A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
(Papa Francisco).
LA GRACIA DE LA CONVERSIÓN
1. Inicio
Animador:
-Estamos reunidos en comunidad orante para prepararnos espiritualmente
para recibir la gracia divina de la Indulgencia Jubilar para cada uno de nosotros y/o por
un ser querido difunto.
Preparemos devotamente un corazón bien dispuesto, que anhela el perdón de nuestros
pecados y la sincera conversión cristiana, con un espíritu cada vez más parecido al de
Jesús, recordando la vocación a la santidad a la que todos somos llamados.
Éste es un encuentro de fe, esperanza y caridad, de comunión eclesial.
- En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
- R./ Amén
- Cerremos nuestros ojos, hagamos silencio interior, dejémonos amar por el Padre de las
misericordias, por Jesús, nuestro redentor, y por el Santo Espíritu, dulce huésped del alma.
(Silencio oracional).
- Dejémonos ahora iluminar por la Palabra de Dios.
2. “Habla, Señor, que tu siervo escucha”:
La Palabra de Dios.
Evangelio según san Lucas: 15, 11-32
Dijo (Jesús): «Un hombre tenía dos hijos; y el menor de ellos dijo al padre: "Padre,
dame la parte de la hacienda que me corresponde". Y él les repartió la hacienda.
Pocos días después, el hijo menor lo reunió todo y se marchó a un país lejano, donde
malgastó su hacienda, viviendo como un libertino. Cuando hubo gastado todo,
sobrevino un hambre extrema en aquel país, y comenzó a pasar necesidad.
Entonces, fue y se ajustó con uno de los ciudadanos de aquel país, que lo envió a sus
fincas a apacentar puercos. Y deseaba llenar su vientre con las algarrobas, que
comían los puercos, pero nadie se las daba. Y entrando en sí mismo, dijo: "¡Cuántos
jornaleros de mi padre tienen pan en abundancia, mientras que yo aquí me muero de hambre! Me levantaré, iré a mi padre y le diré: Padre, pequé contra el Cielo y ante
ti. Ya no merezco ser llamado hijo tuyo, trátame como a uno de tus jornaleros".
Y, levantándose, partió hacia su padre. Estando él todavía lejos, lo vio su padre y,
conmovido, corrió, se echó a su cuello y le besó efusivamente. El hijo le dijo: "Padre,
pequé contra el Cielo y ante ti; ya no merezco ser llamado hijo tuyo", pero el padre
dijo a sus siervos: "Traigan aprisa el mejor vestido y vístanlo, pongan un anillo en
su mano y unas sandalias en los pies. Traigan el novillo cebado, mátenlo, y comamos
y celebremos una fiesta, porque este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida;
estaba perdido y ha sido hallado." Y comenzaron la fiesta.
Su hijo mayor estaba en el campo y, al volver, cuando se acercó a la casa, oyó la
música y las danzas; y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Él
le dijo: "Ha vuelto tu hermano y tu padre ha matado el novillo cebado, porque le ha
recobrado sano. "Él se irritó y no quería entrar.
Salió su padre y le suplicaba, pero él replicó a su padre: "Hace tantos años que te
sirvo, y jamás dejé de cumplir una orden tuya, pero nunca me has dado un cabrito
para tener una fiesta con mis amigos; y ¡ahora que ha venido ese hijo tuyo, que ha
devorado tu hacienda con prostitutas, has matado para él el novillo cebado!", pero él
le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero convenía
celebrar una fiesta y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto, y ha vuelto
a la vida; estaba perdido, y ha sido hallado"».
Palabra del Señor
R./ Gloria a Ti, Señor Jesús.
3. Para meditar
Esta parábola de Jesús, registrada en el evangelio de san Lucas, es conocida como “El
hijo pródigo”, y está llena de maestría literaria, de perspicacia psicológica, de intuiciones
teológicas; toca la hondura del lector, su alma misma.
Cada personaje, tan magistralmente definido, se caracteriza por un mundo de actitudes,
relacional y emocional bien definido. El hijo menor, aventurero de la vida, que busca la
libertad lejos del padre, representa a los hombres de todos los tiempos que buscan la vida
y la libertad lejos de Dios. El hijo mayor, el cumplidor, representa a los considerados
piadosos, pero que tienen a Dios como patrón, se encoleriza por el revoltijo de su mundo
interior. El padre, bien plantado en su rol paternal, se vuelve loco de alegría por recuperar
a sus hijos; los dos perdidos y enfrentados; es icono de la compasión.
A su vez, nosotros, los lectores de esta parábola, no podemos quedar indiferentes, pues
entramos en contacto con los más íntimos deseos, exigencias, motivaciones y anhelos.
Pareciera que el texto tiene un imán de interpelación y transformación. ¿Con qué
personaje me identifico? ¿Cuáles son mis actitudes? ¿Cómo me relaciono con mi padre
Dios? ¿Qué clase de hijo soy? ¿Qué clase de hermano soy?
Esta parábola es una sabia pedagogía que ilumina las zonas oscuras de la existencia
humana, revela el rostro auténtico del Padre, nos muestra el camino de vuelta del pecador
y denuncia que a veces los considerados justos son poco misericordiosos de corazón.
Sólo el corazón de Cristo, que conoce las profundidades del amor de su Padre, pudo
revelarnos el abismo de su misericordia de una manera tan llena de simpleza y de belleza.
La parábola muestra, además, algo significativo de la conversión del pecador, que se alejó
de la paternidad amorosa de Dios Padre. Toda conversión es volver al Padre, como
amados y amantes hijos: estar en la casa del Padre, como propia de cada hijo; ocuparse
de las cosas del Padre, como hijos, con sentido de pertenencia.
En este proceso la iniciativa siempre la tiene Dios que llama, invita, seduce y clama.
“¿Qué hiciste tú, hombre, para convertirte a Dios y merecer su misericordia? ¿Qué
podrías haber hecho para convertirte, si Dios no te hubiera llamado? Por eso, no te
enorgullezcas de tu conversión, porque, si Dios no te hubiera llamado, cuando huías de
él, ¡tú no te hubieras convertido!” (San Agustín, Comentarios a los salmos 84,8). “Nos
hemos separado de ti, y si tú no nos conviertes, nunca nos convertiremos” (Comentarios
a los salmos 79,4).
Todos llevamos un “hijo pródigo dentro” y todos llevamos un “hijo mayor desalmado y
soberbio” dentro. Todos necesitamos la conversión a la gracia redentora de Cristo para
sacar de raíz el pecado de nuestra vida, y vivir en justicia, hermandad y santidad, al estilo
del auténtico Hijo del Padre y Hermano nuestro. ¡Y cuántas secuelas deja nuestro pecado!
Pidamos al Espíritu Santo la gracia de la auténtica conversión cristiana y el repudio a todo
pecado.
Unos puntos para la meditación personal:
1. ¿Vivo mi fe cristiana como auténtico Hijo del Padre amoroso y misericordioso?
2. ¿Me siento redimido de mi pecado por la sangre redentora de mi hermano mayor,
Jesús?
3. ¿Vivo en amistad continua y confiada con el dulce Huésped del alma, el Espíritu
Santo?
4. Para practicar
Hacer en casa, con detenimiento, un buen examen de conciencia para preparar la confesión
sacramental, y con plena reconciliación obtener la Indulgencia Plenaria para nuestra
purificación y la de nuestro ser querido difunto, por la misericordia de Dios.
5. Para orar juntos
Animador:
- Oremos con la oración del Jubileo:
Padre que estás en el cielo,
la fe que nos has donado
en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano,
y la llama de caridad infundida
en nuestros corazones por el Espíritu Santo,
despierten en nosotros la bienaventurada esperanza
en la venida de tu Reino.
Tu gracia nos transforme
en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio,
que fermenten la humanidad y el cosmos,
en espera confiada
de los cielos nuevos y de la tierra nueva,
cuando vencidas las fuerzas del mal,
se manifestará para siempre tu gloria.
La gracia del Jubileo
reavive en nosotros, peregrinos de esperanza,
el anhelo de los bienes celestiales
y derrame en el mundo entero
la alegría y la paz de nuestro Redentor.
A ti, Dios bendito eternamente,
sea la alabanza y la gloria por los siglos.
Amén.
Animador:
- Como hijos de Dios, nuestro buen samaritano, y hermanos entre nosotros,
oremos con confianza filial: Padre Nuestro… (…) y pidamos la intercesión de nuestra
Madre: Dios te salve, María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo.
R./ Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Animador: (Bendición final) Que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos
lleve a la vida eterna.
R./ Amén
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