Salmo 2
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¿Por qué se amotinan las naciones,
y los pueblos planean un fracaso?
Se alían los reyes de la tierra,
los príncipes conspiran
contra el Señor y contra su Mesías:
“Rompamos sus coyundas,
sacudamos su yugo”.
El que habita en el cielo sonríe,
el Señor se burla de ellos.
Luego les habla con ira,
los espanta con su cólera:
“Yo mismo he establecido a mi Rey
en Sión, mi monte santo”.
Voy a proclamar el decreto del Señor;
él me ha dicho: “Tú eres mi Hijo:
yo te he engendrado hoy.
Pídemelo: te daré en herencia las naciones,
en posesión los confines de la tierra.
Los gobernarás con cetro de hierro,
los quebrarás como jarro de loza”.
Y ahora, reyes, sed sensatos;
escarmentad los que regís la tierra:
servid al Señor con temor,
rendidle homenaje temblando;
no sea que se irrite, y vayáis a la ruina,
Porque se inflama de pronto su ira.
¡Dichosos los que se refugian en él!
INTRODUCCIÓN
Este salmo no tiene título. Su comienzo es brusco, repentino. El salmista no sale de su asombro. Se trata de algo inaudito. No es que sea un hombre asustadizo, sino un hombre creyente y se sorprende que haya gente tan insensata que pretenda ir contra el “rey de Jerusalén», aquel que es “el ungido del Señor”. Intentan tomar a Dios por sorpresa, totalmente desprevenido. Y, asombrado, se pregunta como Jeremías: “¿Quién es aquel que sube como el Nilo o como corriente de rápida corriente? (Jr. 46,7).
REFLEXIÓN-EXPLICACIÓN DEL MENSAJE PRINCIPAL DEL SALMO.
“Rompamos sus coyundas. Sacudamos su yugo”
Para comprender el significado profundo de estas palabras hay que situarse en Egipto, la tierra de la esclavitud y ver a un Dios salvador, liberador. «El yugo que soportaban y la vara de sus espaldas, el látigo de sus capataces, Tú los quebraste como el día de Madían” (Is 9, 3). El Dios de la Biblia, el Dios de la historia, es un Dios que pasa rompiendo yugos, liberando al pueblo de la esclavitud de Egipto. No olvidemos que los mandamientos fueron dados por Moisés después de esa amarga experiencia, abriendo nuevos caminos para no volver a ser esclavos.
“El que habita en el cielo sonríe”
Se destaca en esta parte un acusado tono antropomórfico: la risa, la cólera, la burla no son realidades que están en Dios, sino son modos humanos de concebirlo. En contraste con la agitación de los pueblos y los reyes de la tierra, aparece una calma infinita en la zona celeste, dominada por la figura de Yavé. Rompe su silencio con una sonrisa. No es una risa loca ni humillante. Es una conmiseración teñida de tristeza. “Sonríe con lágrimas de amor en los ojos” (Ebeling). Es como si una hormiguita quisiera alzarse contra un hombre. Este se sonreiría y le diría: !pobrecilla!.
“Él me ha dicho: Tú eres mi hijo. Yo te he engendrado hoy”
En esta lectura del protocolo se actualizan las palabras dichas por Dios al rey David: “Yo consolidaré el trono de su realeza para siempre. Yo seré para él un padre y él será para mí un hijo” (2 Sam 7, 13-14). Es importante descubrir, ya desde las instituciones del Antiguo Testamento, la fuerza que tiene la Palabra de Dios para evocar, hacer presente y actualizar los acontecimientos del pasado. Las palabras dichas un día a David se actualizan en los reyes que le suceden.
“Te daré en herencia las naciones”.
Palestina es un reino insignificante y, de pronto, en la pluma del poeta, se convierte en un inmenso imperio. El reino prometido desborda los límites de Israel y amplía la visión hacia un horizonte ilimitado. A este rey humano le respalda Yahvé, Creador y Señor de toda la tierra. Dios hace grande todo lo que toca, por pequeño e insignificante que sea.
“Y ahora, reyes, sed sensatos”
Después de la proclamación de los poderes del ungido sigue una advertencia a manera de ultimátum, a los reyes y pueblos enemigos que han aparecido en la revuelta. Es una llamada a la sensatez. Todavía tienen tiempo para reflexionar, para cambiar de actitud. Este rey que habita en Jerusalén, ciudad de paz, no se goza con la guerra y la destrucción. Busca la paz con los otros pueblos y naciones. Lo que caracteriza a este rey no es el aplastar y humillar, sino el perdonar y levantar.
“Dichosos los que se refugian en Él”
El salmo no termina con un ultimátum amenazador, sino con la posibilidad a una existencia feliz. El salmo termina en un tono positivo. La obediencia a este rey es siempre garantía de felicidad. En realidad ésta es siempre la tónica del Dios bíblico: siempre busca una salvación, es decir, una solución no utópica, sino realista. Tal vez los profetas de desdichas –tan frecuentes en nuestros días– deberían revisar sus posturas y actitudes a la luz de la Palabra de Dios.
TRASPOSICIÓN CRISTIANA.
Dice Jesús: “El que hace el pecado se hace esclavo del pecado” (Jn. 8,34). El pecado nos destroza, nos aliena, nos esclaviza.
Dice Pablo: “En Él estamos llamados a heredar una herencia eterna” (Ef. 1,11). A medida que pasa el tiempo, nuestra vida se va achicando, se va reduciendo, se va anulando. Es Jesús quien abre en nosotros nuevos horizontes, perspectivas inmensas e insospechadas. Siempre hay tiempo para soñar.
ACTUALIZACIÓN. ¿QUÉ DICE ESTE SALMO AL HOMBRE DE HOY?
Nunca el hombre ha tenido tantas ganas de democracia, de libertad. Y eso está muy bien. Pero ¿es realmente libre? Muchos países todavía tienen regímenes autoritarios. Todavía existen muchos dictadores. Pero, incluso en las naciones más democráticas, ¿se da verdadera libertad? Los afiliados a un partido, ¿son libres para decir lo que piensan? Y las personas, no llevamos ataduras internas? Y lo peor es que no nos damos cuenta; como el pez en el rio, se cree plenamente libre; y no cae en la cuenta de que es arrastrado por la corriente.
A nuestros políticos actuales el pueblo sencillo les pide un poco de “sensatez”. Que se respeten los signos religiosos y patrióticos. que se respete aquel momento histórico de la transición; que las Autonomías no sirvan para romper la unidad de España.
También a la Iglesia actual le falta “sensatez”. Nadie tira piedras contra su tejado. Y sabemos que, dentro de la Iglesia, hay gente tan insensata que está en contra del Papa Francisco. Y entre ellos hay muchos que la defensa del Papa ha sido uno de los artículos más importantes de su fe.
Yo puedo repetir en verdad y hacer mías las palabras del salmo: ”Yo te he engendrado hoy”. Hoy yo puedo saltar de gozo al experimentar el amor que Dios me tiene. “Yo soy su hijo”.
PREGUNTAS
1.– El hombre y la mujer de este siglo XXI, ¿caen en la cuenta de que Dios es “su Padre” y que por tanto, tienen una dignidad que nadie les puede quitar?
2.– Ninguna época ha sentido como la nuestra el deseo de libertad. Pero el hombre de nuestro tiempo, ¿es realmente libre? Describe sus principales ataduras.
3.– El salmo nos hace una invitación a “ser sensatos”. ¿De qué insensateces más actuales nos tenemos que liberar?
Oración
Señor, me duele profundamente la voz de tantas personas de nuestro siglo que repiten inconscientemente como una cantinela: “rompamos sus coyundas, sacudamos su yugo”. Te creen un Dios alienante, celoso de sus libertades. Y no caen en la cuenta que Tú eres un Dios Liberador, que pasas abriendo posibilidades para el hombre. Tu yugo es ligero porque está hecho de amor y el amor nunca esclaviza.
Pero siento una alegría enorme al escuchar de tus labios estas bonitas palabras: «Tú eres mi hijo”. Hace falta fe para escucharlas ante mi propia miseria. Pero yo sé que son verdad y son la esencia de mi ser, la raíz de mi vida. Tú eres mi Padre. Ese es el secreto más entrañable de mi vida, mi alegría más íntima y mi derecho más fundamental para ser feliz. Con una enorme ilusión te oigo pronunciar: “Yo te he engendrado hoy”. Quiero sentirme hijo tuyo “hoy”; quiero caer en la cuenta de que me estás dando vida en cada instante.
Sigue recreando en mí, Padre, la novedad del nacer que me das día a día, para que nunca me canse de respirar, no me aburra de vivir, no me deje dominar por el desmayo o la desgana.
Padre, dame como herencia “los confines de la tierra”. Haz que me encuentre a gusto en cualquier sitio. Que no me sienta extraño ante nada ni ante nadie. Ahora sé que todo es mío porque todo es tuyo y Tú eres mi Padre. Ahora entiendo que todas las estrellas las has hecho para mí y todas las flores para mi recreo y los inmensos mares para mi asombro.
En estos momentos de oscuridad, de engaño, de palabras vacías y de promesas irrealizables, haz que yo “sea sensato”, no me deje arrastrar por la pérdida del sentido común, por la falta de valores, por la corriente de insensibilidad ante los verdaderos problemas del hombre: hambre, miseria, emigración, soledad, muertes en el camino hacia una vida más humana.
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