“Quedaron asombrados de su doctrina”
1.- Oración Introductoria.
Señor, hoy en este evangelio, me sorprende que seas tan admirado. Tienes algo íntimo, profundo, inefable, misterioso para aquellas personas de tu pueblo. Y me pregunto, ¿por qué hoy, en nuestra cristiana Europa, ya no eres admirado, ni tenido en cuenta, y, en algunos casos, eres rechazado? Tú, Señor, eres el mismo. Pero nosotros, tus seguidores, somos distintos. No te seguimos con interés, con entusiasmo, con alegría, con convencimiento. Ayúdanos a cambiar.
En aquel tiempo, Jesús bajó a Cafarnaúm, ciudad de Galilea, y los sábados les enseñaba. Quedaban asombrados de su doctrina, porque hablaba con autoridad. Había en la sinagoga un hombre que tenía el espíritu de un demonio inmundo, y se puso a gritar a grandes voces: ¡Ah! ¿Qué tenemos nosotros contigo, Jesús de Nazaret? ¿Has venido a destruirnos? Sé quién eres tú: el Santo de Dios. Jesús entonces le conminó diciendo: Cállate, y sal de él. Y el demonio, arrojándole en medio, salió de él sin hacerle ningún daño. Quedaron todos pasmados, y se decían unos a otros: ¡Qué palabra es ésta! Manda con autoridad y poder a los espíritus inmundos y salen. Y su fama se extendió por todos los lugares de la región.
Meditación-reflexión.
No cabe duda que la clave de lectura de este evangelio está en la palabra “asombro”. Aparece al principio cuando se trata “de la doctrina” y al final “después de una curación”. Se admiraban de la doctrina de Jesús porque hablaba con “autoridad”. Había en Jesús una coherencia entre lo que decía y lo que hacía. La autoridad no le venía de lo que “sabía” sino de lo que “vivía”. Su vida irreprochable confirmaba sus palabras. Por otra parte, no se limitaba a predicar, sino a “sanar”. Ciertamente Jesús era un “sanador”. El demonio de entonces bien lo podríamos traducir hoy día como el “deshumanizador de la persona”. Intenta favorecer todo aquello que hace que “el hombre sea menos hombre” y “la mujer menos mujer”. Podemos poner una lista: violencia, guerra, alienación, droga, sida, guerras etc. Jesús lucha contra el mal, le conmina, le hace callar, y lo quita del medio.
Y esa hermosa tarea de sanar, cuidar, proteger la vida humana con palabras de esperanza, es la que debemos realizar los cristianos de nuestro tiempo. Sólo así se puede “extender su fama por todos los lugares”, como le ocurrió a Jesús.
Palabra del Papa
“A su enseñanza, que despierta la admiración de la gente, sigue la liberación de «un hombre poseído por un espíritu inmundo» que reconoce en Jesús «al santo de Dios», es decir, al Mesías. En poco tiempo, su fama se extendió por toda la región que Él recorre anunciando el Reino de Dios y curando a los enfermos de todo tipo: palabra y acción. San Juan Crisóstomo nos hace ver cómo el Señor «alterna el discurso en beneficio de los oyentes, en un proceso que va de los prodigios a las palabras y pasando de nuevo de la enseñanza de su doctrina a los milagros». La palabra que Jesús dirige a los hombres abre inmediatamente el acceso a la voluntad del Padre y a la verdad propia. No les sucedía así, sin embargo, a los escribas, que debían esforzarse en interpretar las Sagradas Escrituras con innumerables reflexiones. Además, a la eficacia de la palabra, Jesús unía la de los signos de liberación del mal”. Benedicto XVI, 29 de enero de 2012.
4. Qué me dice hoy a mí esta palabra que acabo de meditar. (Silencio).
Señor Dios mío, al acabar hoy mi oración, quiero darte gracias por Jesús, tu Hijo Amado. Sin Él, estaríamos solos y totalmente despistados, es decir, fuera de pista. Él es “el camino” que conduce a todas las personas a la plena realización. Ojalá la gente caiga en la cuenta de que allá donde hay un cristiano de verdad, ahí hay un hombre cabal. Una mujer cabal.
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