LA GRACIA DE LA COMUNIÓN DE LOS SANTOS
1. Inicio Animador:
-Estamos reunidos en comunidad orante para prepararnos espiritualmente para recibir la gracia divina de la Indulgencia Jubilar para cada uno de nosotros y/o por un ser querido difunto. Como bautizados, abiertos a la creadora, redentora y santificadora gracia divina, que nos acoge bajo su misericordiosa, seamos receptivos al gran don del año Jubilar, pidiendo el perdón de todas nuestras culpas y de las secuelas que deja el pecado. Abrámonos a la Indulgencia Jubilar.
- En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. - R./ Amén - Cerremos nuestros ojos, hagamos silencio interior, dejémonos amar por el Padre de las misericordias, por Jesús, nuestro redentor y por el Santo Espíritu, dulce huésped del alma. (Silencio oracional). - Dejémonos ahora iluminar por la Palabra de Dios.
2. “Habla, Señor, que tu siervo escucha”:
La Palabra de Dios
Evangelio según san Lucas 7,11-17
Y sucedió que a continuación se fue a una ciudad llamada Naím, e iban con él sus
discípulos y una gran muchedumbre. Cuando se acercaba a la puerta de la ciudad, sacaban a enterrar a un muerto, hijo único
de su madre, que era viuda, a la que acompañaba mucha gente de la ciudad.
Al verla el Señor, tuvo compasión de ella, y le dijo: “No llores”.
Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: “Joven, a ti
te digo: Levántate”.
El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre.
El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: “Un gran profeta se ha
levantado entre nosotros”, y “Dios ha visitado a su pueblo”.
Y lo que se decía de Él, se propagó por toda Judea y por toda la región circunvecina.
Palabra del Señor
R./ Gloria a Ti, Señor Jesús.
3. Para meditar
Dios siempre da, nunca quita.
Dios tiene poder de devolver el aliento y la esperanza donde sólo hay muerte y luto.
El poder de Cristo Salvador alcanza también a la muerte. La resurrección del joven de
Naín acredita a Jesús como el que había de venir en el mensaje dirigido al Bautista
encarcelado (Lc 7,22): “Los muertos resucitan”.
En aquel entierro, Jesús toma la iniciativa. Lucas describe sus sentimientos y sus
acciones: miró, se le conmovieron las entrañas y habló a la viuda; luego se acercó al
ataúd, lo tocó, habló al muerto… Y Jesús se lo entregó a su madre. Además de la
compasión y del poder de Jesús, podemos señalar también su delicadeza.
Jesús es la mirada humana de Dios Padre. Por medio de Jesús, el Padre nos dice cómo
nos mira.
El Señor hizo ese milagro movido por la compasión y la misericordia que lo caracterizan.
Se le conmovieron las entrañas.
La palabra de Jesús lleva a cabo una serie de transformaciones: el joven vuelve a la vida;
la madre recupera al hijo y, con él, la esperanza y la alegría; la gente se une en la
alabanza… También esta Palabra divina puede cambiar nuestra vida, si la escuchamos y
la meditamos en el corazón.
Por eso, al dar la vida al joven, Jesús provoca en el pueblo, no en los jefes de Israel, una
confesión de fe en Él y en la misericordia de Dios (Lc 7,16). Esta misericordia del Padre,
proclamada en el discurso de la llanura (Lc 6,36), es propuesta como modelo que imitar
por todos los discípulos de todos los tiempos.
Un milagro que motiva a apostar por la vida. Esta acción portentosa del Señor Jesús es
toda una catequesis: Dios no prueba, ni castiga, ni produce enfermedad, ni se lleva a
nadie, ni permite el sufrimiento (no da permiso al sufrimiento). Jesús encontró un método
infalible para demostrarlo: curar enfermos, revivir muertos. A su vez, esta acción
taumatúrgica del Señor invita a imitarlo como agentes de vida. Los hijos del Dios de la
vida no podemos menos que producir vida.
El Señor, por su inmensa gracia y su gran misericordia, nos resucita para que no muramos
eternamente.
En la comunión de los santos, oramos por la Indulgencia Plenaria por nuestro ser querido
difunto.
4. Para practicar
Hacer en casa, con detenimiento, un buen examen de conciencia para preparar la confesión sacramental, y con plena reconciliación obtener la Indulgencia Plenaria para nuestra purificación y la de nuestro ser querido difunto, por la misericordia de Dios.
5. Para orar juntos Animador:
- Oremos con la oración del Jubileo:
Padre que estás en el cielo, la fe que nos has donado en tu Hijo Jesucristo, nuestro hermano, y la llama de caridad infundida en nuestros corazones por el Espíritu Santo, despierten en nosotros la bienaventurada esperanza en la venida de tu Reino. Tu gracia nos transforme en dedicados cultivadores de las semillas del Evangelio, que fermenten la humanidad y el cosmos, en espera confiada de los cielos nuevos y de la tierra nueva, cuando vencidas las fuerzas del mal, se manifestará para siempre tu gloria. La gracia del Jubileo reavive en nosotros, peregrinos de esperanza, el anhelo de los bienes celestiales y derrame en el mundo entero la alegría y la paz de nuestro Redentor. A ti, Dios bendito eternamente, sea la alabanza y la gloria por los siglos. Amén.
Animador:
- Como hijos de Dios, nuestro buen samaritano, y hermanos entre nosotros, oremos con confianza filial: Padre Nuestro… (…) y pidamos la intercesión de nuestra Madre: Dios te salve, María… Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. R./ Como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
Animador: (Bendición final) Que el Señor nos bendiga, nos guarde de todo mal y nos lleve a la vida eterna. R./ Amén
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