El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra.
INTRODUCCIÓN
“Algo está brotando. ¿No lo notáis? Dios es el Dios de las sorpresas. El Dios de las mañanas nuevas y de las tardes inéditas, y de las noches por estrenar. El Dios de la belleza de cada una de las criaturas, aun las más pequeñas e insignificantes que enriquecen nuestra flora y nuestra fauna. El Dios de las nuevas sonrisas de los niños, de las fuerzas nuevas de los jóvenes, de las nuevas caricias de los novios y los jóvenes esposos; de la nueva vida que se está gestando, de nuestro debut como padres o como abuelos; del detalle cariñoso, siempre nuevo y bienvenido aun después de cuarenta, cincuenta o más años de casados… ¡No recordéis el pasado! No es que sea malo recordar, pero no podemos dejar la mente estancada en el pasado. Lo antiguo puede ser maravilloso, pero solo cuando no nos impide ver lo maravilloso que puede haber también en lo nuevo que la vida nos presenta. Porque Dios no se repite. Somos los seres humanos los que tenemos el monopolio de la rutina, la monotonía y el aburrimiento, pero Dios es siempre nuevo, y nuevo es todo lo que hace” (Sergio César Espinosa).
LECTURAS DEL DÍA
1ª lectura: Is. 43,16.21; 2ª lectura: Fil. 3,8-14.
EVANGELIO
Jn.8,1-11.
Por su parte, Jesús se retiró al monte de los Olivos. Al amanecer se presentó de nuevo en el templo, y todo el pueblo acudía a él, y, sentándose, les enseñaba. Los escribas y los fariseos le traen una mujer sorprendida en adulterio, y, colocándola en medio, le dijeron: «Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en flagrante adulterio. La ley de Moisés nos manda apedrear a las adúlteras; tú, ¿qué dices?». Le preguntaban esto para comprometerlo y poder acusarlo. Pero Jesús, inclinándose, escribía con el dedo en el suelo. Como insistían en preguntarle, se incorporó y les dijo: «El que esté sin pecado, que le tire la primera piedra». E inclinándose otra vez, siguió escribiendo. Ellos, al oírlo, se fueron escabullendo uno a uno, empezando por los más viejos. Y quedó solo Jesús, con la mujer en medio, que seguía allí delante. Jesús se incorporó y le preguntó: «Mujer, ¿dónde están tus acusadores?; ¿ninguno te ha condenado?». Ella contestó: «Ninguno, Señor». Jesús dijo: «Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más».
REFLEXIÓN
Esta preciosa escena que nos presenta el evangelio de San Juan la podemos dividir en tres cuadros:
PRIMER CUADRO: LOS FARISEOS, LA MUJER Y JESÚS.
LOS FARISEOS. Felices de haber sorprendido a una mujer en pecado. Lo único que ven en esa mujer es su pecado. Esta mujer ha sido sorprendida en pecado. Se crecen humillando a la mujer. Se gozan recogiendo entre sus manos la basura para echársela en la cara. Me indigna su hipocresía. Porque si la han sorprendido en “fragrante adulterio”, ahí tenía que haber un hombre… El adulterio no lo cometió ella sola. ¿O es que las leyes están hechas sólo para que las cumplan las mujeres? Porque la Ley de Moisés hablaba de adúlteros, no sólo de adúltera (Lev. 20,10).
LA MUJER está en medio humillada, esperando la muerte. Sin levantar cabeza, sin poder hablar. Al menos para poder decir que el cómplice adúltero está ahí en el corro, entre los acusadores…
JESÚS está viendo la mujer: con sus pecados, pero también con sus virtudes. Con su miseria y también con su grandeza, Con todo lo malo y con todo lo bueno que ha hecho en la vida. Y, sobre todo, la está viendo con sus grandes posibilidades de cara al futuro. A Jesús no le interesa el pasado. Le interesa el futuro. No lo que ha sido sino lo que aún puede llegar a ser. Si la presencia de los fariseos la hunden, la presencia de Jesús le anima, le hace levantar la cabeza y esperar…
SEGUNDO CUADRO: LOS FARISEOS CON LA LEY EN LA MANO, LA MUJER Y JESÚS.
Con la ley en la mano quieren apedrear a esa mujer. Es la ley de Moisés, la suprema autoridad. ¿Se atreverá Jesús a conculcarla? Y Jesús ¿qué hace? Escribe en el suelo. Y todo lo que se escribe en el suelo es para que desaparezca enseguida. O tal vez lo que escribía eran garabatos, como nosotros hemos hecho “barquitos” en clase cuando no nos interesaba lo que decía el profesor. Pero ellos estaban esperando una respuesta. Y Jesús la va a dar: El que entre vosotros esté sin pecado que le tire la primera piedra. Y fueron desfilando… por los más viejos…esos viejos verdes…que se habrían acostado con otras o incluso con ella misma. “Con la ley en la mano se pueden cometer muchos atropellos… Con la ley de “inmunidad parlamentaria” se cometen muchos robos y se genera mucha corrupción. Y con la ley del aborto en la mano, las madres tienen el derecho de matar impunemente a sus hijos en el vientre…Y con la ley en la mano, se fomenta el fariseísmo más absurdo. Ten cuidado de no arrancar una planta en el campo, de no matar al lobo que se ha comido tus ovejas…Puedes ir a la cárcel. Por lo demás, tirando piedras no se soluciona nada. Jesús cambia las piedras por amor, por comprensión, por diálogo, por perdón.
TERCER CUADRO: JESUS Y LA MUJER SOLOS.
Y llegó el feliz momento en que la mujer se quedó a solas con Jesús. ¡Qué alivio! Comenzó a respirar y a sentirse persona. Se acabaron las piedras y los gritos y las hipocresías. Se quedó Jesús, su gran defensor, el único que le hace levantar la cabeza, el único que ha visto en ella “la mujer” y no sólo “la pecadora”. El único que, en medio de aquella oscuridad, le ha hecho ver la luz. El único que, en aquella humillante soledad, le ha dirigido palabras de cercanía, de dulzura, de cariño. Y, como dirá San Agustín, allí quedaron solos “la gran miseria” y “la gran Misericordia”. Menos mal que no nos van a juzgar los hombres. Nos va a juzgar Jesús. ¿Nadie te ha condenado? Nadie. Yo tampoco. El oficio de Jesús no es ni juzgar ni menos condenar. Es salvar. ¡VETE! vete con la seguridad de un perdón. Vete con la cara alta. Vete como mujer…Vive, sé mujer, tienes muchas cosas buenas por hacer… Disfruta de la vida. Pero ¡No peques más! El pecado te ha puesto al borde del fracaso total. Has llegado aquí como un trapo, como un guiñapo, ahora sales como mujer. No peques porque por ese camino no puedes ser feliz. Y yo quiero que lo seas…
PREGUNTAS
1.- Cuando miro a las personas, ¿con qué mirada las miro? ¿Con una mirada fría, superficial, o con la mirada profunda del corazón?
2.- ¿Sabes hacer diferencia entre lo “legal” y lo “moral”? ¿Estás convencido de que con la ley en la mano se cometen muchas injusticias? ¿Se puede hacer mal solo con la mirada?
3.- De uno a diez, ¿qué notas le pondrías a la actuación de los fariseos con la mujer adúltera? ¿Y a Jesús? ¿Crees que Jesús tiene futuro?
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