Vosotros sois la luz del mundo y la sal de la tierra
1.- Oración Introductoria.
Hoy quiero comenzar mi oración con una intensa acción de gracias por el regalo de la “sal” y de la “luz”. Con la sal descubro el sentido de la vida que no es otra cosa que una vida con sentido, una vida alegre, positiva, fecunda, en plena gratuidad. ¿Qué exige la sal cuando desaparece dando sabor a la comida? Con la luz puedo ver los colores, la belleza de la creación, la hermosura de las personas por fuera y, sobre todo, por dentro. Gracias, Señor, por la luz y por la sal.
2.- Lectura reposada del evangelio: Mateo 5, 13-16
«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
Reflexión.
Jesús no se limita a decirnos: tenéis que tener sal y luz en vuestras vidas. Sabemos que el verbo tener indica imperfección, precariedad, limitación. Decimos: tengo salud; sí, pero relativa. ¿Quién te puede asegurar que mañana estarás sano? Decimos: tengo vida; sí, pero relativa. ¿Quién te puede asegurar que mañana vas a seguir vivo? Somos muy limitados. Por eso Jesús no usa el verbo “tener” sino el verbo “ser” que connota plenitud, consistencia, estabilidad. Jesús no quiere que sus discípulos sean “fuegos artificiales”, que son bonitos, pero pronto desaparecen. Quiere que la esencia de nuestra vida sea luz. Que la luz sea el A.D.N más profundo de nuestro ser. Tampoco quiere el Señor que la sal de nuestra vida se desvirtúe y sea pisada por la gente. Quiere que “seamos sal”, que estemos siempre dispuestos a la entrega, al servicio, a la donación por los demás, hagamos desaparecer un mundo soso, aburrido, a punto de morir de asco. Y nos dediquemos a construir un mundo más alegre, más saleroso, más feliz. Y esto, aunque sea a costa de desaparecer. “El que gana la vida para este mundo la pierde; pero el que la pierde la gana para la vida eterna”. Jesús murió para que todos vivamos.
Palabra del Papa
“Vosotros sois la sal de la tierra y la luz del mundo. Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos «sabor» a los diferentes ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.» (Ángelus de S.S. Francisco, 9 de febrero de 2014).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Silencio)
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su palabra. Ahora yo le respondo con mi oración.
Jesús, ¡qué bonita es la vida cuando estás Tú! Con tu presencia todo lo iluminas, hasta las zonas más oscuras del corazón. Sólo tu luz nos hace ver la luz. La luz de este mundo se convierte en oscuridad cuando Tú no estás. Y cuando Tú apareces, eres como la luz de la aurora que va creciendo e iluminando todas las cosas. Tú eres la alegría de la vida. Una vida sin tu presencia, es aburrida, sosa, tediosa, triste. Contigo la vida tiene otro sabor. Un sabor a plenitud, un sabor a eternidad.
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