¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma?
1.- Introducción.
Señor, yo sé que nunca respondes a preguntas superficiales como éstas: ¿dónde voy a pasar el fin de semana? ¿qué modelo de coche me voy a comprar? ¿cómo van los valores en bolsa? etc…Pero sí respondes a las preguntas de profundidad: ¿para qué estoy en este mundo? ¿Qué sentido tiene el dolor, el sufrimiento y la muerte? ¿Qué pasará de mí cuando yo me muera? A todas estas preguntas contesta el evangelio. Dame, Señor, valor para hacerme estas preguntas y, sobre todo, dame tu gracia y tu fuerza para aceptar tu respuesta.
2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 16, 24-28
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: El que quiera venir conmigo, que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida la perderá; pero el que la pierda por mí, la encontrará. ¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? ¿O qué podrá dar para recobrarla? Porque el Hijo del Hombre vendrá entre sus ángeles, con la gloria de su Padre, y entonces pagará a cada uno según su conducta. Os aseguro que algunos de los aquí presentes no morirán sin antes haber visto llegar al Hijo del Hombre con majestad.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión
¿De qué le sirve a un hombre ganar el mundo entero, si pierde su alma? Con esta pregunta del evangelio, San Ignacio de Loyola conquista el alma juvenil de Javier. Esta es una pregunta clave que nos debemos hacer alguna vez en la vida. ¿De qué me sirve lo que estoy haciendo? ¿Desde dónde lo hago? ¿Me llena, me satisface? ¿Me gustaría que mi vida terminara así? La respuesta a esta pregunta vital la tiene Jesús cuando dice: “El que quiera seguirme, que cargue con su cruz y me siga”. Jesús no dice que debemos cargar con esa Cruz suya, tan pesada, Pide que carguemos con la nuestra. Y ¿cuál es nuestra cruz? Sencillamente, la cruz de la vida. A mí me gustaría ser distinto de lo que soy, y sin embargo, me tengo que aceptar con mis limitaciones. Hay muchas cosas que no me gustan de las personas que conviven conmigo; y, sin embargo, tengo que aceptarlas. En esta vida hay cantidad de cosas que no soporto y, sin embargo, las tengo que asumir. El asumir la vida como es y no como a mí me gustaría que fuera, es propio de personas maduras. Y el cristiano es el más hombre, el que no huye de la vida, el que la acepta tal y como es, pero lucha por mejorarla tal y como hizo Jesús.
Palabra del Papa.
«No se trata de una cruz ornamental, o de una cruz ideológica, sino que es la cruz del propio deber, la cruz del sacrificarse por los demás con amor —por los padres, los hijos, la familia, los amigos, también por los enemigos—, la cruz de la disponibilidad para ser solidarios con los pobres, para comprometerse por la justicia y la paz. Asumiendo esta actitud, estas cruces, siempre se pierde algo. No debemos olvidar jamás que “quien perderá la propia vida [por Cristo], la salvará”. Es un perder para ganar.» (Homilía de S.S. Francisco, 19 de junio de 2016).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto meditado. (Silencio)
5.-Propósito. Hoy aceptaré la vida como es, sin protestar en todo el día.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra; y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, quiero agradecerte el realismo con que te enfrentaste a la vida, con sus problemas y limitaciones, también con sus enormes posibilidades. Tú eres el Hombre-Perfecto; por eso quiero acercarme a Ti y poner mis pies en las huellas que han dejado los tuyos. Si me alejo de Ti, soy un poco hombre; si me acerco a Ti, me realizo plenamente como persona. Señor, que nunca me separe de Ti.
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