Donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
INTRODUCCIÓN
“El arte de esperar no está de moda. Lo queremos todo inmediatamente. Cuando nos hacen esperar en algún sitio es como si nos hicieran de menos… Este evangelio esconde una bienaventuranza para aquellos que están preparados para cuando el Señor llega: Hay dicha y felicidad en estar atentos y pendientes para acoger con solicitud a los que se aproximan a nuestras vidas; hay bendición en esa hospitalidad del corazón que no se improvisa. Lo contrario es andar distraídos e impacientes, tomados por la seducción puntual del momento. Jesús nos invita a una acogida perseverante, a mantener en el tiempo la duración y la intensidad del compromiso contraído: una tarea, una palabra, una amistad o un amor. Sabemos lo que nos quieren los demás por el tiempo que son capaces de esperarnos. Un esperar que significa fidelidad y confianza serena”. ((Mariola López Villanueva).
LECTURAS BÍBLICAS
1ª lectura: Sabiduría 18,6-9. 2ª lectura: Hebreos 11,1-2.8-19
EVANGELIO
Lucas (12,32-48):
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino. Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos bolsas que no se estropeen, y un tesoro inagotable en el cielo, adonde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón. Tened ceñida vuestra cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo. Y, si llega a la segunda vigilia o a la tercera y los encuentra así, bienaventurados ellos. Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, velaría y no le dejaría abrir un boquete en casa. Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre”. Pedro le dijo: “Señor, ¿dices esta parábola por nosotros o por todos?» Y el Señor dijo:«¿Quién es el administrador fiel y prudente a quien el señor pondrá al frente de su servidumbre para que reparta la ración de alimento a sus horas? Bienaventurado aquel criado a quien su señor, al llegar, lo encuentre portándose así. En verdad os digo que lo pondrá al frente de todos sus bienes. Pero si aquel criado dijere para sus adentros: “Mi señor tarda en llegar”, y empieza a pegarles a los criados y criadas, a comer y beber y emborracharse, vendrá el señor de ese criado el día que no espera y a la hora que no sabe y lo castigará con rigor, y le hará compartir la suerte de los que no son fieles. El criado que, conociendo la voluntad de su señor, no se prepara ni obra de acuerdo con su voluntad, recibirá muchos azotes; pero el que, sin conocerla, ha hecho algo digno de azotes, recibirá menos. Al que mucho se le dio, mucho se le reclamará; al que mucho se le confió, más aún se le pedirá».
REFLEXIÓN
1.-“No temas, mi pequeño rebaño” Es la gran preocupación de Jesús. No quiere ver a sus seguidores paralizados por el miedo ni hundidos en el desaliento. No han de perder nunca la confianza y la paz. Jesús es nuestro Pastor. Y, como dice el Papa Francisco, “va delante, en medio y detrás del rebaño”. Delante para señalarnos el camino; en medio para acompañarnos, y detrás para acoger a las ovejas más débiles y más necesitadas. «Mi pequeño rebaño». Jesús mira con ternura inmensa a su pequeño grupo de seguidores. Son pocos. Tienen vocación de minoría. No han de pensar en grandezas. Así los imagina Jesús siempre: como un poco de «levadura» oculto en la masa, una pequeña «luz» en medio de la oscuridad, un puñado de «sal» para poner sabor a la vida. Estos “divinos diminutivos” de Jesús son encantadores. Como cuando les dice a sus discípulos antes de morir. ”Hijitos míos, qué poco me queda de estar con vosotros (Jn. 13,33)”. Es como si toda la ternura acumulada en su corazón le estallara y la quisiera comunicar a sus discípulos en esa hora de despedida.
2.- Vuestro Padre ha tenido a bien daros a vosotros el reino. El reino, o mejor, el reinado de Dios, es el gran regalo que el Padre nos ha traído a través de Jesús. Cuando irrumpe dentro de nosotros, todo cambia. Lo que en esta vida lo tenemos por valor, es superado por un valor superior. En este reino de Dios “es mejor dar que recibir”; “es mejor compartir que acumular”, “es mejor servir que dominar”. Y esto ¿para qué? ¿Para amargar nuestra existencia? Al contrario, para darnos alegría y libertad interior, para poder realizarnos plenamente como personas. Esta es la maravilla del reino: nada de lo humano queda sin sentido. Todo se llena de plenitud. Ser cristiano es no dejar las cosas a medias. Jesús no se conforma con que seamos poco-hombres o medio-hombres, sino hombres y mujeres a la medida de Jesús, el hombre perfecto. La eucaristía como sacramento, hace presente una realidad que está siempre en nosotros, aunque oculta: la presencia de Dios como don total que me capacita para darme totalmente y alcanzar de ese modo mi plenitud.
3.- Vigilad. El Señor nos propone la bella tarea de vigilar. Vigilar y así estar preparados para cuando el Señor venga. La espera debe ser alegre, fiel, ilusionada. Nos preguntamos: ¿De dónde viene el Señor? ¿Acaso viene de enterrar a un muerto? ¡No! Viene de celebrar unas bodas. Oigamos sus palabras:” Vosotros estad como los hombres que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame. Bienaventurados aquellos criados a quienes el señor al llegar, los encuentre en vela; en verdad os digo que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y, acercándose, les irá sirviendo” (Lc. 12, 36-37). El Señor espera que estemos bien despiertos para poder contarnos su bonita experiencia. Quiere que, de alguna manera, participemos de la fiesta de su amo. Lo increíble es que este maravilloso señor, al llegar, debe estar cansado, con ganas ya de irse a dormir. Pero ha visto la espera fiel y gozosa de sus criados y “se pone a servirles”. A esta espera “en el amor” Jesús responde con una inusitada generosidad. Mientras les sirve, les cuenta su experiencia, lo bien que se lo ha pasado. Y aquellos buenos criados, disfrutan de la alegría y la fiesta de su Señor. Un servicio sin amor crea esclavos; un servicio con amor crea hombres libres.
PREGUNTAS
1.- ¿Tengo con Jesús un trato cordial, cercano, propio de buenos amigos?
2.- ¿Siento el reino de Dios en mí como el estallido de la primavera?
3.- ¿Me gusta esperar al Señor con la alegría y el cariño de dos enamorados?
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