta formación, tanto a nivel personal como a nivel político-social, en la Doctrina Social de la Iglesia. Nos falta creatividad para salir hacia afuera, para dialogar con el “Mundo”, con la cultura, aparentemente distante del evangelio.

Se echan en falta oportunidades de discernimiento grupal o comunitario. Nos cuesta dejarnos interpelar por opiniones diversas a las nuestras, muchas veces manipulamos al Espíritu.

Trabajar en grupo la revisión de vida o el proyecto de vida nos ayuda mucho a la hora de discernir nuestra vocación y acción misionera.

Se requiere una mayor colaboración entre el clero y el laicado, una mayor potenciación de las asambleas arciprestales, de los Consejos Pastorales y parroquiales…

Nos falta aprender a acompañar y dejarnos acompañar. Hay un exceso de individualismo y un excesivo clericalismo estructural.

 Nos falta un discernimiento cultural, así como interpelar a la sociedad sobre el sentido de Dios y hacernos oír en los Medios de Comunicación.

 

TEMA 5º DISCERNIR, DECIDIR Y FORMARSE EN SINODALIDAD

 

1.      Siendo conscientes de los dones recibidos en el bautismo para el servicio de todos, ¿cómo podemos mejorar los procedimientos y métodos que utilizamos para discernir y tomar decisiones juntos? ¿Cómo podemos promover una mayor participación en la toma de decisiones dentro de la Iglesia (Consejos Parroquiales, Juntas de Gobierno, asambleas, etc.)?

 

Los distintos grupos parroquiales con frecuencia ni siquiera se conocen, y desconocen su funcionamiento, por lo que es necesario fomentar encuentros con todos los miembros de la comunidad parroquial. También se solicita más participación en los Consejos Parroquiales de todas las realidades eclesiales presentes en las parroquias (colegios católicos, comunidades religiosas, movimientos, etc.).

 

Es necesario fomentar no solo que los laicos accedan a cargos de coordinación o responsabilidad eclesial, sino que lo sientan como algo suyo. Para ello es necesario formar al laicado en una corresponsable, en una “Iglesia en salida”.

 

Los consejos parroquiales de pastoral y de economía son una forma idónea de corresponsabilidad, respetando la autoridad del párroco, que es el que debe tomar la decisión correcta, iluminada por las respuestas y opiniones de los miembros del Consejo Parroquial. Es importante, para que se dé la participación en la Iglesia, el liderazgo de los sacerdotes. Y una vez que se participa, la escucha y la apertura de los sacerdotes; si no hay escucha se retrae la participación.  Lo mismo en las Juntas de Gobierno y en las asambleas parroquiales, tras la escucha e iluminación de las opiniones de los participantes, la última palabra la tendrá el Obispo.

 

Algunos consideran que los bautizados somos sujetos pasivos, sin capacidad de tomar decisiones. En parte, porque somos poco participativos y cómodos, pero en parte también, porque en la Iglesia la voz y el voto la tienen los ordenados. Por ello, es difícil caminar juntos cuando no hay un diálogo de iguales.

 

Es muy importante pertenecer a un grupo o comunidad para hacer el discernimiento comunitario en la escucha compartida de la Palabra, que es la que nos proporciona los criterios para discernir. De aquí surgirá la actuación en nuestras vidas.

 

En las comunidades y grupos de fe se realizan convivencias que fomentan el diálogo y la corresponsabilidad, y que ayudan a mejorar el caminar juntos. Es necesario afianzar y potenciar los grupos de reflexión y de colaboración que existen en las parroquias, abiertos a la participación de todos, y acoger en ellos a las personas que más necesiten sentirse respaldadas y ayudadas.

 

La democracia en la vida pública nos muestra el camino a seguir en nuestras organizaciones eclesiales: todos convocados, todos discerniendo y opinando desde la libertad y el respeto mutuo.

 

Participar en esta reflexión sinodal ha hecho tomar conciencia a un grupo de su ignorancia en la formación sobre métodos y procedimientos que nos faciliten una mayor implicación en el discernimiento y toma de decisiones en las competencias parroquiales y diocesanas.

 

Algunos desconocen los organismos y estructuras de la Diócesis, Arciprestazgos y Parroquias. Se reclama que se den a conocer y se favorezca una mayor fluidez a la hora de ejercer el discernimiento de la pastoral y gobierno de la Iglesia. Tal vez habría que repensar la actual organización de las parroquias y de los organismos diocesanos.

 

Un grupo apunta que tiene poco conocimiento del discernimiento espiritual y de los métodos y procedimiento para realizarlo. Podemos promoverlo mediante comunidades cristianas enclavadas en las parroquias o en estructuras interparroquiales, en las que se imparta formación para el despertar de la vida interior, fomentando la oración personal y comunitaria  y el conocimiento profundo de la Palabra de Dios, para nacer a la vida del Espíritu.

2.      ¿Qué formación se ofrece a las personas, a cada una en su particular responsabilidad dentro de la comunidad cristiana, para ampliar y mejorar el “caminar juntos”, garantizando el diálogo respetuoso, la participación de todos y la corresponsabilidad?

 

Los profesores y catequistas valoran los encuentros, los cursos y las jornadas diocesanas que fomentan la formación. Se solicitan más encuentros de formación diversificada. Otros apuntan que debería empezarse por una catequesis seria de adultos e incluso, a veces, por un primer anuncio.

 

En la Iglesia, para el que quiere hay mucha formación. Hay que aprovecharla. Para formarse es necesario comprometerse, dedicar tiempo, generar espacios periódicos, y no lo solemos hacer. Por otro lado, hay muchos documentos eclesiásticos que, hoy en día, son accesibles para todos. El problema está en que “me quiera formar”.

 

Los grupos parroquiales, de Biblia, de Cáritas,  Euntes y otros, son un buen ámbito para la oferta de formación e intercambio espiritual. Es importante en su funcionamiento la persona y la preparación del líder.

 

La formación se vive mejor participando asiduamente en pequeñas comunidades cristianas que se reúnen en asambleas celebrativas de la Palabra, de la Eucaristía, de las Convivencias, etc.

 

Debemos formar a laicos para que sean coordinadores y formadores de grupos de laicos. La formación laical ayudará a que los cristianos transmitamos el mensaje cristiano en la vida de los pueblos o barrios en las que están insertas las parroquias.

 

Un grupo de pastoral de colegio católico desconoce la realidad de la formación en la Diócesis, si la hay de una forma continua, reglada y asequible para todos. Valoran la que se imparte para adultos, pero solicitan más formación para los jóvenes cristianos.

 

Se apunta que hay un analfabetismo espiritual que debe ser atajado por toda la Iglesia mediante el compromiso e implicación de los seglares, y el estímulo y formación impartido por los sacerdotes y por los responsables de la Iglesia.

 

Además de la formación catequética se debe fomentar la formación en la dimensión pública de la fe, para poder entrar en dialogo con la sociedad sin complejos. Cuidar una formación en la sensibilidad caritativa, así como  mantenernos en los valores evangélicos en nuestro día a día.

 

Solicitan de nuevo a los sacerdotes una buena preparación en las homilías, sobre todo las dominicales, que nos iluminan la Palabra de Dios y son una magnífica ocasión para la formación en lo esencial de la fe de todo el Pueblo de Dios.

 

Deberíamos formarnos más en la Doctrina Social de la Iglesia, que nos ayuda a encarnar el Evangelio en el entorno social en el que trabajamos y vivimos, y nos compromete y motiva a desarrollar la dimensión política de la fe, con planteamientos y decisiones al alcance de todos.

 

Se solicita fomentar y cuidar los encuentros de todos los Movimientos y Asociaciones de Apostolado Seglar, convocando Jornadas Diocesanas de Pastoral que fomenten la formación y comunión de todos los cristianos, así como una mayor oferta de charlas y cursos organizados desde la Diócesis.

 

 

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