“Un reino dividido no puede subsistir”
1.-Oración introductoria.
Señor, hoy más que nunca necesitamos necesidad de que nos envíes la fuerza del Espíritu Santo. Nosotros somos demasiado débiles para conseguir el don precioso de la unidad. Necesitamos que Alguien más fuerte nos ayude a cumplir el sueño de Jesús antes de irse de este mundo: ¡Que todos sean uno! Sólo cuando damos el testimonio de la unidad, garantizamos que estamos en la verdad. El mayor escándalo que podemos dar al mundo es de “unos cristianos divididos”. Espíritu Santo, ¡Une a todos los cristianos!
Los escribas que habían bajado de Jerusalén decían: «Está poseído por Beelzebul» y «por el príncipe de los demonios expulsa los demonios». El, llamándoles junto a sí, les decía en parábolas: «¿Cómo puede Satanás expulsar a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, ese reino no puede subsistir. Si una casa está dividida contra sí misma, esa casa no podrá subsistir. Y si Satanás se ha alzado contra sí mismo y está dividido, no puede subsistir, pues ha llegado su fin. Pero nadie puede entrar en la casa del fuerte y saquear su ajuar, si no ata primero al fuerte; entonces podrá saquear su casa. Yo os aseguro que se perdonará todo a los hijos de los hombres, los pecados y las blasfemias, por muchas que éstas sean. Pero el que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tendrá perdón nunca, antes bien, será reo de pecado eterno». Es que decían: «Está poseído por un espíritu inmundo».
3.- Qué dice el texto.
Meditación-Reflexión.
Un reino dividido no puede subsistir. Ni una humanidad dividida. Ni una familia dividida. Ni una Iglesia dividida. Dios es unidad. Precisamente es el Espíritu Santo el anillo que une al Padre con el Hijo. La casa de los hombres tiene un nombre: Babel. Es la confusión, el desconcierto, la osadía de unos hombres que, guiados por un espíritu egoísta, quisieron suplantar a Dios. La casa de Dios también tiene otro nombre: Pentecostés. Es el empeño de Dios por reconstruir lo que estaba roto y dividido. Aquí, guiados con la fuerza del Espíritu, todos se entienden, todos hablan el mismo lenguaje del amor. Un pecado contra el E. Santo no es simplemente un hecho, sino una disposición espiritual permanente, es una ceguera culpable por sí misma, un resistirse a la acción salvadora de Dios. En tanto que un hombre persiste obstinadamente en su oposición a Dios, se excluye a sí mismo de la salvación.
Palabra del Papa.
“La búsqueda del restablecimiento de la unidad entre los cristianos divididos no puede reducirse por tanto a un reconocimiento de las diferencias recíprocas y a la consecución de una convivencia pacífica: lo que anhelamos es esa unidad por la que Cristo mismo rezó y que por su naturaleza se manifiesta en la comunión de la fe, de los sacramentos, del ministerio. El camino hacia esta unidad debe ser advertido como imperativo moral, respuesta a una llamada precisa del Señor. Por esto es necesario vencer la tentación de la resignación y del pesimismo, que es falta de confianza en el poder del Espíritu Santo. Nuestro deber es proseguir con pasión el camino hacia esta meta con un diálogo serio y riguroso para profundizar en el común patrimonio teológico, litúrgico y espiritual; con el conocimiento recíproco; con la formación ecuménica de las nuevas generaciones y, sobre todo, con la conversión del corazón y con la oración. (Benedicto XVI, 25 de enero de 2011).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto ya meditado. (Silencio)
5.-Propósito: Voy a dialogar hoy con esa persona con la que me siento más distante.
Señor, los primeros cristianos me dan ejemplo clarísimo de cómo vivir la unidad. Ellos superaron las barreras sociales, económicas y culturales. Se sentían como una gran familia en la que nadie pasaba necesidad. Rezaban por los demás y se animaban unos a otros a perseverar en la fe en Jesucristo. Tenían un gozo inmenso y así daban testimonio de Cristo Resucitado. Nosotros, los cristianos del siglo XXI, ¿tenemos esas actitudes? Además de rezar, ¿qué podemos hacer?
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