“Esta viuda pobre ha echado más que todos”
1.- Introducción.
Señor, la oración de este día llama a la puerta de mi generosidad. Hay muchas puertas dentro de mí: la del egoísmo, la de la codicia, la de la vanidad; pero también existe la puerta de la generosidad y es precisamente a esta puerta a la que mi oración se dirige. Y le pido a Dios que esta puerta sea ancha y esté siempre abierta, para que yo sea generoso, espléndido, como aquella viuda pobre.
2.- Lectura reposada del evangelio. Marcos 12, 38-44
En aquel tiempo, enseñaba Jesús a la multitud y les decía: Guardaos de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa. Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro: muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces, llamando a sus discípulos, les dijo: Os digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de los que les sobraba, ésta, en cambio, ha echado de lo que necesitaba todo cuanto poseía, todo lo que tenía para vivir.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
Jesús rechaza los primeros puestos. Si hoy tuviera que elegir entre los de arriba y los de abajo, Jesús siempre se pondría con los de abajo. Si viajara, iría en un autobús, como la gente sencilla. Y si fuera al centro de salud, preguntaría: Por favor, ¿quién es el último? Y se pondría detrás. ¡Nada de privilegios! Jesús se sentó. Siempre que se usa este término en el evangelio, es para decirnos que quiere hablar como maestro. Y aquí la enseñanza que Jesús nos quiere dar no consiste en palabras, sino en un hecho concreto: la limosna de la viuda pobre. Los ojos de la gente están pendientes de aquellos que daban grandes limosnas, incluso aplaudían al que más daba. Nadie se fijó en las dos monedas de aquella mujer que, ante los demás, sentía vergüenza de dar tan poco. ¿Nadie se fijó? Allí en las dos monedas de la viuda estaban fijos los ojos de Jesús. La viuda podría haber dado una moneda y guardarse la otra para comprar el pan del día siguiente. Pero entregó todo lo que tenía. No sólo el presente del hoy sino el futuro del mañana. Por eso las echó en el cepillo de los “holocaustos” Allí se depositaban las limosnas que servían para los sacrificios donde se quemaba todo el animal, sin que quedara nada. La viuda ofrecía su vida como “holocausto a Dios”. No lo que tenía (ya no tenía nada) sino todo lo que era. ¿Qué lección nos dio Jesús con esta imagen? Esta mujer ha ofrecido todo lo que tenía para vivir. Dios no nos pide que demos cositas que nos sobran sino que nos demos nosotros mismos. Nuestra vida es un don que Dios nos ha dado para entregarlo a los demás.
Palabra del Papa
“La fe no necesita aparentar, sino ser. No necesita ser alimentada por cortesías, especialmente si son hipócritas, sino por un corazón capaz de amar de forma genuina. Jesús condena este tipo de seguridad centrada en el cumplimiento de la ley. Jesús condena esta espiritualidad de cosmética, aparentar lo bueno, lo bello, ¡pero la verdad por dentro es otra cosa! Jesús condena a las personas de buenas maneras pero de malas costumbres […] Jesús nos aconseja esto: no tocar la trompeta. El segundo consejo que nos da: no dar solamente lo que nos sobra. Y nos habla de esa viejecita que ha dado todo lo que tenía para vivir. Y alaba a esa mujer por haber hecho esto. Y lo hace de una forma un poco escondida, quizá porque se avergonzaba de no poder dar más”. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 14 de octubre de 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra que acabo de meditar. (Guardo silencio)
5.-Propósito. En este día daré algo de mi persona. (Puedo dar sangre, tiempo, un buen consejo)
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, ¡qué lección tan maravillosa me ha dado hoy a mí esta viuda del evangelio! Sin palabras, desde su humildad, desde su silencio, desde su pasar desapercibida, desde su corazón totalmente entregado a Ti, fiándose plenamente de Ti, me ha dado la clave de la auténtica fe. Me creía que tenía fe, pero estoy muy lejos de la fe auténtica y verdadera. Dame, Señor, la fe de esta viejecita: viuda y pobre.
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