San Isidoro de Sevilla
“Vosotros sois la sal… vosotros sois la luz”
San Isidoro nació en Sevilla en el año 556. Fue el menor de cuatro hermanos, todos ellos santos. Sucedió a su hermano san Leandro en el obispado de Sevilla. De él había adquirido el hábito de dedicar mucho tiempo a estudiar y leer. Fue el obispo más sabio de su tiempo. Escribió varios libros que fueron muy leídos durante siglos. Convocó y presidió varios concilios y trabajó con celo y sabiduría por la fe católica y por la observancia de la disciplina eclesiástica. Se esforzó porque el clero fuera muy bien instruido y se esforzó porque en cada diócesis hubiera un colegio donde se preparasen los futuros sacerdotes. Tuvo gran amor a los pobres y su palacio era visitado continuamente por gente necesitada que acudía a él a pedir ayuda. Cuando sintió que iba a morir, públicamente pidió a todos perdón por sus faltas y suplicó que pidieran a Dios por él. Murió, a los 80 años, el 4 de abril del año 636. Fue canonizado en 1528 y el papa Inocencio XII lo proclamó doctor de la Iglesia el 26 de abril de 1722. Sus restos reposan en la basílica a él dedica da en la ciudad de León.
1.- Oración introductoria.
Señor, el evangelio de hoy se presta para hacer una bonita oración con las dos imágenes tan bellas que pones en la vida de un buen cristiano: Ha de ser sal y ha de ser luz. No dices que los cristianos debemos tener sal y luz. Debemos “ser” sal y luz. La sal y la luz no es un añadido a nuestra vida cristiana sino su esencia. Cristianos apagados hay muchos. Cristianos sosos todavía más. Haz, Señor, que yo sea un cristiano “luminoso” y un cristiano “saleroso”.
2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 5, 13-16
«Vosotros sois la sal de la tierra. Mas si la sal se desvirtúa, ¿con qué se la salará? Ya no sirve para nada más que para ser tirada afuera y pisoteada por los hombres. «Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en la cima de un monte. Ni tampoco se enciende una lámpara y la ponen debajo del celemín, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en la casa. Brille así vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.
3.- Qué dice el texto.
Meditación-reflexión
Aunque la sal y la luz no tienen nada en común, hay un aspecto en el que coinciden. Ninguna de las dos es provechosa por sí misma. La sal sola no sirve de nada para la salud, solo es útil cuando acompaña a los alimentos. La luz no se puede ver, es absolutamente oscura hasta que tropieza con un objeto. ¡Qué interesante! Resulta que cada uno de nosotros separados de los demás, no somos absolutamente nada. Mi existencia solo tendrá sentido en la medida que pase a formar parte de los demás disolviéndome en ellos. ¡Bonita tarea la de los cristianos! Existimos no para nosotros mismos sino para los demás. Lo nuestro es iluminar un mundo envuelto en tinieblas, totalmente desorientado, sin saber adónde va. Un mundo que ha perdido el norte y el sentido de la vida. Lo nuestro es sazonar un mundo demasiado soso, demasiado cansado y aburrido. Lo nuestro no es ser fuegos artificiales que deslumbran un momento y se apagan. Lo nuestro tampoco es decir cuatro chistes para entretener a los demás. Lo nuestro es descubrir en Jesús la belleza y el sentido profundo de la vida. Lo nuestro es reivindicar para los hombres y mujeres de este mundo el derecho a ser felices.
Palabra del Papa.
¿Quiénes eran aquellos discípulos? Eran pescadores, gente sencilla… Pero Jesús los mira con los ojos de Dios, y su afirmación se entiende precisamente como consecuencia de las Bienaventuranzas. Él quiere decir: si seréis pobres de espíritu, si seréis mansos, si seréis puros de corazón, si seréis misericordiosos… ¡Ustedes serán la sal de la tierra y la luz del mundo! Para comprender mejor estas imágenes, tengamos en cuenta que la ley judía prescribía poner un poco de sal sobre cada oferta presentada a Dios, como un signo de alianza. La luz, entonces, para Israel era el símbolo de la revelación mesiánica que triunfa sobre las tinieblas del paganismo. Los cristianos, el nuevo Israel, reciben, entonces, una misión para con todos los hombres: con la fe y la caridad pueden orientar, consagrar, hacer fecunda la humanidad. Todos los bautizados somos discípulos misioneros y estamos llamados a convertirnos en un Evangelio vivo en el mundo: con una vida santa daremos «sabor» a los diferentes ambientes y los defenderemos de la corrupción, como hace la sal; y llevaremos la luz de Cristo a través del testimonio de una caridad genuina. Pero si los cristianos perdemos sabor y apagamos nuestra presencia de sal y de luz, perdemos la efectividad.» (Ángelus de S.S. Francisco, 9 de febrero de 2014).
4.- Qué me dice hoy a mí esta palabra ya meditada. (Silencio)
5.-Propósito: Hoy me comprometo a no pensar en mí mismo sino a pensar sólo en los demás.
6.- Dios me ha hablado hoy a mí a través de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, cada vez que estoy contigo me doy cuenta de que la vida es breve y la debo aprovechar al máximo. No me puedo permitir una vida mediocre, vulgar, vacía. Estando contigo y escuchando el evangelio descubro lo maravilloso que debe ser vivir como Tú has vivido. Tú sí que has sido LUZ Y SAL. Luz para alumbrar a las naciones y sal para dar sabor y alegría a todo el mundo. Haz que yo sea una pequeña lamparita encendida y un granito de sal bien sazonada.
ORACIÓN POR LA PAZ.
«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar». (Parolín, Secretario del Estado Vaticano)
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