¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación?
1.- Introducción.
Señor, hoy vengo a la oración con ganas de decidirme. No me gusta la postura de esos niños que no se deciden por nada. Ni les cae bien jugar a bodas ni a entierros. Yo hoy quiero decidirme por ti y no por Juan bautista. Quiero optar por la vida, la alegría, la música y la fiesta. Respeto a Juan en el desierto con su soledad, su austeridad, su radicalidad. Pero me quedo contigo, Jesús.
2.- Lectura reposada del evangelio. Lucas 7, 31-35
En aquel tiempo dijo el Señor: ¿Con quién, pues, compararé a los hombres de esta generación? Y ¿a quién se parecen? Se parecen a los chiquillos que están sentados en la plaza y se gritan unos a otros diciendo: Os hemos tocado la flauta, y no habéis bailado, os hemos entonando endechas, y no habéis llorado. Porque ha venido Juan el Bautista, que no comía pan ni bebía vino, y decís: Demonio tiene. Ha venido el Hijo del hombre, que come y bebe, y decís: Ahí tenéis un comilón y un borracho, amigo de publicanos y pecadores. Y la Sabiduría se ha acreditado por todos sus hijos.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
No cabe duda de que aquí, en este evangelio, hay una oposición entre la vida de Juan y la de Jesús. “Juan ni comía ni bebía y el hijo del Hombre come y bebe”. Juan vive en soledad, en el desierto, vestido con piel de camello, viviendo una vida austera y sacrificada. Y, desde allí, lanza sus dardos con palabras punzantes:” “¡Raza de víboras! Ya toca el hacha la raíz de los árboles y todo árbol que no dé fruto será talado y echado al fuego” (Mt. 3,7-11). Jesús no ha vivido nunca solo. Cuando sale a predicar, lo primero que hace, es llamar a un grupo de discípulos para vivir con ellos. Jesús, celebrando unas bodas con sus familiares, cambia la ascética en mística; cambia la tristeza en gozo; cambia las leyes encerradas en “viejas tinajas de barro” en vino nuevo, del más exquisito amor. Mientras hay vino, Jesús se mantiene sentado, sin actuar. Pero cuando escasea el vino y decae la fiesta, ahí entra en escena dando un vino excelente, es decir una alegría, infinitamente mejor. Jesús es la alegría de la vida. De ahí que sus palabras son de bondad, de ternura, de misericordia. Habla del reino de Dios como de una invitación a un banquete de bodas. Si estrujáramos el evangelio rezumaría alegría por todas partes.
Palaba del Papa
“Y así se entienden los diálogos fuertes de Jesús, con la clase dirigente de su tempo: se pelean, lo ponen a la prueba, le ponen trampas para ver si cae, porque se trata de la resistencia a ser salvados. Jesús les dice: “Pero yo no les entiendo” y señala que ellos “son como aquellos niños: hemos sonado la flauta y no han bailado; hemos cantado un lamento y no han llorado. ¿Pero qué quieren? ¡Queremos salvarnos como nos gusta!”. Es siempre este el cierre al mundo de Dios. Ellos no creen en la misericordia ni en el perdón: creen en los sacrificios. Misericordia quiere, no sacrificios. Quieren que todo esté bien acomodado, bien ordenado, todo claro. Este es el drama de la resistencia para la salvación. También nosotros, cada uno de nosotros, tiene este drama dentro de sí. Pero nos hará bien preguntarnos: ¿Cómo quiero ser salvado? ¿A mi manera? ¿Con una espiritualidad que es buena, que me hace bien, pero que está fija, tiene todo claro y no hay riesgo? O del modo divino, o sea en la vía de Jesús, que siempre nos sorprende, que siempre nos abre las puertas a aquel misterio de la omnipotencia de Dios, que es la misericordia y el perdón. Nos hará bien pensar que este drama está en nuestro corazónª. (Cf Homilía de S.S. Francisco, 3 de octubre 2014, en Santa Marta).
4.- Qué me dice hoy a mí este evangelio ya meditado. (Silencio).
5.- Propósito. Intentaré hacer todo por amor para descubrir la alegría de la vida.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra, y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, al terminar este rato de oración, mi corazón se siente dilatado, ensanchado. Adoctrinado en una religión de miedos y mortificaciones, he descubierto que tu vida, Jesús, estaba marcada por la alegría y las ganas de vivir. Es verdad que, para ser fiel a la misión del Padre, tuviste que pasar por la Cruz. Pero siempre como expresión del amor, y siempre dándole un carácter temporal. Lo definitivo para ti era el gozo de la Pascua, la alegría de la Resurrección, una alegría que ya nada ni nadie nos podrá arrebatar.
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