¿Cuánto me queréis dar?
1.- Oración introductoria.
En la oración de este miércoles santo quiero pensar en la traición de Judas. Y me horroriza lo que dice el evangelio: “Uno de los doce”. Uno que había comido y bebido contigo tantas veces. Uno que había escuchado de tus labios las palabras más dulces, más bondadosas, más misericordiosas. Y ahora te vende y te traiciona tan mezquinamente. Me pongo a temblar al pensar que también yo, a pesar de ser discípulo tuyo toda la vida, puedo acabar mal. ¡No lo permitas, Señor!
2.- Lectura reposada del evangelio. Mateo 26, 14-25
Meditación-reflexión
A los evangelistas les debió costar mucho el poner en el evangelio que aquel que traicionó a Jesús era “uno de los doce”. A pesar de ir en contra de “su grupo” lo pusieron. Es cierto que el “colegio apostólico” quedó manchado con ese pecado de traición, pero no quisieron ocultarlo ni taparlo. Que sirva de ejemplo para las comunidades cristianas posteriores. Una lección que nos está dando el Papa Francisco todos los días. Dentro de la Iglesia hay traidores que venden a Jesús a precio de dinero, de poder o de búsqueda de privilegios o dignidades.
¿Cuánto me queréis dar? Judas ni siquiera pone precio. El precio lo ponen los compradores. Jesús en el mercado vale muy poco. Y sin embargo nosotros para él valemos mucho. “No nos ha comprado con oro ni plata sino con su preciosa sangre”. (I Pedro 1,19). Dios nos ha hecho libres y sabía bien a qué se arriesgaba. Y, sin embargo, prefirió ir a la cruz, antes de cercenar nuestra libertad. Si tanto valora Dios nuestra libertad que nos deja libres para hacer el mal, ¿hemos pensado en la alegría que podemos dar a Dios haciendo el bien libremente, porque queremos, porque nos gusta, porque nos apetece, porque nos encanta el agradarle? Jesús hacía uso de su libertad de esta manera: “hago siempre lo que le agrada al Padre”. (Juan 8,29).
Palabra del Papa
“Este acto dramático marca el inicio de la Pasión de Cristo, un doloroso camino que Él elige con libertad absoluta. Él mismo lo dice claramente: «Yo doy mi vida… Nadie me la quita: la doy por mí mismo. Tengo el poder de darla y el poder de recobrarla». Y así comienza el camino de la humillación, del despojo, con esta traición. Es como si Jesús estuviera en el mercado. ‘Este cuesta treinta denarios’. Y Jesús recorre este camino de la humillación y el despojo hasta el final. Jesús alcanza la humillación completa con la «muerte en la cruz». Se trata de la peor de las muertes, la destinada a los esclavos y a los delincuentes. Jesús era considerado un profeta, pero muere como un delincuente. Mirando a Jesús en su pasión, vemos como en un espejo también el sufrimiento de toda la humanidad y encontramos la respuesta divina al misterio del mal, del dolor, de la muerte […] Esta semana nos hará bien a todos nosotros mirar el crucifijo, besar las llagas de Jesús, besarlas en el crucifijo. Él ha tomado sobre sí el sufrimiento humano, se ha endosado todo ese sufrimiento.» (Catequesis, S.S. Francisco, 16 de abril de 2014).
4.- Qué me dice hoy a mí este texto. (Guardo silencio)
5.- Propósito: Todo lo que haga en este día lo haré sólo por agradar a Dios.
6.- Dios me ha hablado hoy por medio de su Palabra. Y ahora yo le respondo con mi oración.
Señor, quiero darte gracias por haber comprendido un poco más lo grande que es nuestra libertad. Tú la respetas tanto que has preferido ir a la muerte por defenderla. Y la mejor manera de defenderla es haciendo buen uso de ella. Haz, Señor, que yo siempre la emplee para el bien.
ORACIÓN POR LA PAZ.
«Señor Jesús, Príncipe de la Paz, mira a tus hijos que elevan su grito hacia ti: Ayúdanos a construir la paz. Consuela, oh Dios misericordioso, los corazones afligidos de tantos hijos tuyos, seca las lágrimas de los que están en la prueba, haz que la dulce caricia de tu Madre María caliente los rostros tristes de tantos niños que están lejos del abrazo de sus seres queridos. Tú que eres el Creador del mundo, salva a esta tierra de la destrucción de la muerte generalizada, haz que callen las armas y que resuene la dulce brisa de la paz. Señor Dios de la esperanza, ten piedad de esta humanidad sorda y ayúdala a encontrar el valor de perdonar». (Parolín, Secretario del Estado Vaticano)
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