Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia
1.- Oración introductoria.
Señor, tu pregunta, en este evangelio, es directa, personal, intransferible. Hoy me preguntas a mí y debo dar una respuesta concreta. No basta una respuesta aprendida, meramente teórica. Necesitas saber lo que Tú supones en mi vida. Yo me identifico con la respuesta de Pedro, pero no con la que da hoy sino aquella que dio después del discurso sobre la Eucaristía. Todos te abandonan cuando dices que debemos comer tu cuerpo y beber tu sangre. Pero Pedro, en nombre de todos, dijo: Señor ¿a quién iremos? Es bonito sentirse uno totalmente perdido sin Jesús. ¿Qué sería de mí si Tú desaparecieras de mi vida? No lo quiero ni pensar.
2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 16, 13-23
Llegado Jesús a la región de Cesárea de Filipo, hizo esta pregunta a sus discípulos: «¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre?» Ellos dijeron: «Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías, otros, que Jeremías o uno de los profetas». Él les dijo: «Y vosotros ¿quién decís que soy yo?» Simón Pedro contestó: «Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo». Replicando Jesús le dijo: «Bienaventurado eres Simón, hijo de Jonás, porque no te ha revelado esto la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos. Y yo a mi vez te digo que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y las puertas del Infierno no prevalecerán contra ella. A ti te daré las llaves del Reino de los Cielos; y lo que ates en la tierra quedará atado en los cielos, y lo que desates en la tierra quedará desatado en los cielos». Entonces mandó a sus discípulos que no dijesen a nadie que Él era el Cristo. Desde entonces comenzó Jesús a manifestar a sus discípulos que Él debía ir a Jerusalén y sufrir mucho de parte de los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas, y ser matado y resucitar al tercer día. Tomándole aparte Pedro, se puso a reprenderle diciendo: «¡Lejos de ti, Señor! ¡De ningún modo te sucederá eso!» Pero Él, volviéndose, dijo a Pedro: «¡Quítate de mi vista, Satanás! ¡Escándalo eres para mí, porque tus pensamientos no son los de Dios, sino los de los hombres!
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
A primera vista, la respuesta de Pedro parece la correcta: “Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo”. Pero siguiendo el texto descubrimos que Pedro no había entendido nada del mensaje de Jesús. Él era el Mesías, el Ungido del Señor, pero las ideas de Pedro sobre el Mesías no coinciden con las de Jesús. Pedro sueña con un Mesías triunfalista, que expulsaría a los romanos y levantaría la choza caída de David. Pedro sueña con un Mesías al estilo del rey David, con poder, con ejércitos, con fama. Y Jesús piensa en un Mesías que iba a morir en una Cruz. San Pedro se había hecho ilusiones. Lo mismo que nosotros. También la Iglesia a lo largo de su historia, se ha dejado seducir por el poder, el dinero, el prestigio. Jesús le da a Pedro una respuesta durísima: le llama Satanás. Pedro le quiere poner obstáculos en el camino que le ha marcado el Padre. No podemos pensar en un cristianismo sin Cruz. Jesús ha ido a la cruz por amor. Jesús ha soñado en un mundo maravilloso, un mundo de hermanos, donde los bienes de este mundo fueran bien repartidos: un mundo donde hubiera agua para todos, pan para todos, escuelas para todos, hospitales para todos, casas para todos. Pero la envidia y la ambición de unos se oponen al proyecto de Dios. Jesús morirá pero su proyecto deberá seguir adelante. Y esta es la tarea de los cristianos: hacer que se cumpla ese maravilloso proyecto de Jesús.
Palabra autorizada del Papa
“Es un don de Dios: «¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado ni la carne ni la sangre, sino mi Padre que está en los cielos». Tiene su origen en la iniciativa de Dios, que nos desvela su intimidad y nos invita a participar de su misma vida divina. La fe no proporciona solo alguna información sobre la identidad de Cristo, sino que supone una relación personal con Él, la adhesión de toda la persona, con su inteligencia, voluntad y sentimientos, a la manifestación que Dios hace de sí mismo. Así, la pregunta de Jesús: «Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?», en el fondo está impulsando a los discípulos a tomar una decisión personal en relación a Él. Fe y seguimiento de Cristo están estrechamente relacionados. Y, puesto que supone seguir al Maestro, la fe tiene que consolidarse y crecer, hacerse más profunda y madura, a medida que se intensifica y fortalece la relación con Jesús, la intimidad con Él. También Pedro y los demás apóstoles tuvieron que avanzar por este camino, hasta que el encuentro con el Señor resucitado les abrió los ojos a una fe plena”. (Benedicto XVI, 21 de agosto de 2011.)
5.-Propósito: Renunciar a algo que me cuesta mucho y ofrecerlo a Dios por aquellas personas que han perdido su fe.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, me encanta tu pregunta a los apóstoles. Hoy me la haces a mí. Y tú, ¿qué dices de mí? Ya por el hecho de preguntar significa que yo te intereso, yo soy importante para ti, ocupo un lugar en tu corazón. ¿Qué más quiero? Tú eres ese amigo maravilloso que me miras, me llamas, me atraes, me seduces. Realmente el que te ha encontrado ha encontrado un “tesoro” estupendo. Sin ti, Señor, yo no soy nada. Tú, Señor, eres mi mejor yo. ¡Gracias!
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