Miércoles de Ceniza
“Acuérdate de que eres polvo”
2 de marzo de 2022
1.- Oración introductoria.
Señor, en este miércoles de ceniza, quiero pedirte que me purifiques el corazón de todo aquello que me ata, me esclaviza o me nubla la mente para no ver con claridad cuál es tu plan, tu proyecto, tu programa de vida cristiana para mí. Haz, Señor, que tu proyecto sea mi proyecto, tu programa mi programa; haz que mi voluntad coincida con la tuya.
2.-Lectura reposada de la Palabra. Mateo: 6, 1-6 16-18
En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Tenga cuidado de no practicar sus obras de piedad delante de los hombres para que los vean. De lo contrario, no tendrán recompensa con su Padre celestial. Por lo tanto, cuando des limosna, no lo anuncies con trompeta, como lo hacen los hipócritas en las sinagogas y por las calles, para que los alaben los hombres. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando des limosna, que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha, para que tu limosna quede en secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te lo recompensará. Cuando ustedes hagan oración, no sean como los hipócritas, a quienes les gusta orar de pie en las sinagogas y en las esquinas de las plazas, para que los vea la gente. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando vaya a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora ante tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te compensará. Cuando ustedes ayunen, no pongan cara triste, como esos hipócritas que descuidan la apariencia de su rostro, para que la gente note que están ayunando. Yo les aseguro que ya recibieron su recompensa. Tú, en cambio, cuando ayunes, perfúmate la cabeza y lávate la cara, para que no sepa la gente que estás ayunando, si no tu Padre, que está en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará»
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Este evangelio forma parte del Sermón del Monte donde las exigencias que se nos pide a los cristianos no son condiciones para entrar en el Reino maravilloso que nos trae Jesús sino consecuencia de haber entrado en él de una manera gratuita por parte de Dios. Las tres obras tradicionales de piedad: la oración, la limosna y el ayuno se daban entre los judíos y también en otras religiones. Las tres responden a las tres dimensiones del hombre: a) con relación a Dios. b) con relación a los hombres en su aspecto social y c) con relación a uno mismo, especialmente en su aspecto físico. Jesús no puede ir en contra de estas tres prácticas en sí, pero las quiere “purificar” y “profundizar”. No es suficiente hacer cosas buenas, sino que hay que tener en cuenta “desde donde las hacemos”. Las obras han de despojarse de todo egoísmo, de todo orgullo, de toda vanidad. Hay que orar, hay que dar limosnas, hay que ayunar, pero “no para que nos vea la gente” sino el Padre del cielo que “ve en lo secreto” y está dentro de nuestro propio corazón. Por lo demás, cuando uno ora ya no está rezando a un Dios impersonal, sino a un Dios personal y que además es mi Padre. Cuando hago limosnas no me sitúo ante gente extraña que me solicita una ayuda, sino ante unos hermanos con quienes yo debo compartir. Y esto lo debo hacer “sin que sepa la mano izquierda lo que hace la derecha”. Y cuando ayuno y paso hambre, caigo en la cuenta de la cantidad de hermanos míos que pasan hambre todos los días, incluso que mueren de hambre. Hay también otras clases de ayuno que debo asumir como “parte de la Cruz de cada día”. Pero no me lleno de tristeza, ni dejo que se marquen en mis mejillas las huellas del sufrimiento, sino que perfumo mi cuerpo para que nadie lo note, excepto mi Padre que ve en lo escondido. El dar gusto a ese Padre, el parecerme a ese Padre y “marcar sus huellas en mí alma” ésa será mi recompensa.
Palabra del Papa.
“La oración es un crisol en el que nuestras expectativas y aspiraciones son expuestas a la luz de la palabra de Dios, se sumergen en el diálogo con Aquél que es la verdad y salen purificadas de mentiras ocultas y componendas con diversas formas de egoísmo (cf. Spe Salvi n.33) Por eso, la oración es garantía de apertura a los demás. Quien se abre a Dios y a sus exigencias, al mismo tiempo se abre a los demás, a los hermanos que llaman a la puerta de su corazón y piden escucha, atención, perdón, a veces corrección, pero siempre con caridad fraterna. La verdadera oración es el motor del mundo, porque lo tiene abierto a Dios. Por eso, sin oración no hay esperanza, sino sólo espejismos. En efecto, no es la presencia de Dios lo que aliena al hombre, sino su ausencia: sin el verdadero Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, las esperanzas se transforman en espejismos, que llevan a evadirse de la realidad. En cambio, hablar con Dios, permanecer en su presencia, dejarse iluminar y purificar por su palabra, nos introduce en el corazón de la realidad, en el íntimo Motor del devenir cósmico; por decirlo así, nos introduce en el corazón palpitante del universo”. (Benedicto XVI, Homilía miércoles 6 de febrero 2008)
4.- Qué me dice hoy a mí esta Palabra. (Guardo silencio).
5.- Propósito. Procuro hacer una obra buena destacada sin que nadie se entere.
6.- Dios me ha hablado hoy a través de su Palabra. Ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, hoy día de la ceniza, quiero caer en la cuenta no de lo que tengo, ni de lo que valgo, ni de lo que puedo. Quiero caer en la cuenta de lo que “soy”. Y la esencia de lo que soy es “que no soy nada”. Un poco de ceniza. Eso es lo que nos entregan después de la incineración de un ser querido. Ésa es nuestra pequeñez. Pero esa poca cosa que yo soy “está hecha a imagen y semejanza de Dios”. Yo, con lo poco que soy, soy amado de Dios. Y ésa es nuestra grandeza. Como diría Teresa de Jesús: ¡Engrandecéis nuestra nada!
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